Capítulo 7 (Parte 2, final)

87 9 2
                                    

Al día siguiente en la mañana, nos encontrábamos solo Elizabeth, Yemy y yo en el estudio. Para mi mala suerte, me había tocado trabajar otra vez en sábado. Aunque en esta ocasión no dolió tanto. Al menos me sentía mejor mentalmente.

No había vuelto a hablar con Isabela. Prometí que respondería sus mensajes, pero, no tuve oportunidad; nunca me escribió. No pasaba nada. En su red social aparecía como activa. Además, seguro que se había ocupado más de lo que llegó a creer.

Yemy tocaba las teclas del piano, mientras Elizabeth y yo conversábamos en el recibidor.

—¿Qué tienes que hacer hoy? —pregunté.

—No mucho. Organizar la agenda, revisar contratos, pagar recibos... Lo de cada sábado.

—O sea, nada importante.

—No lo pudiste decir mejor. —Suspiró.

—¿Quieres venir?

—¿A dónde?

—Pues al estudio.

—¿Y eso?

—¿Qué tiene? Acompáñanos. Seguro que se siente más cómoda y desenvuelta contigo ahí. El lunes terminas tus pendientes. Anda.

Aceptó. Cerramos la entrada y fuimos donde Yemy. Esta seguía tocando las mismas notas que cuando salí. Pude ver en su rostro que sudaba un poco, y que se concentraba demasiado en que sus manos pisaran las teclas correctas.

Hablé por el micrófono que nos conectaba a ambos, lo que hizo que pegara un salto.

—Perdón, perdón. —Sonreí—. ¿Estás bien?

—Un poco nerviosa, pero sí.

—Entiendo, es normal; con esto cerramos el disco. No serás ni la primera ni la última. No te presiones, recuerda que hay tiempo. Y, suponiendo que no terminemos hoy, lo haremos el lunes, o el martes. Relájate, ¿sí? Mira, ya traje a Elizabeth también para que te apoyé.

Esta me hizo a un lado y tomó el micrófono.

—¡Tú puedes, hermosa!

La artista sonrió. Enderezó la espalda y cuando le di la indicación, comenzó a tocar.

Elizabeth la miraba con ojos de orgullo, y hasta con cierto amor. Yo la veía casi igual, admirando su capacidad para tocar, cantar, componer, y seguro que, por lo que me había contado, hasta bailar.

—Si no te conociera, creería que te enamoraste de ella —dije.

—Soy espejo y me reflejo...

—Ah, sí. Como me encanta enamorarme.

—Que no lo hayas hecho en un buen tiempo no significa que no lo podrías volver a hacer.

—Lo sé. Pero no, gracias. Antes te enamoras tú de ella.

—Claro, porque me encantan las mujeres.

—Sí, lo sé...

Quiso disimular que le había hecho gracia. Pero, como no pudo, y como yo reía, me metió un codazo.

—¿Por qué no la invitas a salir? —dijo—. No dejas de decir que es linda. A lo mejor y piensa lo mismo de ti.

—Ya te dije que no lo digo en el aspecto que tú crees. Y claro que debe de pensar que lo soy. Mírame.

—Idiota. —Volvió a pegarme.

Le dije que se estuviera quieta y se calló. Yo lo hice también.

De pronto, pensé en voz alta.

LO QUE ÉL NO TE DIO (Romance y tragedia)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon