𝟱𝟲| 𝗕𝗜𝗘𝗡𝗩𝗘𝗡𝗨𝗘 𝗔̀ 𝗡𝗢𝗨𝗩𝗘𝗔𝗨, 𝗣𝗘𝗥𝗥𝗔.

645 64 75
                                    

No podía creer que estuviera de vuelta en Los Ángeles. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que pisé la ciudad que casi había olvidado lo bien que se sentía el sol de California, el aire veraniego que rondaba todo el año y la calidez del sol bronceando los cuerpos de los angelinos que se paseaban por las calles en bikini. 

Estaba nerviosa, muy nerviosa. Una vez que aterrizamos en el aeropuerto, Penny, Steph y yo nos separamos del resto del grupo para dirigirnos al hotel donde se suponía que mi madre nos estaba esperando. Sentía un nudo en el estómago y las manos sudorosas, podía ver los labios de Steph moviéndose en cámara lenta pero no podía escuchar nada de lo que salía a través de su boca. Era como si el mundo se hubiera detenido y sólo existiéramos él y yo. 

─¡Cissy! ─de la nada, mis oídos lograron percibir su voz.

Di un breve brinco del susto y noté que tenía la respiración agitada.

─¿Te sientes bien? ─preguntó mientras me tomaba de las mejillas y me miraba con preocupación.

Inspiré profundo y asentí lentamente.

Claramente él notaba la ansiedad en mi rostro, hasta que finalmente luego de unos minutos llegamos al edificio. Era increíblemente lujoso, casi todo parecía hecho de cristal. El sol se reflejaba en las ventanas y creaba destellos de colores, entramos al lobby y no tardó en aparecer un empleado, quien nos llevó hasta el ascensor y nos hizo subir hasta el piso más alto, justo donde se encontraba la suite presidencial. 

Me costó un poco darme cuenta de que la mano de Steph había tomado la mía, el aire se quedaba atrapado en mis pulmones y tras un par de minutos el empleado nos abrió la puerta y nos invitó a pasar.

Sentí un escalofrío que me recorrió la espalda. Ahí estaba ella, mi madre, posada frente a la ventana como una reina. Llevaba un traje negro, bastante elegante como siempre, mientras sostenía un vaso de whiskey en las rocas en la mano. Parecía que no había notado mi presencia todavía hasta que escuché su voz fría y cortante.

─Llevo más de diez minutos esperándote, ¿Acaso crees que soy una desocupada como el imbécil de tu padre?

Ella se volvió y clavó sus penetrantes ojos sobre Steph, lo miró de pies a cabeza con una expresión de asco y luego saltó la vista hacia Penélope.

─Pensé que vendrías sola, pero al parecer los tres mosqueteros de bajo presupuesto adoran ir juntos a todos lados. ─dijo arrugando los labios.

Sentí una oleada de rabia, pero en busca de mantenerme tranquila decidí cerrar la boca.

─Vamos, siéntese rápido, no tengo todo el maldito día. ─señaló la mesa vacía de cinco puestos que se encontraba frente a la puerta que conducía al balcón.

La mujer nos mandó a sentar con un gesto imperioso. El empleado del hotel seguía de pie y se aclaró la garganta, como esperando algo, hasta que mi madre le lanzó una mirada asesina y fue capaz de mirarlo mucho peor de lo que miró a Steph.

─¿Y tú qué quieres? ─espetó─. ¿Acaso crees que alguien como yo tendría billetes de diez dólares en la cartera sólo para dártelos a ti de propina? Fuera de aquí.

Y a pesar de que no levantó la voz, el chico se puso pálido, tragó saliva con fuerza y tras asentir con rapidez se esfumó tras cerrar la puerta detrás de sí.

─Tenía que ser un hombre, todos son unos buenos para nada, sólo sirven para hacernos perder el tiempo. ─masculló mientras nos seguía el paso rumbo a la mesa─. Y encima se creen lo suficientemente importantes como para darse el lujo de ser infieles.

NO ES TUYO, ES NUESTRO © » 1M8.Where stories live. Discover now