44. El toque del fuego

862 88 9
                                    


Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Cristian 


Debería haber hecho caso a mi instinto y quedarme a pasar la noche en el subterráneo con Caos. Él no habría estado inconforme con mi decisión, aunque conociéndole hubiera intentado hacerme cambiar de opinión para que permaneciese cerca de Emma e ir acostumbrándose a su cercanía otra vez. Al contrario que el brujo, yo no perdonaba tan fácilmente y me costaba mirarla a los ojos sin recordar el olor de la carne quemándose.

Porque, por su culpa, había muerto.

Y eso no se olvida, no cuando la muerte ya te atrapó una vez.

Aunque ese incidente no estaba en mi mente esta noche, había otra cosa que me molestaba muchísimo más... ¿Emma y Alister en una misma habitación? No era una imagen que quisiese ver ni en mi mejor día, en el que mi paciencia estaba completa y mi resistencia renovada. Pero ni en el mejor ni en el peor, me repetí, solo ver las interacciones que se traían entre los dos me hervía la sangre. Y ser consciente de esa reacción me cabreaba todavía más.

Nunca había sido una persona celosa, no a ese nivel.

Ni con Caos tan siquiera...

Pero mis celos tuvieron una breve aparición y mi mal humor se esfumó tan rápido como Tomás hizo su entrada en el cuarto y comprendí con el escalofrío que recorrió mi espalda que no era él, sino alguien más dentro de su cuerpo. Sabía que no era Agnes mucho antes de que sus ojos me encontrasen entre el grupo, porque la presencia maligna que había sentido en el aula sobresalía de su interior. Como un rastro de oscuridad que se extendía por el dormitorio, envolviéndonos, susurrándonos al oído...

Y no fui el único que se percató. Emma palideció rápidamente, aunque intentó no ser muy evidente para los demás con el fin de no preocupar a nadie. Algo típico en ella.

Siempre mirando para el mundo, nunca para sí misma.

Pensé erróneamente que el gato no actuaría delante de todos, que simplemente permanecería con nosotros de esa manera para atormentarnos en su macabra forma de jugar. Por supuesto me equivoqué. Y aunque el hilo de mis pensamientos iba dirigido en esa línea, por un camino que había escogido con los ojos vendados, no bajé la guardia en ningún momento y seguí observándolo de reojo, por la mirilla de mi mirada.

A veces no hacía falta que lo mantuviese de objetivo para escuchar sus susurros en mi oído, sus carcajadas en mi cabeza, e incluso su tacto en mi alma. Esa oscuridad tan densa que me quitaba el aliento y las ganas de seguir viviendo, arrastrándome hacia ella sin el mínimo esfuerzo, borrando en mí las fuerzas para luchar.

Sus palabras todavía se repetían en mi mente, una y otra vez, una y otra vez.

Para, para. ¡Déjame en paz!

CaosWhere stories live. Discover now