33. El segador de la bruja

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Todos se sorprendieron de que Max apareciera conmigo cuando volví al interior de la Orquídea

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Todos se sorprendieron de que Max apareciera conmigo cuando volví al interior de la Orquídea. Entramos callados, envueltos en esa nueva tregua que habíamos pactado fuera, desconocida para cualquiera de nuestros amigos en común. Pero era notable la diferencia a días atrás. No había gritos ni golpes de por medio, estábamos soportándonos en el silencio que compartíamos en nuestra burbuja de secretos. Ninguno de los dos admitió en voz alta lo que había sucedido en la calle, no al menos cuando nos reunimos con el resto del grupo. Tampoco mencioné cómo Max había pegado un salto al acabar de ver el video de Carmen para vomitar lejos de mí, evitando que así me manchara. Ni hablé de los minutos que me mantuve a su lado en esa ruptura.

No delaté su punto de quiebre, y él no me vendió a mí.

Max desapareció de camino a los baños, y con un par de respuestas bien planteadas, el grupo se contentó al saber que no había ocurrido ningún enfrentamiento entre los dos. Andrés se olvidó de Amanda para salir en mi defensa, pero le prometí que todo estaba bien. Y eso le tranquilizó, no solo a él, a la mayoría. Y retomaron sus actividades tan pronto como las ganas de fiesta volvieron a ellos.

A diferencia del resto, Nate no se movió hasta obtener una respuesta mejor, así que le complací.

―No ocurrió nada. Solo pactamos una tregua.

Una tregua basada en un asesinato.

―¿Bandera blanda? ―Echó un vistazo a Max―. Él no...

―Le enseñé el video del directo ―interrumpí en voz baja, viendo cómo Amanda y Sandra nos vigilaban desde sus posiciones en la pista de baile. Hice un movimiento de cabeza para que estuviesen tranquilas, y cuando lo notaron, ambas volvieron a prestar atención a sus respectivas parejas―. Ahora que nos hemos dejado de máscaras, que todos sabemos quién es quién, pensé que sería bueno enseñárselo.

Recuerda que Nate no sabe de Cristian por tu culpa, me dije. Recuérdalo y sufre.

―Un poco cruel, ¿no? ―dijo Nate―. Él estaba pillado.

―Eran otros tiempos.

―Esas cosas no se olvidan.

―Lo sé, pero pensé que debería saberlo. ¿Te parece mal?

―No es eso. Simplemente, te agradezco que esta vez hayas compartido conmigo esto.

Fue un comentario, uno solo.

Quise echarme a llorar en cuanto me dio la espalda y se alejó.

Eres tan mentirosa, me recriminé en el fondo. Una mentira detrás de otra.

Resguardarse en la mesa que conseguimos ocupar entre todos fue fácil, intentar olvidar el peso de la enorme piedra que sostenía sobre mi espalda...no tanto. Lulú estaba sentada a mi lado, haciendo ojitos a Benjamín a cada rato, sonrojándose cuando la pillaba y se lo hacía saber sin ningún disimulo. La imité y miré a su enamorado, o folla-amigo, fuese lo que fuese, lo que desconcertó al chaval y frunció el ceño. Pero el mensaje estaba entregado.

CaosWhere stories live. Discover now