𝟑𝟑. 𝐂𝐎𝐌𝐏𝐋𝐎𝐓

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Capítulo 33

Tal y como había prometido el gemelo a la Vikernes, él se presentó en la cabaña esa mañana llevando comida y algo de ropa para que ella pudiera vestirse.

Alek dejó su caballo en el pequeño establo que tenía la cabaña, desamarró el paquete que llevaba consigo y entró al lugar cuidadosamente sin hacer mucho ruido. Alek seguía pensando que la princesa de cabello negro no era de fiar, y sería tan precavido como pudiera. Si tenía que matarla, lo haría.

Dejando el paquete con la comida y las prendas que llevó para ella en la mesa, él caminó hasta la pequeña habitación esperando encontrarla dormida, puesto que aún no había movimiento de ella.

Al llegar a la habitación, él se percató de que ella no estaba sobre la cama hasta que la figura femenina de Rous se hizo visible en la puerta del pequeño cuarto de baño, mostrándose completamente desnuda ante los ojos de Alek. La Vikernes no sabía que él había llegado, y él no esperaba verla así.

El peliblanco se dio la vuelta de golpe, murmurando y escupiendo un par de maldiciones, mientras ella corría de nuevo hacia el pequeño cuarto de baño, tratando de esconderse, mostrándose apenada.

—¡Lo siento! No sabía que habías llegado.

—¿Podrías vestirte? —le exigió él.

—Iba a cubrirme con las sábanas, de hecho no tengo nada que colocarme.

Alek rodó los ojos, notándose fastidioso, y dijo:

—Espera un momento.

Él caminó hasta la mesa donde había dejado el paquete, rompió el grueso papel que lo cubría y de ahí sacó un par de camisones blancos para dirigirse con rapidez a la habitación y tirarlos sobre la cama.

—Hay ropa sobre la cama, vístete y sal.

Alek abandonó el lugar permitiendo que Rous pudiera vestirse con tranquilidad.

Mientras tanto, el gemelo menor decidió tomar asiento en la pequeña mesa para vaciar el contenido del paquete que había llevado hasta que vio la figura de Rous asomarse por la puerta con pena en su rostro, observando al príncipe, quien no evitó mirarla de pie a cabeza con una postura relajada sentado en la silla.

—Supuse que te quedarían —habló él con sarcasmo, sabiendo que los camisones eran grandes.

—¿Son tuyos?

—Sí, tal vez no sea un vestido, pero te queda como uno, al menos.

Rous se recostó en el marco de la puerta, retirando la mirada de Alek; al parecer, ella no estaba muy contenta con mantener parte de sus muslos destapados todo el tiempo.

Alek se levantó de su silla y caminó hasta ella, logrando que la joven princesa se sintiera acorralada una vez más y observándola con los ojos entrecerrados, preguntó:

—¿Hay algo de lo que se quiera quejar la princesita?

Rous alzó su rostro hacia él por la notable diferencia de altura y dijo con molestia. —No me siento cómoda.

—No te preocupes, mañana te traigo mis pantalones.

La mala cara de Rous se posó con más disgusto sobre él. —De verdad te agradezco tu ayuda, pero si estás tratando de desquitarte conmigo por algo o por alguien, ¡no me voy a dejar!

Alek se retiró de la eventual cercanía que tenía sobre ella y endureciendo sus facciones mientras sus ojos la miraban con desdén, dijo:

—Come y no te quejes.

𝐕𝐀𝐋𝐊𝐎: 𝐇𝐈𝐄𝐋𝐎 & 𝐒𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora