Capítulo 4. Destruida

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EN LA ACTUALIDAD...

Me levanté a duras penas, suspiré y solté un gemido de dolor, más allá de haber sanado mis heridas, el dolor no se había marchado, cada vez que me movía, sentía que mis huesos se partían, era una sensación horrible. Mi loba estaba sufriendo y yo no podía hacer nada al respecto, mis lágrimas volvieron a caer, pero las limpié rápidamente.

Estaba sometida al mandato de mi alpha, no había escapatoria para mí.

Si podía rescatar algo bueno de todo eso, era que realmente con todas las tareas que teníamos asignadas, no tenía mucho tiempo para pensar en sentirme mal. Comenzamos a recorrer el lugar, a trabajar sin descanso, como cada día.

—¿Te sientes bien Kells? —preguntó Johana a mi lado, una de mis compañeras omega, le sonreí como pude, pero ella frunció los labios, era bastante atenta.

—Sí, no te preocupes, mejor volvamos a la mansión a terminar de limpiar y preparar todo para mañana, será un evento importante para la manada —ella frunció los labios de nuevo, pero guardó silencio, y sabía que lo hacía por consideración.

Acaricié su cabeza y ella me abrazó, su cabello castaño era corto como el de un chico y siempre estaba de punta, me gustaba mucho tocarlo, ella nunca se lo dejaba crecer y aunque muchas veces quise preguntar la razón, preferí no hacerlo, como tampoco pregunté por esa cicatriz en la ceja derecha, si no fuera por sus ojos marrones, pestañas largas y esos carnosos labios de color rosa, sería difícil no fijarse en su cicatriz.

—Sí, será un día de locos —dijo Dalia llegando a nuestro lado, con otro carro entre las manos—. Tres chicas nos encargamos de repartir la ropa alrededor del territorio y las otras tres, Sally, Ángela y Marian limpiarán la mansión, así terminaremos más rápido, necesito descansar al menos una hora, todas lo necesitamos —asentimos y fuimos a hacerlo.

Al terminar nuestro recorrido, volvimos a la mansión en silencio y muy cuidadosas, todas habíamos sido maltratadas, marginadas y sobre todo yo, que la mayoría de las veces recibía el castigo en vez de mis compañeras.

Siempre tratando de defenderlas de los abusos injustos a los que eran sometidas.

Matthews estaba a punto de cumplir los 18 años, él siempre fue muy adelantado, incluso llegando a poder comunicarse con su lobo mucho antes de su transformación, y precisamente me sentía asustada por eso, llena de pánico y terror.

Miedo a lo que pudiera pasar, esos meses habían sido golpiza tras golpiza, órdenes y órdenes, humillaciones y hasta uno de ellos intentó enlazarse conmigo. No entiendo cómo fue que salí de allí ilesa, tal vez... aún quedaba algo de cordura en ese chico, por eso me dejó libre antes de acabar conmigo, su madre siempre dijo que él no me odiaba, pero yo creía firmemente que sí lo hacía. Sin embargo, era él luchando con su deseo de monopolizarme y tenerme solo para él.

Al terminar nuestro trabajo nos recostamos en nuestra pequeña sala, allí conversamos animadamente, pero en un tono bajo para que no tener problemas.

—Creo que nunca conoceremos de verdad a nuestros compañeros, ellos no nos querrán —murmuró Marian con dolor en sus palabras—. No de esta manera, estamos marcadas por la desgracia, y por haber nacido aquí.

—Este año lo haremos amigas, saben que apenas estamos a mitad de año y la mayoría de los chicos cumplen la mayoría de edad —aseguró Johana—. No todos en la manada están influenciados por Matt, hay muchos lobos que se oponen a su forma de gobernar a la manada.

—Espero chicas, de todo corazón que sus compañeros las saquen de este horrible lugar y las acojan en sus familias con todo el amor que se merecen —dije para ellas, al instante me abrazaron.

DestruidaWhere stories live. Discover now