57. La última pieza del puzle

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El internado estaba prácticamente vacío

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El internado estaba prácticamente vacío. No eran vacaciones, pero sí puente festivo. No habría clases hasta el miércoles, por lo que la gran mayoría de los estudiantes habían vuelto a sus casas para disfrutar de cinco días de libertad, con sus familias y amigos. No harían más que aburrirse en el King's Collage si se quedaban. ¿Con cinco días por delante? Más de uno acabaría en el pueblo intentando combatir con el aburrimiento.

Los chicos se habían marchado en la mañana, no todos, pero si una parte del grupo. Tomás, Benjamín y Andrés tomaron el primer bus para luego ir a la estación de trenes más cercana. Habría ido Lulú con ellos, pero Benjamín no pudo convencerla para que le acompañase. Ella también había decidido quedarse, ¿el motivo? Lo desconocía.

Con la montaña casi vacía de gente, hubo quienes decidieron que sería buen momento para dar caza a la bruja ahora que sabíamos cuáles eran los pasos que debían seguirse. Conseguimos frenar ese ímpetu de Nate y Max para asegurarnos de que no corrían peligro. Gracias a Amanda, sin duda. Ella fue quién los convenció de que era imprudente hacerlo.

―Volverá ―les había dicho yo, poco después―. Necesita su sacrificio para seguir con vida. El tiempo se le está acabando.

―¿Cómo estás tan segura? ―preguntó Nate.

¿Una corazonada?

No supe encontrar las palabras exactas.

Y esa noche salí del subterráneo para encontrarlas.

Tomé asiento al borde de la piscina y metí los pies en el agua. No importaba que mi chándal se mojase, disfrutaba del tacto de la tela contra mi piel. Podría lanzarme al agua y tumbarme en el fondo, como muchas veces había hecho antes. Pero estaba segura de que alguien interrumpiría de aquí a unos minutos, y poco me enteraría si permanecía bajo el agua, inmersa en la burbuja que eso suponía.

Esta noche no había venido hasta aquí para pensar, no únicamente.

Había apostado mi jugada a una sola carta y esperaba que funcionase.

Ya no había más piezas para juntar, bueno, sí quedaba una. El puzle estaría resulto de no ser por esa pieza faltante, la cual esperaba poder colocar pronto. De esa forma, con el peso de dos muertes a mi espalda, habría completado el juego de Agnes y podría derrotar a la bruja.

Un pinchazo en mi antebrazo me golpeó. Remangué la manga de mi camiseta y observé la herida sin cerrar. El mero roce sobre esta ya me sonsacaba un quejido, se podría decir que veía hasta estrellas cada vez que sentía presión en esa zona, ya fuese por haberme apoyado en ella o que sin querer alguien me agarrase de ahí. Y Nate tenía la manía de tomar mi antebrazo cuando quería algo de mí, y era de estas manías que no se quitaban por nada del mundo. Se lo había repetido una y otra vez, y una y otra vez se lo volvía a recordar después de haber dado soltado uno que otro grito.

CaosWhere stories live. Discover now