Caótico. Ambicioso. Oscuro. Sensual.
No hay adjetivos suficientes para describirlo. Es un monstruo que yo misma liberé. Un deseo que me condenó al peor de los pecados. Y ahora que ha vuelto buscando venganza, sabe que caeré en sus garras porque no p...
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En un momento perdido del pasado...
Un carraspeo detrás de mí me hizo girar y encontrarme con Carmen que me sonreía divertida al notar que mi mente se encontraba muy lejos de las aburridas lecciones de matemáticas. Señaló con la cabeza un papel que tenía escondido debajo de su cuaderno, y sin que la profesora se diera cuenta, lo tomé. Cualquiera a una distancia prudente pensaría que había cogido prestado su tipest.
«Después de esta clase me voy a la biblioteca, ¿me acompañas?»
Amanda, Nate y Sandra se habían quedado dormidos. No aparecerían hasta la hora de comer, así que ir a la biblioteca era una buena manera de aprovechar el tiempo para preparar los próximos exámenes. Pero...
La miré de reojo y negué con mi cabeza. Luego señalé el pupitre de Cristian, quién a diferencia de nosotras estaba muy atento a las explicaciones de la profesora.
Poco después, un segundo papel cayó sobre mi cuaderno lleno de dibujos a carboncillo.
«¿Me vas a dejar sola para follar? Mala amiga»
Aguanté la carcajada y me tapé la boca con las manos. Si nos descubrían, seguramente, me harían leer en voz alta la nota y no tenía ninguna intención de hacerlo. Antes me lo comía, incluso.
Respondí con una sola palabra.
«Caos»
Después de leerlo, Carmen se rindió y me sonrió de vuelta.
Caos no había salido de su guarida desde anteayer...y estábamos preocupados. Cristian me había propuesto antes del desayuno, en su visita diaria a mi habitación, bajar para comprobar si estaba bien. Nuestro querido nigromante solía recluirse y no salir si se acercaban esas odiosas fechas, alejándose para no perjudicar a nadie. Lo conocíamos suficiente para saber que sus desapariciones siempre tenían un motivo detrás.
Al acabar la hora, y mientras recogía mis cosas, Carmen se plantó frente a mi mesa y empezó a jugar con los papeles que nos habíamos pasado.
―Dile al brujo que tiene que enseñarme un par de cosas de Historia ―susurró.
Rara vez Carmen y Caos se dirigían por sus nombres reales. En muy contadas ocasiones, en realidad. Para ella, él era el brujo y, para Caos, ella era la sabionda. No se llevaban mal, al contrario, podían pasarse horas dialogando sobre cualquier cosa, enfrascados en tediosos debates, mientras el resto se emborrachaba. Sin duda, los dos admiraban la inteligencia del contrario.
―Okey.
Carmen se despidió con la pila de libros en su pecho y movió la mano en dirección a Cristian cuando ambos cruzaron miradas. Así, en apenas un minuto, el sitio de mi mejor amiga fue ocupado por mi novio.
―¿Voy a tener que pasarte mis apuntes de nuevo? ―me preguntó, señalando el cuaderno con mis dibujos.
