Capítulo 1 (Parte 4, final)

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—Bueno, hasta aquí llego yo. Que la pase bien, señorita —le dijo Francisco a la que era mi cita, mientras entraban.

—Gracias por traerme. Que le vaya... —se interrumpió al vernos.

—¿¡Isabela!? —dije, y, rápidamente, solté a mi exnovia.

—Su otra visita, señor —dijo Francisco, sonriendo, señalando a Isabela—. Buenas noches —le sonrió a Kenia.

—«¿Otra visita?» —Kenia se giró hacia mí.

Había tenido errores graves en mi vida social. Pero ¿olvidarme de que tenía una cita, en mi propia casa? Culpo a la madrugada. Culpo a Kenia.

—Con permiso —dijo Francisco.

Me quedé mudo, y Kenia había pasado del romance a la diversión en un segundo.

Isabela, por su parte, mantenía la mirada agachada, y la punta del zapato pisando el suelo con ritmo acelerado.

—Espere, no me quedaré. Voy con usted —le dijo a Francisco.

—¡Oye, no! —dije yendo hacia ella.

Tomé su brazo.

—Espera, no te vayas.

—¿Señor?

—Sí, ve, ella se queda, no te preocupes.

—No, no me quedo —respondió Isabela.

—Sí, sí te quedas. —La saqué del ascensor, y presioné el botón para bajar—. Gracias por traerla —le dije a Francisco.

—Oye, no es lo que parece —me puse frente a ella—. Es una amiga. Además, ya se va, no te tienes que ir. —Mantuve la mano izquierda en su brazo y con la derecha tomé su mano.

Me ignoró.

—¿Estás escuchándome? —insistí.

Nada aún. La ansiedad volvió a mí. Me preguntaba qué pasaría si me quedaba solo otra vez.

—No pasa nada. Es tu casa.

—Ya sé, pero solo es una amiga. En serio.

—Que no pasa nada, entiende. Solo que yo no quiero estar viendo lo que sea que hagas. —Intentó zafarse de mi agarre; fracasó.

—Por favor, si solo fue un abrazo. Ven, vamos al sofá.

—No quiero, Ale. Suéltame.

—Te prometo que él no es de esos con los que puedes hacerte del rogar —interrumpió Kenia, que apareció tras de mí—. Lo está haciendo porque se siente avergonzado, según él. Pero si no cambias esa carita y actitud de niña pequeña, te doy cinco minutos para que hagas que se impaciente y llame a Francisco para sacarte de aquí.

—¿Qué? —murmuré, y la miré, confundido.

—Así que relájate, querida —terminó, con voz baja, y le sonrió.

—¿Y tú eres?... —respondió Isabela.

—Kenia, ¡puta madre! ¡Si no vas a decir algo que ayude no te metas! —le grité.

—Oye, ¿por qué le hablas así?... —preguntó Isabela, sorprendida.

—¿Qué? —Ladeé la cabeza—. Porque... Mira... Ah, no hagas caso a lo que dice, ¿sí? Son tonterías.

Se quedó mirándome sin decir nada. Luego reaccionó.

—Si, no importa, ya me voy. No sé por qué me invitas si vas a estar ocupado.

LO QUE ÉL NO TE DIO (Romance y tragedia)Where stories live. Discover now