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𝐌𝐀𝐄𝐆𝐎𝐑'𝐒 𝐃𝐀𝐔𝐆𝐇𝐓𝐄𝐑

Aemond se incorporó con premura al despertar, encontrando la cama desierta a su lado mientras los primeros rayos del sol se filtraban por las cortinas. Una ráfaga de inquietud lo envolvió, impulsándolo a levantarse apresuradamente en busca de su esposa ausente.

En tanto, Vanessa ya estaba despierta desde hace horas, entregada a las rutinas que marcaban sus mañanas. Sumergida en un baño de pétalos fragantes como acostumbraba, emergió con la frescura del amanecer. Ataviada con un vestido morado, liviano y elegante, y llevando consigo su corona, se hallaba absorta en la escritura de innumerables cartas.Cada región recibiría un mensaje personalizado, dirigido a las familias de aquellos que aún no habían jurado lealtad. Además, preparó una carta especial, destinada a ser entregada por Otto Hightower, acompañado por una reducida escolta de la guardia real. Mientras la tinta fluía en el papel, Vanessa delineaba con precisión las palabras que sellarían alianzas y consolidarían su posición como reina.

"Con respeto y reverencia, esta carta se forja con el propósito de proclamar a los nuevos monarcas de Poniente, Aemond y Vanessa Targaryen. Extendemos este mensaje con cordialidad y un deseo genuino de paz, invitándolos a aceptarnos como sus soberanos. En la esperanza de construir un reinado lleno de prosperidad y colaboración, les pedimos que presten su juramento de lealtad.

Sin embargo, la gravedad de esta elección no debe subestimarse. En caso de optar por desafiar esta invitación, no solo enfrentarán la adversidad de sus vidas, sino que también precipitarán la extinción de su linaje. Nuestra voluntad es la de construir un futuro en armonía, y confiamos en que comprenderán la magnitud de esta ocasión.

Con sinceros buenos deseos,

Aemond y Vanessa Targaryen, Reyes de Poniente."

—Vanessa, ¿Qué haces aquí? —preguntó Aemond, desde la puerta mientras observaba a Vanessa.

—Estaba ocupada escribiendo las cartas que anunciaron nuestra llegada al trono —respondió Vanessa, sentada en una mesa de roble tallado, donde yacían dispuestas hojas de pergamino y frascos de tinta.

—¿Por qué no lo hiciste en la habitación? —cuestionó Aemond mientras se acercaba a ella.

—Pensé que, al igual que Alicent, tendría una habitación aparte —explicó Vanessa, mirándolo con sorpresa por su presencia temprana.

—No, ni pensarlo. Tú y yo compartiremos la habitación monárquica. Es la más grande, y no pienso estar aquí sin ti —declaró Aemond con firmeza, admirando las letras escritas en la carta que yacía frente a Vanessa. La tinta morada, una amalgama de rojo y azul, llamó su atención de manera inusual.

—Está bien, entonces ordenaré que mis pertenencias sean trasladadas antes del anochecer, Mondy — respondió Vanessa, entregándole una de las cartas a Aemond —¿Qué opinas? —

Aemond leyó con atención el contenido de la carta. Le sorprendió la cordialidad del mensaje que invitaba a aceptar pacíficamente el nuevo reinado. Sin embargo, no pasó por alto la astuta sugerencia de consecuencias mortales en caso de rechazo. La ironía del texto le dibujó una sonrisa.

—Están perfectas —sonrió—Cuando estén listas, las enviaremos. Mientras tanto, me dirigiré a los calabozos para tratar con los lords que aún no han jurado lealtad—

—Cuando termines, te alcanzaré. Llévalos al salón del trono y trátalos con firmeza. Me uniré a ti en pocos minutos — Vanessa expresó sus instrucciones con determinación, delineando la firmeza que deseaba mostrar hacia aquellos que desafiaban su autoridad.

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