Capítulo 2. Dónde todo comenzó. Parte 1

92.1K 5.6K 289
                                    




Debido a la orden de mi alpha, estuve postrada en cama los siguientes tres días, incapaz de levantarme, de tanto dolor. Liberar a Kiara supuso una presión grande para mi cuerpo ya lastimado, como lo dijo mi loba, el poder de mi hermano solo curaba el exterior, y esta herida ya era profunda, tan profunda que llegaba a mi alma.

Un alma tan fragmentada como la mía, sería incapaz de reencarnar, si llegara a morir... ese sería el punto de no retorno, y tampoco sería un problema para mí que eso me sucediera, no necesitaba continuar con mi sufrimiento en otra vida.

Antes de tener pensamientos derrotistas, y de pensar que la vida me había elegido a mí como su objetivo personal, para sufrir, para llorar, yo, fui una niña muy feliz... sí, estaba rodeada de personas que amaba y que me amaban a mí. Mi familia era amorosa y cálida, también tenía buenos amigos, todos en la manada eran agradables, teníamos un alpha respetable y un beta inigualable, sin embargo... poco faltó para que todo se derrumbara en un instante, un instante que me marcaría para toda la vida, y quizás...

Para la siguiente también.

AÑOS ATRÁS...

Ese día comenzó como cualquier otro, las vacaciones acababan de terminar y mi hermano hacía unas semanas que había vuelto del entrenamiento, mis padres estaban felices, yo lo estaba.

Abrí los ojos chocando con la luz del sol que se colaba por las persianas y las aves cantaban en el árbol que estaba al lado de mi ventana, una sonrisa llenó mi rostro de forma automática, salté de mi cama y sonreí aún más. Abrí mis ventanas y corrí hacia el baño, me duché rápidamente, me preparé para ir al instituto, deseaba ver a mis amigos y contarles las buenas noticias, desde ese momento alguien más se había unido a la familia.

—¡Bueeeeenoosss díííaaas familia! —grité emocionada mientras bajaba las escaleras, ellos estaban desayunando en la cocina, hablaban a la vez en medio de risas, vivía en una casa bastante animada sin duda.

Luego de la celebración del noviazgo de mi hermano la noche anterior y de que conocer a su compañera de vida haya sido bastante sorpresivo para él, la normalidad, si se pudiera llamar así, volvió a la casa, no sin antes añadir a un nuevo miembro al registro familiar, claro está, uno perteneciente a la misma manada para nuestra suerte, y a mí, ella me caía muy bien, amaba la idea de tener una cuñada tan especial.

Luana Petróv; su novia, contrario a lo que se pudiera creer, no era una loba, era una de las mejores en la manada, en cuestión a velocidad y competencia, hija mayor de los líderes de los Centinelas del Sur, ella se quedó en la manada junto con un grupo de centinelas y así poder servir al alpha de Luna Negra.

Luana, era sin dudarlo una gran líder en la manada, y su belleza no tenía nada que ver con ello, era tan alta como mi hermano, con un cuerpo atlético, una sonrisa radiante, resaltando sus rasgos ligeramente asiáticos que se reflejaban también en esa mirada de color miel. Aunque siempre usaba una cola de caballo y mantenía su cabello negro por la altura de los hombros, ella decía que de esa manera le era más fácil entrenar a sus hombres.

El linaje de los Centinelas del Sur, estaba unido por un lazo inquebrantable, su sangre tenía un poder especial, antiguamente su linaje estaba asentado muy al sur de los continentes, una zona donde solo los centinelas podían llegar, pero después de muchos años, comenzaron a expandirse y a jugar un papel especial en las manadas de lobos y en los clanes vampíricos, incluso entre los humanos.

—Buenos días cariño —saludó mi madre dándome un beso en la frente, como lo hacía cada mañana, era como una máquina de besos y abrazos—. He preparado tus dulces favoritos, puedes llevárselos a Matt y a Lydia también, hice bastante para todos, sé que a ellos también les gusta.

DestruidaWhere stories live. Discover now