treinta y cinco

14 2 0
                                    

— tengo hambre – digo.

— yo también, mandemos a pedir – responde y reímos.

Todo iba tan rápido, todo en mi ausencia había ido bien, dentro de una hora teníamos que estar en el estadio y teníamos que ir por que luego habría una cena.

Hoy sería un día elegante y yo estaba muy entusiasmada aun que tenía ganas de tirarme a dormir, sabiendo que eso también estaba mal y no debía permitirlo de nuevo.

...

Estábamos en el restaurante que habían reservado para hoy, iban a dar las 7 pm y ahora si tenía sueño pero de verdad. Agustina llego y se sentó alado mio, si es que se llama así.

— ¡holaa! – me dice dejando un beso en mejilla.

— ¿Qué tal? – respondo.

Se sienta y nos miramos por unos segundos, damos una sonrisa y pedimos algo de beber.

— ¿Como estas? – me pregunta.

— ¿bien y tu? – respondo.

— igual, supe lo que te paso, tal vez no nos conocemos mucho o mejor dicho no nos conocemos nada pero podemos empezar a hacerlo, en mi puedes encontrar amistad y te puedo ayudar con Italia – que agradable.

— gracias, que linda – digo.

— no lo creo pero ya, entiendo que es difícil eso de dejar toda una vida para empezar una nueva – baja la mirada.

— supongo que fue eso – respondo.

— pero tranquila, es cuestión de tiempo.

— ¿Y por que acompañaste a Benjamín? – pregunta el frenton.

— es mi marido – respondo.

— pero debiste quedarte en Alemania si tenías tu vida hecha allá – que insoportable.

— ¡Lautaro! – le dice.

— ¿Por que lo hiciste? – pregunta.

— por que prometí estar con el siempre, a donde vaya yo iré con el, por que lo amo...

— ¡que cursi!

— me recuerda a ti – le responde Agustina.

Ahora que lo pienso, el universo es pequeño a comparación de lo que somos el y yo juntos.

— tu me seguiste — le responde.

— por que te amo idiota – me río.

— yo te amo más – y se dan un beso volado.

Lo peor es que yo estaba en medio de los dos, alguien dígame donde esta mi esposito por que lo quiero y lo necesito conmigo.

Ahí esta.

— ¡hola! – saluda y se pone a mi lado.

— ¿Qué tal? – le dice Agustina.

— bien – responde y me mira – oye quieres que nos vayamos o esperamos un rato más – y eso que acabamos de llegar.

— lo que tu decidas nene – digo.

— comamos algo y luego nos vamos, tengo hambre – dice extendiendo su mano.

La tome y nos disculpamos con Agustina y Lautaro, fuimos hacia la barra y pedimos para llevar.

...

Llegamos a casa y estábamos sentados en el sofá mirando la televisión, estábamos viendo "Priscilla" y por lo menos yo estaba en shock.

Me recordaba a no les diré quién.

— como puede tratarla así ese tonto – exclamó ya saben quién.

— no lo se – respondo.

— si alguna vez me vi así te pido perdón, seguramente estaba en la era de los homosapiens – me empecé a reír y me miro – ¿si actúe así? – pregunta.

— pero ya es pasado – me mira y arquea una ceja.

— me siento como un... hombre – sonríe.

Nos quedamos en silencio y seguimos mirando, chicas siempre vean las reacciones de sus parejas al momento de ver películas, aun que no lo crean eso también dice y muestra mucho.

— ¡Quiero pizza! – dice.

— yo también – respondo.

— te amo.

— ahorita la pido – decimos juntos pero al final lo hace el.

𝓘𝓷𝓮𝓯𝓪𝓫𝓵𝓮 ; Benjamín PavardWhere stories live. Discover now