34. Una cuestión de confianza (+18)

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Me dormí alrededor de las cinco de la mañana, después de que Caos se despidiera con un beso en la frente y cerrara la puerta detrás de él

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Me dormí alrededor de las cinco de la mañana, después de que Caos se despidiera con un beso en la frente y cerrara la puerta detrás de él. Su última sonrisa fue una demostración de lo encantado que quedó al provocar el sonrojo de mis mejillas con ese gesto. Se fue con la energía renovada, y no precisamente por sangre. Eso me asustó, y al mismo tiempo, con mi respiración acelerada por el toque de sus labios, me encantó. Lo disfruté.

Esa cercanía era lo que tanto había añorado en los dos años que creí haberlo matado, esa conexión que en el pasado parecía irrompible y de la que yo misma me encargué de destruir con mis malas decisiones.

Juraría que el calor barrió mi rostro tan rápido como la sonrisa se extendió por el de Caos.

Maldito brujo...

Habíamos hablado de mi tiempo en la universidad. Después de descubrir que Satán acechó a Carmen antes de su muerte, y que ahora estaba detrás de mí, Caos cambió el foco de atención y me preguntó sobre la vida que construí lejos de la montaña. No dudé en responder a eso, no creí que fuese un problema. Él podría verlo en mi sangre si decidía morderme, aunque nunca había intentado tal cosa. Es decir, anteponer sus deseos a los míos. Había llegado a preferir encerrarse en el subterráneo en sus temporadas de sed por eso mismo. Siempre atento y leal...

Una a una relaté el gran repertorio de anécdotas que tenía a mi disposición.

Escuchar a Caos reírse de la historia de cómo acabé prendiendo fuego a una fiesta universitaria porque se me fue de la mano mi cruzada de mordiscos fue grandioso. Me quedé atrapada en su risa.

Era bonita, siempre lo fue.

Las horas pasaron sin que me diera cuenta. Fue Caos el que si se percató al ver el reloj de la cocina, se levantó y tomó a Torquemada en brazos. Entonces, sus ojos se posaron en mí.

―Ve a dormir, my dear. Es tarde.

―No teng... ―bostecé―. Puede que un poco.

―Te he entretenido mucho tiempo.

―Estuvo bien. Ya sabes, esta charla.

La mirada de Caos se iluminó con fuerza.

―Necesitábamos una.

―Más de una, diría yo.

―Pienso igual ―dijo de camino a la puerta.

Después de eso, cuando estuve sola, permanecí frente a la entrada por varios minutos. Sonrojada, nerviosa e intranquila. Había una tempestad en mi interior, una tormenta de pensamientos que arrollaban mi mente con imágenes del todo inquietantes. Y no precisamente por ser oscuras o macabras, eran bonitas y felices. De todos los buenos momentos que pasé en el subterráneo, acompañada de los únicos hombres que había conseguido enamorarme.

CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora