Capítulo 3 (Parte 3, final)

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—Ah, es que... mi hermana tendrá una reunión de bienvenida en su casa nueva, y nos invitó a sus amigas y a mí. Además, como tiene un negocio de cáterin, insistió en que debíamos ir, para probar su comida y darle su opinión y bla, bla, bla. Nos hizo la invitación hace un mes, pero, se me olvidó. Y si no voy, me va a matar.

—Pues vamos.

—¿¡Sí!? ¿¡Me acompañas!?

—Jaja, sí, me gustan esas cosas. Estoy muy lleno para comer, pero algo he de tomar.

—Dijo mi hermana que serían tablas de quesos, carnes frías. No creo que no puedas comer un poco. Deberías de hacerlo, todo le tiene está muy rico.

—Oye, suena bien. —Le sonreí—. ¿Nos vamos de una vez, entonces?

—Yo digo que sí, para llegar a tiempo. Se supone que iniciaba a esta hora, pero, ya ves que nadie llega temprano a las reuniones.

—Uh, qué lata tener que ser el impuntual. Tendré que ir rápido. ¿Dónde vive tu hermana?

—Ja, ja, no pasa nada, tranquilo. Más o menos, por tu casa. Como a diez minutos de ahí.

—Perfecto, vámonos.

Me bebí de un tirón lo que restaba de mi vaso. Dejé un billete debajo de un plato e Isabela me tomó del brazo de nuevo. Al salir, el encargado del valet dejó mi auto frente a nosotros. Abrió la puerta para que ella subiera y me dio las llaves al hacerlo yo. Mereció una propina también.

Pasaron los minutos. Hacíamos lo mismo que hacía unas horas. Solo que, esta vez, me daba la impresión de que cantábamos más fuerte. Y ahora, no esperamos a que la lista de reproducción arrojara un resultado aleatorio, sino que íbamos compitiendo por ver quién escogía la mejor canción.

Reíamos, bailábamos, y cuando los semáforos estaban en rojo, nos besábamos. La verdad no recordaba haberla pasado tan bien en un viaje. Además, todavía nos quedaban horas juntos. Y, ¿quién sabía que cosas buenas me preparaba la vida?

De pronto, cuando las calles y los letreros se me empezaron a hacer familiares, Isabela señaló un edificio, diciendo que su hermana vivía ahí; casi hasta arriba.

—Me encanta la torre, está hermosa —comentó.

—Ni siquiera se ve, Isabela. Hay un montón de neblina. ¿Cómo vas a saber si está hermosa?

—Obviamente no es la primera vez que lo vea, dah.

Traté de enfocar mejor la vista, pero me fue imposible. No pude asegurar si sí era linda o no. Pero, por la zona donde se encontraba, era más que probable que lo fuera.

Isabela señaló la entrada del estacionamiento, así que me incorporé. Había una caseta de vigilancia y dos caminos: el que debían seguir los residentes y el de los visitantes.

Avancé al segundo, y, a mi lado, en el primero, había un auto, del cual, el piloto hablaba con el guardia de seguridad. De pronto, la pluma que lo detenía subió, y avanzó rápidamente, luego se metió a un cajón a su izquierda.

Ya que el guardia nos notó, se acercó. Lo saludé, e Isabela le dio la clave que le indicó su hermana. La pluma subió otra vez.

Cuando pasé, me percaté de que el estacionamiento estaba lleno, excepto por el espacio que quedaba justo al lado del coche que había entrado antes.

Me estacioné, le abrí la puerta a Isabela y agarré su bolsa. Volvió a tomarme del brazo, no sin antes darme un beso. Seguro que las cámaras a nuestra derecha captaron el momento.

—¿Listo?

—Obvio. —Sonreí—.

—¿Nervioso?

LO QUE ÉL NO TE DIO (Romance y tragedia)Where stories live. Discover now