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𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐓𝐎𝐑𝐌

Dos largos días habían pasado desde que Vanessa se había lanzado al mar durante la tormenta. Aemond estaba inquieto y desesperado por encontrarla, finalmente recibió noticias.

-Mi principe,tenemos noticias - Arrik el guardia que había cuidado a Vanessa en Oldtown llegó con la carta de Lord Borros, el hombre veía más que como una princesa a Vanessa, era como una hija para el, la había visto desde que lo pusieron a su cargo -
Según los informes, Ness... la princesa Vanessa ha llegado a las tierras de la Tormenta y esta bajo el mando de la Casa Baratheon-

La noticia lo llenó de determinación y ansias de reunirse con ella.

-Vanessa- Helaena la cual minutos antes había estado sumida en su mundo bordando arañas negras levantó la mirada con una sonrisa-Aemond tienes que ir con ella - dijo la princesa -Tienes que llegar antes que los dragones de la roca se enteren -

Aemond no entiendo y solo le sonrió a su hermana la cual estaba en el cuarto de su madre al igual que el. Sin perder tiempo, Aemond se dirigió hacia Pozo dragon donde encontró a a Vhagar, listo para partir. Montó en el dragón y, con un poderoso aleteo, se elevaron en el cielo. Volando a toda velocidad, Aemond se sentía impulsado por la urgencia de encontrar a Vanessa y asegurarse de que estuviera a salvo.

El viento aullaba a su alrededor mientras recorría distancias en busca de cualquier señal de la joven princesa. Sabía que tenía que encontrarla antes de que cualquier daño pudiera alcanzarla. Mientras surcaban los cielos, la mente de Aemond se llenaba de recuerdos de Vanessa y los momentos compartidos juntos. No podía permitirse perderla.

Durante el tiempo en que Vanessa estuvo ausente en Driftmark, los intentos de Alicent por encontrarle un compromiso no pasaron desapercibidos. Había buscado con ahínco a una dama que pudiese equipararse a la belleza y la elegancia de la princesa, y finalmente, se decidió por una joven de la Casa Arryn. La doncella poseía cabellos castaños que parecían acariciar el sol en su tono dorado, y sus ojos eran un claro azul, que a menudo evocaba los cielos despejados. Incluso habían vestido a la dama de morado en un intento de imitar a Vanessa, pero Aemond apenas alzaba la cabeza para saludarla, y su corazón permanecía impasible ante la presencia de la joven. Ninguna flor podía compararse a su flor, Vanessa.

Aquel intento de emparejarle solo consiguió que el príncipe recordase más intensamente a su amada. La dama recién llegada no era más que una flor insipida ante sus ojos, un reflejo pálido de Vanessa en su mente y corazón. La verdadera belleza, la que hacía latir su corazón con intensidad, seguía siendo Vanessa, "su flor morada", su amada, la más hermosa flor en todo el jardín de su vida.

Finalmente, Aemond llegó. Descendió de Vhagar y dejó a su feroz dragón esperando afuera, una imponente figura en reposo. Pasados unos minutos, otro dragón surcó el cielo. Era Arrax, montado por Lucerys. Ambos príncipes fueron escoltados hasta la presencia de Lord Borros Baratheon para sostener conversaciones cruciales.

Mientras los príncipes se enfrentaban a una reunión que podría definir su futuro, Vanessa encontraba con las hijas de Lord Baratheon. Con gestos amables, estas jóvenes damas la ayudaron a vestirse con ropajes más dignos y asearon su apariencia. Poco a poco, la princesa pareció haber recobrado la chispa en sus ojos, como si la presencia de sus compañeras le hubiera insuflado ánimos.

Aunque se le había ordenado permanecer en su lugar, Vanessa no pudo contener su curiosidad al escuchar la voz de Aemond, quien claramente reclamaba el ojo Lucerys. Vanessa salió de su refugio y se aventuró en el pasillo principal.

-Vanessa- dijeron ambos Targaryen al verla.

Lord Baratheon escuchó las palabras de Lucerys y Aemond, y se encontró ante un dilema. ¿A cuál de los dos debería entregar a Vanessa? La joven princesa era el centro de atención en ese momento

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