veintiuno

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Llegue a casa luego de un día muy cansado, estaba agotada y sentía que me costaría años reponerme de todo este proceso terrible.

Me tire al sofá y deje mis cosas en la mesa, las visitas habían salido y de Ben no se, no hemos hablado desde que entre a una reunión.

— ¡Erin! – me asustó.

— dime – digo y me pongo de pie.

Camino hacia el y le doy un beso, fuera de todo estaba muy preocupada y buscando soluciones, en la mañana me enteré que mi cuñado había sido detenido por haber estado haciendo fraude en nuestras empresas, hable con Bran y todo decía que el era inocente y todo se trataba de una trampa.

Más luego de eso recibí una llamada del investigador que Ben contrato para que me informe que Isaac estaba detrás del accidente que provocó la muerte de mi papá, me quería morir por un día.

— ¿Te fue bien? – pregunta.

— terrible para ser honesta, iré a ver un vaso de agua – digo y me voy.

Escuche varias notificaciones de mi celular, sonaba como una llamada y le dije a Ben que revisará, bebí el vaso de agua y regrese para encontrarle con mi celular mirándome.

— ¿Qué es esto? – pregunta.

No entendí ni al principio, peor al final.

— ¿Qué? – me acerco y tomo el celular.

Eran mensajes de un número desconocido, mensajes que no tenía ni la mínima idea de donde habían salido o de quién era.

Desconocido

Necesito verte, te extraño

Te espero hoy en el hotel de siempre

Se que es tarde pero no puedo resistir más

***

Y me quede con la misma reacción que Ben tenía.

— eso no es mio – digo.

— ¿Y entonces de quién es? – pregunta – ¿O este no es tu celular Erin?... ¡Explícame!.

Se mostró muy molesto y tiro mi celular lejos, me asuste de verlo así.

— eso no es mío Benjamín, ¿Cómo puedes pensar que yo sería capaz de fallarte? – me defiendo.

— entonces por que te llegan esos mensajes, ¿De quién es? – me grita.

— primero calmate y piensa muy bien las cosas, analiza todo y no digas cosas de las cuales te puedes arrepentir – trato de calmarle.

— tienes razón – gane en el intento – ahora mismo tomas tu celular, marcas al número y te pones de acuerdo con tu amante por que le voy a partir la cara – o no.

— ¡estas loco! – le grite.

— tu estas loca si piensas que esto también te voy a creer – ª.

— muy bien.

Tomé el celular, marque el número y no recibió respuesta, lo volví a marcar y sucedió lo mismo, pero me había molestado tanto así que le empecé a mostrar el celular en la cara de idiota que tiene para que comprobara que no tengo ni puta idea y luego se lo tire.

— tres veces con esta me ponen trampas, tres y tu en todas me demostrastre que no confías en mi – le dije y me fui.

— ¡Erin! – le escuche viniendo atrás de mi.

— ya no Ben, ya no – dije.

— hablemos... ¡Perdóname!

Y siempre era perdón, me demostraba que cambiaba y luego volvía a cometer los mismos errores, definitivamente ya no.

Su celular empezó a sonar y no le preste atención.

— no tiene su celular con ella... ¿Por qué?... Pero tiene que ser ahora... Si, no pierdo el tiempo... Ya mismo estamos allá – si escuche.

Finalizó la llamada y fue a meterse en mi cajón, saco mi pasaporte, mi identificación, dinero, el permiso de conducir y los metió en una de mis bolsas.

— gracias por ayudarme a empacar, me ahorras el trabajo – le digo.

— de mi lado no te vas a ir a nunca Erin, firmaste ese papel y dijiste "si" ante Dios, firmaste tu sentencia por que hasta que la muerte nos separe – ¡enloqueció!.

— me va a costar mover un dedo divorciarme de ti – digo y se ríe.

— no y punto, se acabo la discusión y ahora es momento de que te vayas.

— ¿a dónde? – pregunto confundida.

— al retiro espiritual en Brasil, o Múnich o a Maubeuge, a donde tu quieras pero te vas y te escondes – peor me puse.

— ¿esconderme de? – pregunto.

— es fácil que la policía de Italia te detenga ahora con la expansión que tuvo tus empresas, pero tus firmas están en los documentos que tu cuñadito firmo y vendrán por ti por que tu también hiciste fraude a tus empresas – ¡Qué!.

— no entiendo nada, ¿Qué pasa?

— que te van a meter a la cárcel y jamás voy a permitir eso, ya hay una orden de aprensión en tu contra – ¡voy a ir a la cárcel!.

— ¿y a donde voy? – pregunto.

— no lo se cariño pero debes esconderte...

— pero yo no quiero esconderme – digo.

— pues lo harás y punto – responde.

Hizo una maleta muy incompleta, nos fuimos directo al estacionamiento y salimos de la casa con rumbo al aeropuerto, ayuda, me voy de retiro.

𝓘𝓷𝓮𝓯𝓪𝓫𝓵𝓮 ; Benjamín PavardWo Geschichten leben. Entdecke jetzt