Esto no es amor

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Laura:

—Gracias—dije a la mujer que me atendió y luego salí de la farmacia de guardia.

Me coloqué bien la capucha de la sudadera ancha que llevaba para cubrir bien mi cuerpo, miré al cielo para ver si seguía lloviendo, por si debía usar el paraguas, al ver que no era el caso, caminé de regreso hacia la casa de Dante

Llevaba los auriculares puestos y la música a tope, intentando animarme de alguna manera, pero sin éxito.

El cielo estaba gris así como mi humor y el suelo estaba lleno de charcos por la lluvia, que pasaba sin importar si pisaba o no, las calles estaban desiertas, no había nadie. Bueno, era normal, es el efecto que tiene un domingo, además que era muy temprano.

Estaba por llegar a la casa de Dante, pero me desvié y caminé hacia el parqué que por suerte no había nadie, aunque teniendo en cuenta que son las nueve de la mañana dudo mucho que hubiera alguien a esas horas de la mañana.

El parque era grande, había árboles, arbustos y flores por doquier, un camino de baldosas donde la gente podía pasar, también había una zona infantil donde se encontraban los columpios, toboganes para la diversión de cualquier niño. No podía faltar los bancos donde cualquiera podía sentarse y admirar el lugar, era un parque bonito.

Este parque lo había visto alguna que otra vez, cuando pasaba en coche, pero nunca me había animado a venir en persona. Vi una fuente de agua potable y me acerqué, me agaché para tomar un poco, el agua estaba fría, helada de hecho, pero sabía bien.

Saqué la pequeña caja que había comprado en la farmacia y la abrí, sacando de ella una sola pastilla, bebiendo del agua del grifo, me la tragué. Metí la cajita en el plástico y lo tiré a una de las papeleras más cercana.

Me quité los auriculares y apagué la música y comencé a explorar el parque, disfrutando del silencio y la paz que me daba. Seguí caminando hasta llegar a un pequeño recinto donde estaba lleno de flores de todos los colores, era muy bonito, como no tenía idea de flores, estaba segura de que no conocía la mitad de las que estaban, pero me acerqué para verlas mejor, cuando unos ladridos llamaron mi atención y cuando quise darme cuenta, un perro se había abalanzado sobre mí.

Arrêtez Ónix!—escuché que alguien gritaba.

Pero no podía ver nada, ya que estaba en el suelo y él enrome perro de color negro con abundante pelaje, estaba sobre mí cubriendo todo mi campo de visión y llenaba mi cara de lametones como si fuera un rico y jugoso helado. Por suerte, el acoso no duró mucho y me lo quitaron de encima.

—¿Estás bien?—preguntó un hombre con un bonito acento francés, que se acercó para ayudarme a incorporarme.

—lo siento, siempre que lo saco se emociona de más—dijo intentando mantener a raya al perro que a duras penas le hacía caso.

Después de sacudirme el polvo y restos de hojas, miré al chico que tenía frente a mí. De cabello rubio liso que lo tenía tirado hacia atrás y ojos verdes claros, en otras circunstancias habría dicho incluso que era lindo. El pobre me miraba un poco avergonzado por la situación.

El perro se soltó de él y volvió a acercarse a mí.

—Ónix…—estaba por regañarlo nuevamente, pero me interpuse.

—está bien, no pasa nada, solo quiere jugar—dije, poniéndome a la altura del perro que movía su cola de un lado a otro.

—¿Puedo tocarlo?—pregunté y el chico de cabello rubio asintió.

Pasé mi mano con cuidado por el perro peludo y acaricié debajo de su mentón y él cerró los ojos disfrutando de mis mimos. No pude evitar sonreír a algo tan lindo y adorable.

 Mía [CORRIGIENDO]Where stories live. Discover now