3. El tulipán perdido

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Respira

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Respira. Toma aire y respira.

—Estamos locos, ¿o qué?

Agarré mi maleta y asentí con la cabeza, incapaz de creerme lo que tenía ante mí.

Habíamos llegado al internado, al King's Collage, gracias a una única línea de bus que conectaba el pueblo con el nido de pijos al que ahora íbamos a sumergirnos de lleno. Esperaba encontrarme con algún que otro coche de lujo pero no con cientos de limusinas aparcadas en las amplias explanadas a expensas de que los señoritos y señoritas saliesen con sus mejores galas. Ninguno llevaba el uniforme a diferencia de nosotros y los pocos que habían subido en el bus. En otras palabras, la gente "normal".

—¿Cuándo se convirtió mi querido internado en una copia barata de "Las Encinas"?

—Netflix hace mucho daño —comenté asombrada—. ¡Por los macarrones de Carla!

—¿Dónde nos hemos ido a meter? —le escuché decir en voz baja.

No era la única sorprendida del gran cambio entre nuestros recuerdos y la realidad.

¿A dónde había ido parar mi preciado "Internado Cervantes"? Sí, el nombre antiguo era mucho mejor. Ni inglés ni hostias, ¡¿dónde estaba mi querido Cervantes?! No había rastro de la estatua, tampoco de la placa conmemorativa.

—Creo que nos hemos equivocado de montaña.

—Pienso lo mismo —dijo Nate—. Busquemos la correcta.

Íbamos a darnos media vuelta solo por la coña entre nosotros cuando una chica rubia, uniformada y con una carpeta en las manos se interpuso en nuestro camino. Tenía una sonrisa en el rostro y a diferencia de muchos de los que bajaban de los coches, los cuales bajaban a regañadientes, parecía estar feliz de estar ahí. Ambos tragamos saliva al verla dar varios pasos hacia nosotros mirándonos fijamente.

¡Sáquenme de aquí!

—Hola, chicos —nos saludó—. Dejadme que me presente. Soy Alba de la Hera, vicepresidenta del Consejo Estudiantil del King's Collage. Estoy reuniendo a todos los alumnos de nuevo ingreso para explicarles las normas básicas...y algo me dice que lo sois.

—¿Algo? —Vi a Nate sonreír—. Somos de los pocos que llevan el uniforme puesto.

La chica correspondió a su sonrisa cargada de picardía y sus mejillas se tornaron un poco rojizas. Parecía tener mucha confianza al hablar pero tenía una debilidad, o eso intuí en ese momento. Era tímida con el sexo opuesto, especialmente con aquellos que fueran de buen ver como Nate, ahora llamado "Anselmo".

Recordé la sonrisa de Amanda al elegir su nuevo nombre. Se había cobrado una buena venganza.

—El primer día está previsto para el acomode de los alumnos y la integración de los nuevos —explicó Alba—. Los que conocen las normas saben que no es necesario llevar el uniforme hasta el segundo día. Y sinceramente, gracias a ese pequeño detalle, puedo encontrar a los nuevos entre tanta gente.

CaosWhere stories live. Discover now