veinticinco

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Salimos del aeropuerto en busca de un taxi y Benji estaba ahí, con una sonrisa de oreja a oreja y ay, lo amo.

— ¡Mi vida! – grito y corro a sus brazos.

Me cargo y empezó a dejarme besitos por toda la cara, luego nos miramos y nos abrazamos, lo había extrañado tanto.

— te extrañe como no te imaginas – me dice y me deja en el piso.

— es difícil sin ti – susurro – pero con o sin la vida sigue – agrego y hace un gesto.

Nos ayudo con las maletas y las subió al auto, luego entramos y empezó a conducir, quería llegar a casa y abrazarlo hasta siempre.

— los rumores sobre nosotros tienen muy encendidas las redes Erin, a ti te están destruyendo, algo debemos decir – me dice.

— lo se, viste que ambos estamos siendo infieles – le digo – tu como sea, yo no – me vuelve a mirar.

— como que regresaste media bromista – me dice sarcástico.

— siempre.

Continua conduciendo y ahora pensaba en que tenía que irme a Reino Unido y no sabía cómo decirle, o no sabía que hacer para no ir. Entre el amor y el trabajo, el trabajo es mío y nunca me fallaría pero quiero disfrutar mucho los momentos de mi matrimonio que contienen un "Hasta que la muerte los separe".

— ya deja de pensar Erin – me dice mi amiga y nos damos cuenta que ya llegamos.

Baje y entre a la casa, ya no había nadie lo que significaba que la familia de Ben ya no estaba y era premio o premio.

— cumplí con llegar a Italia, me regreso a Múnich por que León me espera – dice mi amiga.

— ¿Pero acabas de llegar? – le miro y ríe.

— pero me da nostalgia verlos juntos, yo también extraño a León, tengo que cuidar mi tienda – responde.

— entendido.

Nos despedimos y Ben le pidió a Susana que la acompañe al aeropuerto, cuando nos quedamos solo nos miramos y tomamos asiento en el sofá.

— ¡ya no quiero vivir! – me quejo.

— yo tampoco – responde.

— tengo antojos de galletas con mermelada – digo.

— ¿antojos? – me mira.

— si.

— ¿No estas embarazada? – pregunta.

— imposible, no hemos tenido nada de intimidad en los últimos días – respondo y se ríe.

— desde antes de enterarnos que te ibas a ir detenida – me dice y baja la mirada.

— las cosas pasan por algo – susurro.

— o no pasan por algo.

— también.

Nos abrazamos y nos quedamos así por varios minutos, luego nos fuimos a nuestra habitación y nos quedamos tirados en la cama.

— note que regresaste más flaca — me dice.

— me estaba cuidando en Alemania, tal vez perdí peso ahí – contesto.

— claro señora – se ríe y me clava su dedo en el estómago y empieza a hacerme cosquillas.

— ¡suéltame! – grito en lo último y me dolía de tanto reírme.

Se quedo encima de mi y me miro, ya sabía en que iba a terminar esto. Abrazo mi cintura y acarició mi mejilla, nos miramos unos segundos como si fuésemos dos amantes que recién se están conociendo.

— eres y siempre serás lo más escencial en mi existencia, tu eres mi vida – susurra dejando un beso en mi frente.

— ¡te amo! – digo.

Soltó una sonrisa y nos besamos, tome la inicia de dejarlo abajo de mi y le quite la camiseta, apretó mi cuerpo hacia el suyo y me quito la blusa, me beso y continuó poco hasta quedarnos sin nada de ropa.

...

Me encontraba en una situación que no sabía como llevar, en redes sociales hablaban muy mal de mi y mi celular no paraba de sonar.

En Twitter me estaban funando por simple hecho de haber nacido, me estaba enterando de mi cosas que ni yo mismo sabía.

— no les des atención – me dice Ben.

— los que me odian me tienen como tu accesorio, como la mujer de Benjamín Pavard, como la esposa del futbolista – suspiro – y los que me quieren o me respetan me tienen como la gran Erin Evers, licenciada en negocios internacionales y modelo, pero también me queman por drogadicta, haber abortado y fraude a mis propias empresas – respondo y ríe.

— amor la gente tiene que hablar de ti por que es su trabajo alimentar a la gente, los que te tiran en redes sociales lo hacen por que tu tienes lo que ellos no...

— no se como llevar esta situación cariño, quiero ahogarme en un vaso de agua e ignorar todo, solo dormir y dejar de sentir, no tengo ánimos de nada – susurro.

𝓘𝓷𝓮𝓯𝓪𝓫𝓵𝓮 ; Benjamín PavardWhere stories live. Discover now