26. No pierdas la cabeza, my dear

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Había experimentado el dolor en muchas de sus formas, pero nunca con tanta intensidad

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Había experimentado el dolor en muchas de sus formas, pero nunca con tanta intensidad.

Articular palabra alguna con el puñal en la garganta era una hazaña imposible. Sentía que mis cuerdas vocales habían sido rasgadas en el acto y mi cuerpo intentaba recuperar lo perdido a pesar de estar tan débil al no haber sido alimentado debidamente.

Cerré los ojos y me concentré de nuevo en el dolor cuando mis dedos tocaron una vez más el mango. La magia que lo cubría quemaba mi piel y rasgaba mi alma por dentro. Estaba envenenado, bañado en algún hechizo que me era desconocido y dotado de un poder que ahora experimentaba en carne propia.

―Deberías parar ―dijo Alba con la cabeza ladeada y una sonrisa en el rostro―. Por mucho que lo intentes, no saldrá. Está diseñado exclusivamente para los de tu clase.

―¿Qu...di...es?

No pareció sorprendida porque hablase, aunque apenas se me entendiese. Lo que de verdad la pilló desprevenida fue el desconcierto que cubría mi expresión.

―¿De verdad no sabes nada?

Mi rostro debió darle la respuesta porque su sonrisa se ensanchó.

―Esto es más interesante de lo que esperaba ―señaló, soltando una carcajada―. ¿Quién lo diría? Fue precavido por una vez.

No se alejó del borde. Se mantuvo quieta, expectante a todo movimiento que hiciera, sin despegar la mirada de la empuñadura. Y en un momento dado, cuando intenté otra vez sacarme la hoja del cuello a pesar de las consecuencias, su sonrisa se asemejó al del gato de Alicia en el País de las Maravillas.

Casi debería ser imposible sonreír así. Era aterrador.

Más que veía, más me daba cuenta de las diferencias. La chica que conocí, la verdadera presidenta del Consejo de Estudiantes, no estaba delante de mí. Se trataba de otra persona totalmente distinta, pero con la apariencia de Alba. ¿Cuándo había hecho el cambiazo? ¿Cuándo exactamente? Nadie se percató de ello, no hasta ahora.

―Tú...no eres...ella ―me forcé a decir.

Ante mi deducción, los ojos de Alba brillaron con intensidad.

―¿En serio, Emma? ¿Tanto tardaste en darte cuenta? ―rio―. Te creía más lista.

Gruñí.

Había estado equivocada en muchas cosas. Sin embargo, mi principal error fue confiarme y creer que Caos sería el único problema cuando viniese al King's Collage. No pensé que habría más piezas a su disposición, más juguetes a parte de los cadáveres, que eventualmente usaría en mi contra. Huí de Max, tuve miedo por Cristian, y sospeché de Alba, pero nunca consideré que fuesen capaces de actuar.

No aún, por lo menos.

Escupí la sangre de mi boca a sus pies.

―No te enfades ―dijo Alba, sin perder su sonrisa.

CaosWhere stories live. Discover now