Capítulo 1 (Parte 2)

568 18 6
                                    

Era mi exnovia, Kenia. Que, sonriendo, sin preocupación alguna, como si la hubiera invitado, y como si se hubiera borrado la mancha en nuestro historial, salió del ascensor.

Malas noticias, muy malas. Estar cerca de ella no traía nada bueno. Había pasado tanto, que lo único que quería al terminar era mantener distancia. No podía hacerlo del todo, lamentablemente; se rodeaba por el mismo medio que yo, y casi por el mismo circulo. Pero trataba de evitarla en lo posible.

Yo esperaba a la chica dulce y agradable. No a la soberbia y latosa. Ni siquiera antes, cuando éramos novios, la había visto subir sola a mi casa. Menos sin mi permiso, y con tal cinismo. Pero así era Kenia. Así, y peor.

—Qué bien, estás despierto —dijo.

—¿Qué mierda se supone que haces tú aquí? —dije, ocultado las manos tras la espalda—. ¿No te quedó claro con la última discusión que no tengo ganas de verte? ¿¡Necesitas que te lo repita!?

Seguro que mis paredes estaban hartas de esa estúpida voz.

—Solo quiero hablar contigo, cariño. No tienes que ser así de duro, ¿o sí? —ladeó la cabeza, simulando confusión.

—No me digas así, en primer lugar. Y...

—Oye ¿te gusta mi vestido? —me cortó.

—¿Qué? —la miré con asco— ¿Qué haces aquí?

No contestó. Y en mi experiencia, no lo haría hasta que yo lo hiciera. No lo hice, pero no pude evitar ver su vestido.

Me descubrió, y reaccioné girando la cabeza hacia los ventanales. Me quedé en blanco unos segundos. De pronto escuché unas pisadas, y cuando volteé de nuevo, ya estaba a unos pasos de mí, viéndome a los ojos.

—¿Qué se supone que haces? —murmuré, confundido.

—Te noto serio. ¿Estás bien?

Retrocedí unos pasos.

—¿Qué? ¿Y eso...? —sacudí la cabeza—. Ah, te pregunté algo, maldita sea. ¿Qué estás haciendo aquí? —alcé la voz.

—Entonces debo suponer que sí lo estás. Qué bueno —soltó una pequeña risa.

Me desesperaba. Odiaba el papel de villana de telenovela que había adoptado desde nuestra ruptura. Antes de responder cualquier tontería, tomé aire, y pregunté otra vez.

—¿Entonces?... —continué.

—¿Qué?

—¿¡Qué haces aquí!? —levanté las manos con impaciencia.

—¿Qué, no puedo hacerlo? No sabía que debía pedirte permiso.

—Es mi maldita casa.

Miré sus manos, atento a cualquier movimiento.

—Ya lo sé. Es una broma. Ya me conoces. Mi pequeño...

—No me llames así —interrumpí.

—Qué humor. Nada en especial, tranquilo. —Se agarró el cabello—. Unos amigos y yo fuimos a un lugar nuevo, a dos calles de aquí. De esos donde hay mujeres bailando. ¿Lo conoces? ¿Ya fuiste? Y...

—No frecuento esos lugares, Kenia, ya lo sabes. Ve al grano.

—Te estaba contando y me interrumpiste. ¿Ya puedo hablar?

—Sí.

—Bueno, ya... Nos aburrimos y nos fuimos. Pero como no quería volver a casa, quise venir a hablar contigo para pedirte tu opinión.

LO QUE ÉL NO TE DIO (Romance y tragedia)Where stories live. Discover now