quince

19 2 0
                                    

Erin Evers

Cuando Ben y yo no estábamos juntos y yo lo veía y sabía que estaba con otra persona, me sentía mal en frente suyo y recuerdo que sabía fingir bien que no lo quería ver. Pero me moría por que regresará conmigo, por que me amará una vez más y peor que todo eso era que ya habían pasado 5 meses y mientras el estaba con alguien más muy feliz de la vida yo no podía superarlo y vivía atormentada por su recuerdo.

Ahora con la perdida del bebé, sentía lo mismo que sentí hace años pero con un dolor diferente, quería hundirme a llorar y no salir nunca de la cama, no quería hacer nada, solo quería estar sola y que nadie esté a mi lado, ni la persona que sabía que podía ayudarme a atravesar todo esto.

Y el consuelo que Isaac me mando me iba a servir, por que me iba a refugiar en chocolates sabiendo que fui una anorexica bulimica y que si empezaba con uno no podría terminar de comerlos hasta sentirme mal y vomitarlos.

Fui a abrir el armario en donde habíamos puesto el detalle y no estaba. Me suicido.

— ¡Susana! – grito.

— dígame señora – responde de inmediato en la puerta.

— ¿Donde esta el detalle que recibimos juntas ese día? – pregunto.

— el señor se lo llevo en la mañana, dijo que lo regalaría a unos niños – ¡maldito Benjamín!.

— gracias.

Salió de la habitación y me sentí desesperada, me tire a la cama y grite mordiendo la cobija, estaba empezando a temblar y no quería esto para mi, no otra vez, tengo que salir, si, eso haré.

— no quiero meterme en su vida pero su esposo me pidió que no la dejara salir por que tiene que reposar – ¡idiota!.

— iré al pateó – respondo.

Estaba teniendo una taquicardia muy fuerte y si no conseguía respirar aire me iba a morir.

Tocaron el timbre y no le di ni atención, estaba tan en lo mio que lo único que quería era calmarme.

— niña pero que te pasa? – pregunta Amelia y completo haciendo que mi corazón saltará.

— no estoy bien, me quiero matar – digo sin pensarlo.

— a ver, tranquila... Siéntate y contemos – odio contar, me provoca más ansiedad.

— 1... 2... 3... 4...

— no puedo, no puedo, salgamos por favor, llevame a comer afuera, hazme la conversa, algo pero rápido por favor – suplico.

— mmm, vamos por un pastel de fresas en el centro, como yo conducire no te vas a esforzar y así.

— sisis, buena idea.

Ni si quiera me fijaba en lo que hacía o en como pasaba el tiempo, luego ya estábamos en el auto de Amelia y tiempo después ya estábamos en la pastelería la cual no conocemos pero se ve linda.

Benjamín apareció de la nada cuando estaba por comer y corrí de inmediato a abrazarle, me sentía mal pero era algo temporal, algo que si podía evitar luego de algún tiempo.

—¿Te sientes bien? – pregunta.

— si si, lo estoy – digo tratando de fingir.

— Erin creo que debes buscar ayuda psicológica amor, yo estaré contigo y te apoyaré – ª.

— claro que no, ¿Por qué?

— ¿Por qué? – arquea una ceja.

— tu tienes estos problemas desde que te conozco...

— no iré a un psicólogo nunca más – interrumpo.

— ya deja el pasado atrás, no todos los psicólogos son malos – me grita.

Me grito, y ahora ya no quería estar ni con el, no me gusta estar aquí en Italia, no conozco nada ni tengo a nadie, llevenme a Alemania, o déjenme hacer un retiro espiritual a otro país, solo necesito eso.

¿Por qué no lo pensé antes? Solo necesito eso.

— es mejor que volvamos a casa – digo.

— Amelia nos acompañará en estos días mientras superamos todo esto – jaja.

No quería dejarme sola, pero sola voy a estar mañana que tome un avión a cualquier lado. Olvidenlo, el sábado tengo audiencia, tal vez luego de eso si, ya esta dicho.

𝓘𝓷𝓮𝓯𝓪𝓫𝓵𝓮 ; Benjamín PavardWhere stories live. Discover now