Capítulo 8 (Parte 1)

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Ya disponible en Spotify la lista de canciones mencionadas, e inspiradas en los personajes: 

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La noche anterior, cuando salí del baño, fui a la cocina y saqué una botella de vino. Al terminarla, repetí el proceso. Luego otra vez. Y otra, y otra.

Me quedé bebiendo hasta las seis de la mañana.

Ahora me encontraba echado en el piso, recargado en la barra. Respirando el aire sucio que dejaron los cigarros; parte del humo aún no se esfumaba.

Creí no tener fuerza suficiente para levantarme. Me vencía el sueño y la tristeza. Pero, como también tenía demasiada hambre, me dejé de cosas.

Me puse de pie. Como estaba apestando a más no poder y necesitaba reaccionar, fui a la ducha y abrí el agua fría.

Unos minutos después, ya estaba de vuelta en la cocina, casi como nuevo. Sintiéndome mucho mejor, y con menos carga de mala energía. Aunque deshidratado, mareado y hambriento.

Abrí el refrigerador y saqué dos sueros. Me los bebí rápidamente. Luego me tomé unas pastillas.

Saqué de la alacena dos sopas instantáneas y puse agua a calentar en la estufa.

Cuando esta hirvió, la vertí en los vasos de sopa. Los dejé reposar.

Me llevé los fideos a la boca. Grande fue mi sorpresa al encontrarme con un sabor bastante desagradable.

Inmediatamente revisé el empaque y, como imaginaba, la fecha de caducidad ya había pasado, incluso por semanas.

Volví a ojear la alacena, pero ya no quedaban más sopas.

Impaciente, abrí la aplicación que usaba diario para pedir comida, y noté que, como era domingo, muchos comercios no abrieron. Y los que sí, eran de los que usualmente pedía.

Solté un suspiro. No tenía ganas de comer lo de siempre.

Eché una ojeada a los ventanales, pensativo. Luego, sin más, tomé mis cosas y fui al ascensor.

Llegué al supermercado.

Mientras ojeaba el pollo, me acordé de Elizabeth.

Como bastaban razones para querer verla, pero no tenía ni las mínimas ganas de salir a pasar horas en cualquier lugar, la invité a la casa. Claro que primero se negó, pero, al decirle que le prepararía su comida favorita, terminó aceptando.

Antes de ponerme a cocinar, abrí los ventanales y encendí un ventilador. Luego limpié la barra, la mesa, las copas sucias, y tiré las colillas de cigarro.

Una hora después, cuando ya casi estaba lista la pasta, sonó el timbre del elevador.

—Uh... qué recuerdos. —dijo Elizabeth, mientras caminaba, mirando a su alrededor.

LO QUE ÉL NO TE DIO (Romance y tragedia)Where stories live. Discover now