Capítulo 10 (Parte 2, final)

58 7 3
                                    

No supe ni qué pensar. Me tomó completamente de sorpresa.

Había muchas dudas —sobre todo, la de cómo carajos había llegado hasta ahí. Y más cuando se supone que estaba a punto de dormir—, pero... ahora no importaba aclararlas. Sino todo el drama que estaba por venir...

—¡Déjame, imbécil! —Me quitó la mano.

No reaccioné. Una parte de mí quería darle de algún modo una explicación. Otra largarse al auto e irse a dormir. Aunque si hubiera querido esta última, primero debía averiguar la forma de conseguir mis llaves.

—Oye....

Siguió el llanto. No sabía ni dónde meter la cabeza.

Cuando me asomé hacia el estacionamiento, vi que el encargado y varios de sus empleados miraban hacía mí. Entonces me acomodé del otro lado de Isabela.

Toqué su hombro.

—Corazón...

—¡No me digas así!

—Bueno, pero...

—¡Vete!

—Oye, cálmate.

Se llevó de nuevo las manos al rostro. Luego metió la cara entre sus piernas, mientras se las abrazaba.

Prendí otro cigarro. Me aparté para que no le molestara tanto el humo. Y para que se diera unos minutos para pensar las cosas.

Luego de notar que no paraba, me acerqué.

—¿Estás bien?

—¿¡Cómo voy a estar bien!?

—Tranquila. No pasa nada. Cálmate.

—¡¡No me quiero calmar, no me voy a calmar!! ¡¡Deja de decir que me calme porque solo empeoras todo!!

Silencio absoluto de mi parte.

Eché una ojeada al celular. Ya era de madrugada.

Creí que debía sacarla de ahí. No quería un escándalo con el lugar.

—Oye, podemos hablarlo. ¿Sí? Pero, vámonos. Vamos a mi casa, o a la tuya.

—¿¡Y qué quieres decirme? ¿Eh? ¿Qué eres un maldito vividor?

—No soy ningún vividor, Isabela, cálmate...

—¡¡Ah no!! ¿¡Entonces qué eres!?

Tomé aire. Volteé hacia el cielo y, en voz susurrada, le pedí que me diera paciencia.

—Ven. Hay que irnos. Voy a necesitar mis llaves —Le acerqué la mano, pero respondió dándome un manotazo.

—¡Muérete! ¡Y no te voy a dar nada!

Volví a respirar, lentamente.

—Estás haciendo las cosas difíciles. Quiero que arreglemos esto, Isabela. ¿O qué quieres? ¿Qué te deje aquí? Porque mi casa está aquí cerca. No necesito mis llaves. No necesito berrinches.

Seguí escuchando lágrimas.

—¿Eso quieres? ¿Quedarte aquí? ¿Eh?

Negó con la cabeza.

—¿Entonces?

Me giré hacia atrás, tratando de ubicar la torre de mi departamento. Cuando lo conseguí, deseé con todas mis fuerzas estar ahí, en cama. Pero quién sabía a qué hora podría hacerlo.

—Vamos. Ándale, que ni tú ni yo tenemos nada que hacer en este sitio.

—Pues no, como ya hiciste todo lo que debías...

LO QUE ÉL NO TE DIO (Romance y tragedia)Where stories live. Discover now