Impacto.

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Tras aquel lamentable error, todo adquirió un matiz extraño e incómodo, al menos así lo percibía

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Tras aquel lamentable error, todo adquirió un matiz extraño e incómodo, al menos así lo percibía. Dante me condujo a casa sin abordar el tema del beso, comportándose como si nada hubiera sucedido, generando agradecimiento pero también ansiedad. "Tanto que estuvo molestándome con besarme y ahora que lo consiguió ni se digna a decir nada." "¿No será que no saca el tema, por qué ahora pasé a ser una más del montón que seguramente ha besado?" 

Muevo la cabeza ligeramente, sin comprender estos pensamientos sin sentido. "¿Por qué le estoy dando tanta importancia? Nos besamos ¿Y qué?"  Solo fue un maldito error que no volverá pasar. Además, si miro el lado positivo, ahora que ya tuvo lo que quería, ya no tendría por qué molestarme más. Pero ya hace tiempo que dejó de hacerlo ¿No?

—¿Qué sucede? —preguntó Dante, colocando una mano en mi muslo y calmando el temblor en mi pierna, mientras yo misma no entendía mis reacciones.

—¿Estás nerviosa por lo que pasó? No te preocupes, nadie sabrá —aseguró con voz serena.

—Ese no es el problema. No debí... No sé qué me pasó. Tengo novio y no quiero serle infiel —dije, aún mirando por la ventana.

—No te atormentes tanto. Solo fueron unos besos...

—Sí, unos besos sin importancia que no volverán a suceder —interrumpí, girándome hacia él.

Retiró la mano de mi muslo y volvió al volante. Noté cómo apretaba ligeramente el volante, manteniendo la mirada fija en la carretera con seriedad, como si estuviera concentrado en algo.

—No deberías decirle nada a tu novio.

—Pero no soy alguien que hace este tipo de cosas a su pareja —afirmé, elevando más la voz.

Lo vi tomar una profunda bocanada de aire y soltarla lentamente antes de hablar.

—¿Y qué le dirás? Recuerda que soy tu profesor. Esto no solo te pondría a ti en problemas; además, creo que ya está lo bastante enfadado como para que le añadas más sal a la herida, ¿No crees? —soltó con voz casi molesta.

No le respondí y así transcurrió el resto del trayecto. Él no intentó hablar más y solo se limitaba a conducir y responder mensajes que parecían llegar sin cesar de su móvil. 

Diez minutos después, aparcó en mi casa.

—Gracias por traerme —dije, pero no recibí respuesta de él, que ni siquiera me miraba.

"¿Se habría enfadado?"

—Bueno, como quieras —dije de mala gana, abriendo la puerta del copiloto, pero me detuvo, cerrando la puerta y tomando mi mano.

—¿Qué pasa ahora? —dije de mala manera, al borde de las lágrimas.

—Lo siento si me pasé. Solo no quería que tuvieras más problemas por mi culpa —dijo, acariciando mi mejilla.

—No te culpes de todo. Esto también fue mi culpa —dije, bajando la mirada y suspirando.

—Lo sé, pero aun así, no quiero verte triste o mal. Haz lo que consideres; yo te apoyaré —dijo acercándose nuevamente a mí.

"Oh, ¿Acaso planea besarme de nuevo?" Pero lejos de mis pensamientos, solo se inclinó para abrir la puerta.

—¿Por qué esa expresión?

—¿Qué? —parpadeé confundida y lo miré; ahora estaba sonriendo.

—No me digas que esperabas que te besara.

—¡Claro que no, idiota! —me apresuré a decir y bajé del coche, con la cara roja como un tomate.

Escuché su risa desde el coche y me giré bruscamente para mirarlo, pero ya estaba arrancando y marchándose, despidiéndose con la mano y una sonrisa de oreja a oreja. "Parece que lo idiota no se puede sacar tan fácilmente." 

Caminé hacia la puerta, pero enseguida recordé que no tenía las llaves conmigo y también noté que no tenía mi móvil.

—Genial, seguro lo perdí en aquella casa.

Me quité los zapatos y rodeé la casa, llegando a la parte trasera, donde busqué entre los arbustos que adornaban el lugar. Logré ver la llave, la llave de repuesto, y abrí la puerta de la cocina para entrar. Recorrí la casa de puntillas y estaba a punto de llamar a Diana para ver si estaba, pero empecé a escuchar voces, más bien gritos, como si estuvieran teniendo una discusión.

Todo mi cuerpo se puso en alerta, me acerqué y me relajé al reconocer la voz de mi prima. Sin embargo, me quedé aún más estática al reconocer la voz de mi novio. "Debo detener a estos dos antes de que se arranquen los pelos" Pero mi mano se quedó quieta al escuchar a Ángel.

—¡Ya te dije que eso no va a pasar nunca más! Aunque te moleste, amo a Laura —dijo él, y escuché la risa de Diana.

—¿Eso también lo pensabas cuando me la estabas metiendo? ¡Porque, que yo recuerde, el nombre que salía de tu boca no era el de Laura, sino el mío!

Retrocedí un paso como si me hubieran dado la bofetada más grande de mi vida al escuchar esa revelación.

—¡Quedamos en nunca hablar de esto!

—¿Por qué tienes miedo? Solo estamos tú y yo aquí, además es cierto.

—¡No me importa, eso es algo del pasado!—le recordó él.

Se hizo el silencio por un momento, lo que me ayudó a recobrar la compostura y acercarme un poco más. La puerta estaba entreabierta y podía ver un poco lo que sucedía. Diana estaba tumbada en mi cama, solo con ropa interior, y Ángel estaba apoyado en la mesa de mi escritorio, evitando mirar a mi prima.

—¡Yo no quiero que solo sea cosa del pasado!—respondió ella, levantándose de la cama y acercándose a él.

—¿De qué estás hablando? —preguntó él, incrédulo.

—Quiero que se vuelva algo real, como aquella vez, y sé que tú también lo quieres —lo incitó, tirándose prácticamente a sus brazos.

—¿Estás loca? Ya te lo dije, tengo novia y no la cambiaría por nada del mundo. Lo que pasó aquella vez fue solo un gran error —explicó él, apartándola de encima.

—¿Un error? ¡Ja! Eso dijiste la primera vez que nos enrollamos. Siempre mencionas errores, pero al final, vuelves por más, justo como ahora —expresó mi prima con molestia.

—Ya te lo dije, vine a buscar a Laura y...

—¡Cállate con tanto Laura y Laura! —le interrumpió, sentándose nuevamente en la cama.

—Acostúmbrate, es lo que hay —respondió Ángel de forma seca.

—Bien —dijo ella y, sin más, comenzó a quitarse la ropa interior.

Esto alarmó a Ángel, quien la miró con ojos incrédulos y como platos.

—¿¡Qué crees que estás haciendo?!

—¿Qué tiene? Dijiste que la amabas, así que no te molestará verme desnuda, ¿No? —se burló.

—La verdad, no entiendo por qué tanto drama. Tu novia no tiene por qué enterarse de esto; al fin y al cabo, nunca supo que nos enrollamos, tampoco se enteró de que nos acostamos, y ya llevan año, ¿Verdad? Así que si cometes otro error, ella no tiene por qué saberlo.

Después de esas palabras, ella abrió sus piernas, mostrándole a Ángel todo lo que tenía para ofrecer. Aquella escena me provocó tanto repudio que me tapé la boca para no vomitar y me alejé, incapaz de seguir soportando ver eso.

 Mía [CORRIGIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora