𝟯𝟰| 𝗦𝗔́𝗕𝗔𝗡𝗔𝗦 𝗔𝗡𝗢́𝗡𝗜𝗠𝗔𝗦.

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Me movía de un lado a otro por toda la cama incapaz de conciliar el sueño, la brisa fría de la madrugada se colaba por la ventana entreabierta y acariciaba las cortinas haciéndolas ondear suavemente, la luz plateada de la luna creaba sombras inquietantes al reflejarse en las ramas de los árboles, parecían garras de monstruos acechando en la oscuridad. Si fuera más joven, seguramente estaría cagándome del miedo.

A mi lado, Camille dormía profundamente ajena a todo mientras yo la observaba con cautela. Me gustaba contemplarla mientras dormía, su rostro se veía sereno y hermoso cuando estaba en reposo. Suspiré y me llevé una mano al pecho, mi corazón latía con fuerza, no podía dormir así que respiré hondo y dejé que el aire gélido me llenara los pulmones.

Miré al techo y empecé a jugar con mis dedos acariciándome el ombligo sin cuidado, intenté relajarme y pensar en algo para matar el tiempo, así que mientras mis manos se movían por mi abdomen mis pensamientos se dispersaron por la habitación, perdidos en la oscuridad de la noche.

─¡Rubia! ─un grito me hizo estremecer, y de repente, un golpe ensordecedor me hizo saltar en la cama.

Fue un golpe seco y fuerte, como si alguien hubiera pateado la puerta de la habitación con tanta fuerza que hubiera agrietado la madera.

─¡Abre la maldita puerta!

La luz de la luna había iluminado tanto la habitación que pude ver la perilla dorada agitándose violentamente, un  escalofrío me recorrió la espalda así que me aferré a las sábanas con fuerza mientras algo me subía por la garganta. Era el miedo, el miedo que me había paralizado y me había secado la boca.

─¡Con un demonio, rubia, vamos, abre la puta puerta! ─gritaba con tanta furia que podía imaginar su rostro colorado de la rabia.

Intenté levantarme pero mis piernas se negaron a obedecerme, el terror se apoderó de mi e intenté gritar, quise pedir ayuda, pero mi voz se había desvanecido. 

─¡Ya, maldición, perra, abre la puerta! 

Me giré hacia Camille pero en cuestión de segundos se me heló la sangre, la cama estaba vacía y deshecha, como si nadie hubiera dormido allí nunca. Camille... había desaparecido. 

El alma me cayó a los pies y una sensación de desesperación me envolvió por completo, intentaba gritar pero los sonidos se atropellaban en mi garganta, incapaces de escapar. Los golpes en la puerta retumbaban en mi cabeza y en cada rincón de la habitación causando que se me humedecieran los ojos, empecé a sollozar y las lágrimas no tardaron en caer.

─¡Cissy, abre, abre, abre la puta puerta! 

Los golpes eran cada vez más fuertes y rápidos, como si él fuera capaz de derribar la puerta en cualquier momento. Sentí que me volvería loca, así que en un intento desesperado por intentar desaparecer, cerré los ojos con fuerza y me tapé los oídos con las manos tratando de bloquear el ruido infernal que me tenía a punto de perder la cordura. 

─No abras la puerta, no abras la puerta, no abras la puerta. ─susurré hablando conmigo misma a todo lo que me daban los labios. 

Poco a poco, los gritos se fueron apagando hasta que finalmente la habitación quedó en medio de un silencio aterrador y una mano cálida apareció en mi mejilla.

─Cissy, despierta. ─susurró una voz suave y agradable para mi sentido auditivo.

Me costó pero empecé a abrir los ojos lentamente hasta que me encontré de frente con una mirada verde y brillante que me observaba con preocupación.

Era Steph. 

Parpadeé tratando de enfocar la vista, pero todo se veía borroso y lejano. Estaba sudando y tenía el corazón acelerado, incluso me costó unos minutos recordar dónde estaba.

NO ES TUYO, ES NUESTRO © » 1M8.Where stories live. Discover now