28. Vástagos de hielo.

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Agar no solía llevar uniforme ni ropa que indicara su jerarquía, pero la necesitaba cerca en las juntas y no podía andar detrás de mí como si fuera una cortesana, despertaría habladurías para los dos.

──Llegas tarde ──Fue mi primera advertencia para que aprendiera bien y pronto que no tendría ninguna consideración por sobre el resto de la legión.

Ella le dedicó una mirada rápida al cuerpo ensangrentado a su derecha, su semblante se mantuvo estoico.

──Ya veo, me perdí la primera matanza.

Tomó asiento a mi derecha, ella estaba en representación de los veladores del alma, Deya era una guardiana del fuego, Aiden un velador del aire, Zaid protector del agua y Circe una guardiana de la tierra.

Eran el equipo mejor disciplinado que tenía, parte de una campaña secreta con trescientos soldados, los únicos Raguen ─al menos conscientes de su poder─ en todo el ejército escario.

Claro que todo esto era desconocido para el resto de la milicia, y así debía continuar, sabía que corrían rumores de que los miembros de mi legión practicaban el ocultismo, que servían cultos de sangre a Rella y manejaban sombras a su antojo.

Pero no eran más que historias de borrachos, y que agregaban cierto miedo a mi figura, ya de por sí bastante complicada.

Tomé asiento en la silla de profundo ébano y exagerada ornamentación, como todo en el palacio Sinester.

──Si la siraytza ya está muerta creo que puede volver a reclamar su lugar en Escar ──se apuró Zaid.

──Ella no está muerta o el saerev lo estaría tan bien ──lo cortó Deya.

──¿Entonces qué actuar procede, mi saerev? ──indagó Circe──. Tal vez sería prudente volver a Escar…

──Al fin hacen las preguntas correctas ──decidí──. Quiero que, Zaid, dirijas un grupo de al menos quince guardianes de Aeres y larguen esto para que corra río abajo.

Les dejé el pequeño frasco sobre la mesa.

──Quieres envenenar el río ──notó Zaid, bastante reacio a la idea.

──Hay familias viviendo a la orilla, pueblos que dependen de ese río ──Al fin Agar decidió alzar su voz en la sala.

──Manden soldados para que los evacúen, llevenlos a las ciudades cercanas.

──Los desplazaras de sus hogares, ¿para qué? Vas a acorralar a la siraytza como un animal, ¿en verdad crees que ella volverá?

──Quizás te estés confundiendo un poco, Agar, pero este no es un debate, yo doy las órdenes y ustedes acatan.

──De igual forma no vendrán, tienen cerca la ciudad de Fuko ──indicó Circe.

──Y por eso Raelar Sinester está en camino a tomarla ──ilustré──. Su chiste terminará antes de empezar, y entonces volveremos a Escar.

──Si tomas Fuko la gente te odiará ──prosiguió con necedad──. ¿En qué lugar quedamos en esto? Kalena es clara en donde está, ella defenderá a los Raguen, ¿pero y tú? ¿Cuánto tiempo van a creer que estás del lado de ellos? Que quieres exterminar a un grupo del que eres parte.

Por el silencio que le siguió, era obvio que ellos pensaban igual.

──Kalena quiere un mundo que no existe, igualdad, armonía, cosas imposibles ──determiné──, yo les mostraré por qué los Raguen nunca debieron haberse extinguido, que pueden salir beneficiados si cooperan y si no…

Los Pecados que Pagan las BestiasWhere stories live. Discover now