Arrepentimiento.

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Laura:

Dante y yo nos reconciliamos por la pequeña discusión antes en el aeropuerto y el viaje en coche fue pasable, casi no se habló mucho a excepción de Ángelo y Dante que mantuvieron una conversación superficial, de todo y nada, mientras yo miraba el paisaje nevado por la ventana.

Al llegar a casa, la bienvenida fue demasiado efusivo, mis padres se me tiraron casi encima y madre lloró de alegría y emoción al ver mi barriga que parecía una pelota de fútbol, mi padre también estaba contento, aunque me seguía tratando como si fuera hecha de cristal fino y me fuera a morir en ese momento, con Dante era más de lo mismo, siempre cortes, pero lo maldecía con sus ojos, mi madre, en cambio, estaba encantada con Dante y los miles de alagos que este le daba, era como si rejuveneciera con cada uno de ellos, lo adoraba y eso me hacía feliz.

Después de las presentaciones, efusivas, decidí ayudar a mi padre con la comida para esta noche, Dante y Ángelo se encargaban de quitar la nieve alrededor de la casa que se había acumulado al rededor de la casa, me preocupaba un poco que esos dos se quedarán solos, a pesar de que Dante me repitió que iba a portarse bien.

Mi madre y Diana salieron al supermercado a comprar las cosas que hacían falta, aunque lo veía innecesario, pero luego supone que también era por qué vendría mi tía, hermana de mi madre, con su marido y sus trillizos, cosa que no me gustó mucho, no por mi tía, ella era un sol, sino por mis primos.

—¿Eres feliz?—soltó de la nada mi padre, haciendo que me detenga a mitad de cortar las verduras.

Pero lo retomé poco después, volviendo a cortar, mi padre siempre me hacía esa pregunta, ya sea por teléfono o cuando venía de visita a verlo y siempre le respondía que si, aunque a veces no era del todo así.

—¿Por qué me preguntas algo que ya sabes la respuesta papá?

—me gusta molestar a mi hija—respondió soltando una risa nerviosa.

Antes me molestaba que siempre me preguntara lo mismo, por qué parecía una radio averiada, pero me doy cuenta de que solo estaba preocupando por mí, no les hice la vida muy fácil a él y a mamá, a causa de aquel incidente y el hecho de irme de su lado así, estoy Segura de que se sienten culpables, seguro piensan que todas las cosas malas que me pasaron es por causa de sus malas decisiones y sobreprotección.

Dejé de cortar y me giré a mirar a mi padre, que justo me estaba observando también y le mostré una sonrisa sincera, mientras me hacía la misma pregunta, ¿Era feliz? Había pasado por muchas cosas en mi vida, claramente, tuve momentos muy felices, al igual que malos, en los que deseé morir, pero sé que con el tiempo podré ir superando todos esos agujeros negros que todavía persisten en mí.

—papá, puedes estar tranquilo ahora, de verdad, soy feliz y lo seré aún más cuando nazca el bebé—dije llegando mi mano a mi panza, acariciando esta.

—por favor no me mientas, cuando volviste y nos contaste sobre el embarazo, no se te veía muy feliz, más bien parecías estar hundida en una gran desgracia—confesó y yo abrí los ojos sorprendida.

Mi padre sonrió ante mi reacción, y colocó sus manos en mis hombros con delicadeza, y sus ojos avellana me observaban.

—¿Crees que no me daría cuenta? Me hice el tonto por qué no quería darte más peso, pero Laura, soy tu padre, tanto yo como tu madre podemos notar cuando nuestra hija no está pasando un buen momento.

Y pensar que decidí ocultarles todo para no preocuparlos y solo logré lo contrario. Avergonzada agacho la cabeza.

—lo siento papá, nunca quise mentirles o algo por el estilo, cuando supe de la noticia, me pilló tan de sorpresa y luego me dijeron que estaba en riesgo, fue muy estresante toda esa situación, por miedo a perderlo.

—cuando vinimos todo ya estaba en orden, pero aun así aún estaba asimilando todo, de verdad no quise preocuparlos—confesé y mis ojos se humedecieron, mientras contaba todo aquello, recordando todo el estrés, ansiedad, agonía de ese tiempo.

—yo soy quien debería sentirlo, por no haber podido ayudarte en un momento tan crítico—dijo me estrecha en sus brazos.

—sé que nuestros errores, fue lo que hizo que te alejarás de nosotros, de una forma tan brusca, tu madre y yo solo queremos lo mejor para ti y así sigue siendo, solo queremos verte feliz, así que por favor no nos alejes de nuevo de tu vida—murmuro besando la entrada de mi cabello.

Notando el dolor en las palabras que decía, me sentí horrible y la culpa me invadió, las lágrimas cayeron de mis mejillas y lo abracé de vuelta.

—lo siento papá, nunca quise…

—está bien, cariño, no pasa nada, todos cometemos errores—se separó un poco de mí y limpió mis lágrimas, sin borrar su sonrisa.

—Así que ya no llores, o tu madre me matará—dijo y los dos nos reímos por eso último.

(° ° °)

—tantas veces me has dicho que parecía un perro rabioso cuando ataba mi cara y ahora lo estás haciendo tú—dijo Dante frotando mi frente con su dedo para que relajara mi expresión.

Estábamos a punto de bajar para la cena y yo me estaba mirando al espejo, no muy feliz de mi apariencia, Dante vestía unos vaqueros azules oscuros, con un jersey negro de cuello alto y mangas largas, estaba guapísimo.

—¿Así que ahora soy una perra rabiosa?—pregunte sonriendo.

—una perra rabiosa, hermosa y muy sexi—me elogió y mis mejillas se tiñeron de rojo por su cumplido.

—¿Quién lo diría? Todo tú, se volvió alguien tan cursi—me burlé.

—para que veas, estoy perdiendo mi virilidad por tu culpa—respondió con el mismo tono burlón que yo.

—¿Qué cosas estás diciendo?

—lo que oyes, pero no me quejo, es un sacrificio que vale la pena—acercó sus labios a los míos para besarme, pero la puerta de mi habitación se abrió cortando el momento.

Los dos nos giramos a la cara al intruso, que sin ninguna sorpresa era Diana, estaba de pie con un vestido ceñido de lentejuelas rojo.

—Dios, ¿No os cansáis de ser así? Parecéis siameses—se quejó mirando tanto a uno como a otro.

—¿Cuántas veces tengo que decirte que toques antes de entrar?—la llamé la atención, haciendo caso omiso a su comentario.

—sí, lo siento, tu madre dice que bajen—informó y luego se fue cerrando la puerta.

—un día de estos acabaré matándola.

—cuando lo hagas, avísame, te ayudaré a enterrar el cuerpo—soltó Dante y ambos nos reímos poco después.

—Ya sé que te lo he dicho mil veces, pero estás preciosa—comentó y yo sonreí con timidez.

—sé, solo lo dices para hacerme sentir bien.

—lo digo por qué es la verdad.

Solo llevaba un sencillo vestido de tercio pelo, de mangas largas, color verde, no siquiera me había maquillado ni nada por el estilo, así que entendía por qué decía eso.

—si parezco un árbol de navidad, con esta barriga—me quejé.

—cierto, un árbol navidad con regalo y todo, sin duda el mejor árbol de Navidad— soltó echándose a reír y yo lo fulminé con la mirada.

—Tienes suerte que tenemos que bajar, por qué si no te mataría ahora mismo.

—¿Si me matas ahora, quien te ayudará a esconder el cadáver de tu prima cuando quieras matarla?

Estaba por decirle, que podía pedírselo a Nathan, pero me lo guardé, no quería empezar una pelea sin sentido y más cuando aún nos quedaba una larga cena por delante.

Dante tomó mi mano y la entrelazó con la suya, se la llevó a los labios y besó mi palma.


—lo siento, no te enfades, pero créeme cuando te digo que estás guapísima—sonrió, depositando un corto beso en mis labios y tiró de mí ligeramente hacia la salida de la habitación.

 Mía [CORRIGIENDO]Where stories live. Discover now