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𝐄𝐋 𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑 𝐕𝐀𝐒𝐓𝐀𝐆𝐎

Vanessa escuchaba las palabras de Criston con una expresión serena, aunque sus ojos destilaban un dejo de desafío. Mientras caminaban por los pasillos de la fortaleza, los susurros de la carta resonaban en su mente.

- A la esposa del usurpador, vamos a entregar a su esposo el príncipe Aemond en seis días a la reina Rhaenyra. Sabemos de su embarazo y no somos capaces de asesinar a un niño en vientre. Así que espero que antes de esos dos días usted vaya donde su padre y le pida perdón de rodillas. Estoy seguro de que un padre podría perdonar la dicidencia de su hija. Sin más, me despido - hablo Ser Criston

Criston dobló la carta y la guardó. Vanessa se detuvo en mitad del pasillo, mirando hacia el horizonte a través de una ventana.

- ¿Qué piensas hacer, mi reina? - preguntó Ser Criston.

Vanessa sonrió.

- No me arrodillaré ante Daemon ni mendigaré perdón. Tampoco permitiré que nadie me diga que hacer Ser- Su voz resonaba con determinación - Ser Criston, necesito que mande algunas cartas en menos de tres horas - instó Vanessa, y el caballero asintió en señal de obediencia, listo para cumplir con sus órdenes- Tienen al rey, consideren a esa casa extinta - declaró ella, mientras una patada del pequeño en su vientre parecía respaldar sus palabras. Un destello de deseo por no estar embarazada cruzó su mente por un instante.

Un dragón defendía a su dragón.
Aemond era su dragón.
Su mejor amigo.
Su guerrero.
Su servidor.
Su esposo.

Perderlo no era una opción, no lo amaba, no sabía si lo hacía, había olvidado lo que esa palabra era, pero le tenía un cariño inimaginable.

- Majestad, necesitamos informarle de esto a la Mano del Rey - sugirió Ser Criston, señalando la importancia de comunicar la situación a los demás.

Vanessa, sin embargo, tenía otros planes.

- No le informen a nadie, quemen esa maldita carta. No quiero que sepan que lograron aprisionar al rey - sentenció con firmeza, decidida a manejar la situación con astucia y sin revelar debilidad alguna. Ser Criston asintió, comprendiendo la estrategia de su reina.

Vanessa fue a su habitación mientras Ser Criston iba a realizar lo que ella lo había mandado a realizar con discreción, Vanessa con cuidado retiró una tapa falsa del fondo de su armario, contempló dos espadas. "Fuego Oscuro", la espada planeada para ser un regalo festivo para Aemond la cual habia recuperado hace poco.Por otro lado, "Hermana Oscura", la espada forjada por Maegor el Cruel, brillaba con una oscura historia. Era hora de asumir la responsabilidad y empuñarla.

[...]

En la penumbra del calabozo, Aemond experimentaba una mezcla de frustración y rabia. La falta de visión y la fría dureza de las cadenas que aprisionaban sus muñecas solo aumentaban su desesperación. Su mente trabajaba a toda velocidad, buscando soluciones en medio de la oscuridad.

El recuerdo del ataque por sorpresa se repetía una y otra vez en su cabeza. Se preguntaba quiénes podrían ser los traidores que lo habían apresado de esa manera tan deshonrosa. La furia y el deseo de venganza arremetían contra él, pero también sabía que necesitaba mantener la calma para idear un plan de escape.

El sonido lejano de pasos resonaba en los pasillos del calabozo, indicando la presencia de los carceleros. Aemond se erguía con determinación, evaluando sus opciones y deseando encontrar una fisura en su prisión.

Escucho un rugido de dragón.

El rugido del dragón persistía en el aire, vibrando en las paredes del calabozo y generando una tensión palpable. Aemond, incapaz de distinguir si pertenecía a Caraxes o a otro de los formidables dragones Targaryen, se preparó para lo que pudiera venir. La incertidumbre aumentó la oscuridad en su confinamiento.

De Fuego y Cenizas Where stories live. Discover now