veintidós

18 1 0
                                    

Estaba en Múnich, en una casa de campo muy grande y bonita, aun que, estaba sola.

Estaba al borde del suicidio con tantas cosas que habían pasado últimamente y quería dejar de sentir tanto, quería calmarme por dentro y estar bien, quería llorar hasta quedarme dormida y luego entender que nada puede estar mal.

¿Cómo es posible que se me acuse por fraude?

Tocaron el timbre y tenia conocimiento de que nadie sabía donde estoy, solo Ben, pensé mucho en eso de abrir la puerta pero si me aparecí por la ventana, era un hombre.

Por aburrimiento abrí la puerta, el tipo me dio una sonrisa y no era un policía en cubierta.

— ¿Tu eres? – pregunto.

— el vecino más cercano a este lugar... Mi nombre es Ariel, Ariel Grandt.

— ¡noooo! – digo sorprendida.

— si, ¿Por qué? – me mira.

— soy Erin, Erin Evers la hermana de Bran – respondo y se sorprende.

— ¡enserio! – me abraza.

Le invito a pasar y nos sentamos en el sofá, estaba sola aquí, podía invitarle un café pero tendría que prepararlo yo.

Podía resumir que conozco a Ariel por que el salía con una de las conocidas de hace muchos años de Benji, y cuando me dejaba el era la persona que yo usaba para olvidarlo, nos molestamos pero jamás pasó nada entre nosotros, nunca.

— ¡Que guste verte eh! – ríe.

— lo mismo digo.

— ¿Qué ha sido de ti? – enserio que no sabe.

— me case hace meses con ya tu sabes – niega y empieza a reírse — ¿y de ti con Lauren?

— terminamos hace años y fue definitivo – dice – pero ahora tengo una nueva novia que me quiere y que yo quiero.

Si tuviera la oportunidad de borrarme la memoria lo haría, volver al pasado era algo que odiaba por que nada fue perfecto, siempre pensé que no tenía que tener un corazón con nadie, pero era imposible por que siempre he sentido mucho, las personas no vale la pena, solo eran personalidades.

— ¿Cómo es que terminaste casandote con ese niño que no sabía lo que quería, o ya sabe? – akjdjsja ay.

— por más que trate de olvidarlo no pude, me aferre a ingresar a la universidad, a mi misma y a todo pero no pude, pero tampoco podía perdonarle – me río – y volver con el sería un total error, por que yo no era lo que quería y el no cambiaría por mi y perdí la esperanza y solo seguí con mi vida...

— te volvió a buscar no es cierto – asentí – pero que hiciste con lo que paso y te causó.

— no le perdone hasta que lo tuve de rodillas diciéndome que iba a cambiar y que si se mostrará arrepentido – empieza a reírse.

— ¿entonces si cambio?

— las personas nunca cambian por más que lo intentes, cuando piensas que cambiaste algo te hace perder la cabeza y vuelves a ser el mismo o la misma – lloro.

— pero tu ya sabes lo que mereces no.

— si y por eso es que no le perdonaría que me volviera a hacer lo mismo del pasado o a tratarme como lo hacía – sonríe y me abraza.

— fue un enorme placer encontrarte sabes, no pensé hacerlo jamás.

— ni yo... ¿Estudiaste? – pregunto.

— logré sacar la pedagogía y ahora soy profesor del área de deportes en una escuela y tengo mi propia escuela de fútbol para preparar jugadores ya que yo no pude ser uno – triste.

— yo, toco licenciatura – digo.

— ¿Y que querías ser? – teibolera.

— actriz, pero si estudiaba eso no triunfaria y me moriría de hambre – digo.

— ¿Porque no triunfarias si eres la hija de Raphael Evers? – sufro.

— que no lo hubiera hecho por mérito propio o por que yo me haya ganado – contesto.

— pero era tu sueño.

— pero a veces debes renunciar a ellos – baja la mirada y sonríe.

— es terrible siempre.

Nos quedamos procesando nuestra existencia y luego me miro, me miro y nos reímos.

— ¿Qué tal tu matrimonio? – kajdksks.

— es hermoso sabes, fue uno de mis sueños que hice cuando conocí a Ben y recuerdo que tuve que renunciar a ellos pero ahora que los estoy viviendo soy muy feliz, pero últimamente han habido muchas cosas que no se, me desconcierta – digo.

— ¿Por qué? – arquea una ceja.

— tuve un accidente por que me drogaron y ahí me enteré que seríamos papás, no pasó mucho desde la buena noticia y luego luego me provocaron un aborto y hasta cuando vine de Italia, Ben pensó que yo le habia estado siendo infiel...

— ¿Quién te odia tanto?

— conseguí un trabajo por mérito propio aquí en Múnich, salí de las empresas de la familia y ahora me miras, mi jefe se enamoro de mi – me río.

Ahora me daba risa pero también sentía un miedo terrible por detrás.

— no es tu culpa haber nacido bonita – dice.

— exacto pero pues nada.

Si le ofrecí café y tuve que ir a prepararlo, me sentía triste por que Benji no me llamaba ni mucho menos me escribía, encima de eso estaba sola y no me confiaba de nada con todo lo último que había pasado.

𝓘𝓷𝓮𝓯𝓪𝓫𝓵𝓮 ; Benjamín PavardWhere stories live. Discover now