𝟮𝟱| 𝗟𝗔 𝗛𝗔𝗕𝗜𝗧𝗔𝗖𝗜𝗢́𝗡 𝗘𝗤𝗨𝗜𝗩𝗢𝗖𝗔𝗗𝗔.

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¿Qué me voy a poner?

Nada de lo que empaqué en la maleta me queda bien, parece que estoy embarazada de seis meses en vez de tres, mi barriga se nota demasiado y se abulta debajo de la tela, como si llevara una almohada puesta.

Me miré al espejo y no me reconocí, mi cuerpo había cambiado tanto en tan poco tiempo que todavía me costaba acostumbrarme, mi trasero se veía más grande, y eso me gustaba, pero no compensa el hecho de que los pantalones no me cierran y las blusas me quedan como ombligueras. 

─¡Carajo! ─grité frustrada mientras me quitaba los vaqueros con ganas de tomar un par de tijeras y romperlos en mil pedazos. 

Y mientras yo luchaba por quitarme el cuarto atuendo de la noche escuché lo que parecía ser un cerdo en la habitación. Era Penny, mi supuesta asistente, misma que se había pasado el resto del día desde que regresamos al hotel viendo videos en su teléfono y riéndose como una loca. 

¿Qué demonios le hace tanta gracia? Estoy aquí luchando por entrar en unos malditos pantalones y ella sólo se ríe como si fuera un puerco. 

─¡Penny! ─chillé─. ¡¿Puedes dejar de reírte por un momento y ayudarme?!

─¿Qué pasa, jefa? ─dijo entre risas sin siquiera molestarse en apartar la mirada del celular─. ¿No encuentras nada que te guste?

─¡No, Penny, en realidad no encuentro nada que me entre gracias a esto! ─señalé mi vientre abultado.

Y finalmente, entre risas bloqueó la pantalla del móvil y lo puso a un lado. 

─Parece que estoy a punto de parir, y eso que todavía me faltan seis meses.

─No exageres, no estás tan gorda, sólo tienes una barriguita.

─Una barriguita que no me deja cerrar los pantalones ni abotonar las blusas. ─mascullé.

La chica se puso de pies y procedió a acercarse en mi dirección mientras me veía con ojos críticos, como si fuera una joya en la industria de la moda que intentaba decidir qué tipo de atuendo iría mejor a mi tipo de cuerpo.

─¿Qué te parece si te pones un...

Y sus palabras fueron interrumpidas por un golpeteo en la puerta.

─¿Pediste servicio al cuarto?

Negó ligeramente confundida.

─Pero a lo mejor es... el señor Stephen. ─dijo con una sonrisa tonta.

Tras escuchar su nombre mi mente voló de regreso a lo que vivimos en la tarde después del partido, en la zona de enfermería del estadio, cuando el castaño y yo estuvimos tan cerca que pude sentir su aliento en mi boca y su mano en mi cintura. Su mirada me examinaba con detenimiento y el tiempo pareció detenerse por unos minutos, como si sólo existiéramos él y yo, casi como si nada más importara, y me gustó.

Me gustó sentirme así, fue como estar viva de nuevo, pero también me sentí extraña, extraña de una forma que no puedo explicar, pero no extraña de incómodo, sino... extraña de... agrado. 

Penny abrió la puerta e intercambió algunas palabras con la persona del otro lado, luego de eso cerró la puerta y de la nada la chica sostenía un par de bolsas en sus manos. 

─¿Qué es todo eso? ─pregunté claramente confundida.

─Las trajo el botones, es para ti, y también hay una carta. 

La rubia se acercó a la cama y dejó todas las bolsas en la esquina para luego extender un sobre blanco en mi dirección. Dudé unos instantes entre si debía tomarlo o no, pero la curiosidad me ganó y en cuestión de nada ya estaba pasando mis ojos sobre una elegante y pulcra letra cursiva que decía lo siguiente:

NO ES TUYO, ES NUESTRO © » 1M8.Where stories live. Discover now