𝟭𝟭| 𝗠𝗨𝗘𝗕𝗟𝗘𝗦 𝗬 𝗗𝗥𝗔𝗠𝗔.

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El sol calentaba la habitación, podía sentir la mañana en el rostro y mientras me encontraba envuelta bajo las sábanas escuché mi móvil empezar a sonar a la distancia, fue así que me deslicé hasta la mesa de noche y sin abrir los ojos luché por adivinar dónde estaba el teléfono hasta que finalmente lo encontré.

─¿Hola? ─contesté con la voz ronca.

─Señorita Duval, sólo le llamo para recordarle nuestra cita de hoy, estaremos ahí en media hora. 

El corazón se me detuvo por un segundo y abrí los ojos como platos, cosa de lo que me arrepentí al cabo de unos segundos, cuando la luz me golpeó los ojos con tanta fuerza que sentí que se me quemaban.

─¡¿Media hora?! ─repetí dando un brinco sobre la cama.

─Así es, ¿Algún problema? ─contestó aquel hombre de voz afeminada que se encontraba al otro lado de la línea. 

Miré la pantalla del móvil intentando descubrir qué hora era, pero debido a que aún estaba algo desorientada vi los números borrosos y al final no pude comprobar la hora exacta. 

─Muy bien, hasta entonces. ─dijo, y tras despedirse con amabilidad finalmente colgó.

Había olvidado la maldita cita con la inmobiliaria, alguien estaba interesado en comprar el departamento y vendrían a verlo hoy. 

─¡Camille, los clientes estarán aquí en media hora! ─di un grito levantándome de la cama mientras veía a la pelinegra fundida en un sueño profundo, con la boca abierta y el diminuto cuerpecito de Harry acurrucado en las costillas. 

En cuanto mi voz retumbó en cada rincón de la habitación la chica abrió los ojos como platos y se levantó de un brinco causando que el niño también se despertara muy confundido.

─¡La cocina está vuelta un desastre! ─entré en pánico saliendo de la habitación rumbo al baño mientras recordaba la noche anterior.

Anoche intentamos hacer una maratón de Harry Potter pero después de llorar como locos por la muerte de Cedric en El Cáliz de Fuego decidimos ir a dormir, también había preparado la cena para los tres así que el lavabo estaba repleto de platos sucios, sin contar el hecho de que el mueble y el piso de la sala debía estar lleno de restos de palomitas de maíz, estábamos demasiado cansados como para terminar las películas así que mucho menos pensamos en limpiar.

Me metí a la ducha y el agua fría me erizó la piel causando que me despertara por completo, aproveché para cepillarme los dientes y una vez que me saqué el jabón del cuerpo salí corriendo de regreso a la habitación, me puse lo primero que encontré en el armario y suspiré aliviada al ver que al menos Camille había organizado la habitación. 

Salí a toda velocidad rumbo a la cocina para empezar a lavar los platos y organizar las encimeras pero para cuando crucé el umbral Harry estaba terminando de organizar los platos en el lavavajillas. 

─Dios, ¿Alguna vez te he dicho cuánto te amo, tonto? ─me acerqué a él y le besé las mejillas.

─Qué asco. ─gruñó fingiendo estar incómodo.

Puse los ojos en blanco y abandoné la cocina para encontrarme con Camille en la sala, arrojando todo el desastre de anoche en una bolsa de basura.

─Espero que esta vez ese hombre haya logrado conseguir un cliente que realmente valga la pena, o de lo contrario le diré lo suyo para que aprenda a hacer bien su trabajo. 

Y antes de que pudiera abrir la boca para responder sonó el timbre.

Abrí los ojos con nerviosismo, la pelinegra tomó la caja con dos rebanadas de pizza que estaba en el piso y tras meterse las dos porciones juntas en la boca salió volando en dirección a la cocina y desapareció del lugar.

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