35. Almas en pena.

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──No recuerdo nada de anoche ──Frunció el ceño, con frustración, como si necesitara disculparse.

──Cuando te encuentres bien, hablaremos de eso.

Borré la preocupación con un beso en sus labios.

Decidí que lo mejor sería que descansara por ese día, todavía estaba en riesgo de una neumonía o algo peor.

Por mi parte intenté lavar con un baño el peso de la noche anterior y mis pensamientos lúgubres, me vestí con una pelisse con los colores plata del dios Aeres y el rojo escarlata del Imperio y el dios Fóres.

No pudimos extendernos mucho más, y yendo a la junta, fue Kaiser quien me reclutó a un lado del pasillo.

──Mis soldados encontraron el cuerpo de tres sirvientes.

Presioné mis manos, que descansaban juntas sobre el comienzo de la falda, en intento vano de esconder el terror que me traía el descubrimiento, la confirmación de una sospecha.

──Hay que encontrar al atacante ──fingí por inercia, porque siempre había sido fácil de esa manera.

Kaiser torció una mueca de pura compasión.

Me alejé para que él siguiera mis pasos y con suerte nadie nos escuchara.

──Ocurrió lo mismo en Katreva ──advirtió, su tono grave solo empeoraba lo lúgubre de la noticia.

Busqué soporté en el arco de piedra que nos daba una salida al patio invernal.

Dejé escapar el aire.

──Igual que en Seleari ──completé──. ¿Crees que él lo sabe?

──Lo habrá sabido antes que todos nosotros...

Esperé hasta que se acercó junto a mí en el páramo de hielo.

──Cuando me ocurrió por primera vez estaba aterrado, descubrí que cargaba con el peso de la bestia ──confesó el joven lobo──, con el tiempo logré controlarlo, él también podrá.

──Tú tienes la fuerza, un don que proviene de un deseo que les concedió Rella para proteger sus tierras, Killian viene de una maldición, es solo jugar con el destino hasta que...

──¿Por qué ahora? ──me detuvo entonces.

──Creo que tiene que ver con Escar, con algo que pasó ahí, pero él no quiere decirme, supongo que no quiere que le tema ──suspiré──. Los veladores como él son más propensos a las energías, lo leí, el ministerio de Guerra fue atacado muchas veces, supongo que son los espíritus los que alteran a las sombras.

Y si Aessi no nos respondía, entonces Killian pagaría las consecuencias.

Un soldado llamó a Kaiser y aguardé ahí mientras él se despedía con una venia, Nívea se revolvió de un lado a otro, inquieta.

Decidí aprovechar ese tiempo para ir hasta el templo de la Madre, un pequeño refugio de piedra blanca con columnas sosteniendo un techo en cúpula que hacía las veces de altar para los soldados desesperados.

Nívea me siguió.

Extendí mi mano para acariciar su pelaje blanco, entonces lo noté, una gota de líquido carmín, denso, cayó para fundirse con la nieve.

Alcé la cabeza solo para notar como el ave sobrevolaba mi posición, al acecho, luego fue directo hacia la ventana de la habitación donde se encontraba descansando Killian.

Volví mi vista al castillo, en la lejanía, solo para observar a Kaiser con el rostro congestionado de rabia, salió hecho una furia en dirección al mensajero, lo ví alzar al pobre hombre del suelo, lo levantó un par de pies de alto.

Tuvieron que apartarlo dos hombres para que soltara al emisario.

Alguien me detuvo antes de que pudiera alcanzarlo.

Fue una voz suave y tenue, cargada de rencor y furia, un veneno denso que le servía de combustible.

Alcé los ojos para ver a Ciro sobre la nieve.

──¿Qué acabas de hacer? ──indagué, nunca totalmente preparada para sus infinitos trucos.

Su imagen era la de un demonio en la nieve, ojos de cuarzo y temple de hielo, afilado como el acero y tan pálido como un espectro.

──¿Te cansaste de jugar a la guerra? ──se burló.

──Ciro...

Di un paso hacia él, pero enseguida entendí que no sería prudente, él avanzó hasta mí, pasos calmos y elegantes.

Si él le había hecho algo a Keira Vaetro, si la mataba, o peor...

──Ciro...

──No temerme te volvió descuidada ──Sostuvo mi mentón en alto.

No dudé.

──Esto solo demuestra que estás acorralado, sabes muy bien que ella era tu único seguro en contra de Heletrar.

──No le tengo miedo a ningún perro mugriento ──señaló con un odio profundo envenenando sus ojos grises──. La única forma en que esto terminará bien para ese lobo que tienes como lacayo es si se arrodilla y suplica lo suficiente como para que yo me apiade y decida cortarle la cabeza muy rápido.

Cuando la furia se aplacó, en sus ojos solo quedaron el gris opaco de las cenizas.

──Estás desquiciado, más a allá del entendimiento, ya no se puede razonar contigo.

──Oh, claro que sí, querida, apelar a mi razón es la única forma en la que sabrás lo que haré.

──Killian no te lo perdonará ──insistí.

──Él la condenó cuando cedió a sus planes de venganza.

──Estás demente.

──¿Yo o tu adorable amante? Avísame si ya perdió la cabeza, avísame cuando no quede nada de lo que era, cuando debas matarlo para proteger a los tuyos, avísame cuando hayas perdido todo y estés sola y rota, y volveré a buscarte, amor, siempre que seas muy convincente.

──Estás solo, Ciro, rodeado de enemigos, nadie confía en ti y eres incapaz de hacerlo ni en tu sombra, temo por el futuro de Escar, no por ti porque sé que por tu desesperación has perdido. Te alimentaste de odio, Ciro, ahora perecerás en él.

La crueldad le dibujó una sonrisa al borde de la locura.

──Entonces reformame, conviérteme en un buen hombre ──Sostuvo mi muñeca en alto y me sorprendí porque pude sentir el tacto frío de su piel──. ¿No son para eso nuestras sacerdotisas? ¿No te instruyeron para eso en el templo? No miraras a un costado a un hombre roto...

──Al fin notaste que no puedes construir un imperio sobre cenizas ──le corté con frialdad.

Él me observó imperturbable.

──Reza por mí y mi alma, cariño, y avísale a Heletrar que las islas perdieron a su heredero y que tu amado vuelve a ser el último de los Vaetro, no por mucho.

Ciro se esfumó en el aire.

Las sombras susurraron, inquietas por no poder seguirme dentro del templo de la Madre, luego sisearon su camino lejos como almas en pena.

Podía escuchar el eco del sufrimiento de Killian en el suyo.

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Hola, hola.

Disculpen bueno como saben escribir esta novela siempre es medio cuesta arriba y estas últimas semanas no estuve escribiendo ni editando.

¿Qué les va pareciendo esta segunda parte de la novela hasta ahora?

Elegí poner my tears ricochet porque describe perfectamente la relación de Kalena y Ciro, alguien a quien amaste y se convirtió en un enemigo,
además la relación de ellos dos sigue siendo ─romántica o no─ un eje para la historia.

Como siempre me encanta leer sus opiniones.
Besos
🧡




Los Pecados que Pagan las BestiasWhere stories live. Discover now