7. Sueños y recuerdos

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La habitación estaba sumida en la oscuridad después de que el reloj marcase las siete

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La habitación estaba sumida en la oscuridad después de que el reloj marcase las siete. En el techo podía ver las sombras de los árboles, y aburrida, alargué el brazo para alcanzar una de ellas. Quería tocar la oscuridad del mismo modo que ella lo hacía conmigo. Sin embargo, en ese momento, sentí un brazo aferrándose a mi cintura y me volví hacia mi acompañante. Si se hacía el dormido, era un horrible actor.

Era tan hermoso, tan bello... Acaricié su mejilla con las yemas de mis dedos.

―No deberíamos estar aquí ―susurré―. Todos están cenando.

―Me da igual ―respondió en un murmulló, todavía con los ojos cerrados.

Esbocé una sonrisa y acorté la distancia que nos separaba para saborear sus labios con delicadeza. Pero la presión de mi cintura se hizo más fuerte, más real, y suspiré en su boca al sentir tan cerca.

Él abrió los ojos y sentí la oscuridad devorarme. No podía resistirme a sus ojos, a ellos no.

―Me gusta tenerte cerca, Emma ―susurró, presionando su dedo pulgar sobre mis labios.

―¿Seguro?

La pregunta se perdió con su risa cuando le mordí y pasé a comerme su boca. No pareció disgustado por la idea ya que me respondió con habilidad, sin dejar de mover sus manos sobre mi cuerpo. Y al separarnos, le sonreí con el corazón taladrándome el pecho.

Entonces, acortó la poca distancia que había entre nosotros y me besó de vuelta. Pasé las manos por su cuello y lo atraje hacia mí. Necesitaba más de él, necesitaba todo de él. Mi sonrisa se ensanchó cuando lo sentí sobre mí, tocándome como sabía que me gustaba y mirándome como si fuese el último bocado del mundo. Oculté mi sonrojo con mis manos, pero él me tomó de las muñecas y marcó un camino de besos entre el brazalete y mi clavícula.

Volví a suspirar y esta vez su nombre se escapó de mis labios.

―Juegas sucio.

―¿Perdón? ―Le vi sonreír antes de atacar mi boca―. Estaba plácidamente dormido.

―Puedes volver a dormir si tanto quieres.

Su carcajada me contagió y reí junto a él.

―Ni loco ―dijo, y se separó para contemplarme bien―. Si te vieras como te veo yo ahora, te aseguro que no desperdiciarías ni un segundo de tiempo lejos de ti.

―Todo un poeta.

―Y este poeta te va a demostrar cuanto te quiere.

―¿Me harás un poema?

―Podría, pero ahora tengo ideas mucho más perversas en la cabeza.

Soltó mis muñecas y se deshizo de sus pantalones, haciendo que la temperatura de mi cuerpo aumentase estrepitosamente. Sentía que me estaba ahogando de calor... Froté mis muslos al pensar en lo que se avecinaba y no pude evitar morderme el labio inferior, ansiosa y expectante.

CaosWhere stories live. Discover now