56. El manuscrito de una asesina

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Todo se redujo en el doloroso silencio que apareció tras recitar las últimas palabras del manuscrito, incluso la muerte había encontrado un punto de neutralidad al callarse y no reírse de nuestra suerte

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Todo se redujo en el doloroso silencio que apareció tras recitar las últimas palabras del manuscrito, incluso la muerte había encontrado un punto de neutralidad al callarse y no reírse de nuestra suerte. Podría haberlo hecho, pero se contuvo por alguna razón. Quizás, y solo quizás, el golpe cruel de la verdad le había sabido provechoso, y complacida con ello, se abstuvo de continuar con la tortura.

La respuesta siempre estuvo ahí, pensé. Y siempre fue esa.

―¿Carmen nos traicionó? ―preguntó Nate con las manos en la cabeza, junto a una pálida y desconcertada Amanda, quién se mantenía apoyada en su brazo. Él la apretó contra ella, y volvió a poner voz a sus pensamientos, los cuales seguían atrapados en el descubrimiento. O más bien, la confirmación de las sospechas que ya algunos de nosotros estábamos cosechando debido a las pistas que el Gato dejó, y la propia Agnes también―. ¿Ella nos traicionó? ¿Realmente lo hizo?

Eso parece ―dijo Cristian.

―¿Por qué...? ―Amanda no pudo acabar, sus lágrimas se lo impidieron. Después de todo, el destino de Sandra estaba estrechamente vinculado con las decisiones pasadas de Carmen―. ¿Por qué lo haría?

―No podía conformarse con ser humana sabiendo que había una mínima posibilidad de convertirse en lo que era Caos ―habló Max, mirándome de reojo. Las conversaciones pasadas que ambos compartíamos habían estado en la misma dirección que su actual discurso, aunque solo se trataban de hipótesis basadas en nuestras sospechas. Ahora teníamos la confirmación de Carmen a través de su manuscrito―. Su hambre era todavía mayor que el de Caos o Emma. Insaciable, voraz, corrosivo...

―Pero calculó cada movimiento para que nadie saliera muerto, ¿no?

―Eso parece ―respondí a las palabras de Amanda.

―No habría hecho eso si no se preocupase por nosotros.

Max no estaba tan cómodo con esa lectura de los hechos. Y nos lo hizo saber con un gruñido de los suyos.

―Si hubiera sentido la más mínima preocupación por alguno de vosotros, no os habría manipulado de esa forma. Debido a ella, a sus ansias de conocimiento y poder, tenemos dos muertos en la lista. ―Miró a Cristian―. A ti te incluyo, porque técnicamente deberías estar muerto de no ser por tu brujo de la guarda.

―No es algo que se olvide con facilidad ―dijo el susodicho―. Lo tengo presente.

―Me gusta eso del "brujo de la guarda" ―admitió un Caos sonriente.

―Que te guste de lejos ―le advertí―. No quiero que te expongas por nosotros.

―Tu versión sobreprotectora me resulta adorable, my dear.

Reprimí la sonrisa que jugaba por salir, pero acepté gustosa la calidez que su comentario trajo consigo. Necesitaba de todo lo que pudiera darme, también de Cristian, mientras intentaba asimilar el puñal que llevaba tanto tiempo clavado en mi espalda, del que la mismísima Agnes me había advertido.

CaosWhere stories live. Discover now