No, no.

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Dante:

El ruido de algo me sobresaltó haciendo que abriera los ojos, confuso, me incorporé en la cama encendiendo la luz de la mesita, miré la hora, eran las cinco de la mañana y miré el lado donde estaba Laura, que ahora se encontraba vacío y me invadió un sentimiento de soledad y tristeza. Habíamos pasado la noche más candente de nuestras vidas, ¿y ella solo se esfumó cuando recuperó la conciencia? Toqué su lado de la cama y aún seguía caliente, así no hacía mucho que se había ido ¿Me culpará? ¿Me odiará aún más por lo sucedido anoche?

Mi mente empezó a llenarse de preguntas y más preguntas, cuando un sonido providente del baño, llamó mi atención. Me levanté a toda prisa, busqué unos calzoncillos y me los coloqué, para después acercarme al baño y lo que presencié no era muy bueno.

Laura, estaba tendida, sentada en el suelo frío de los azulejos y desnuda, su cabeza inclinada al váter y vomitaba como si la vida la fuera en ello.

—por el amor de dios Laura, ¿Cuánto bebiste?—quise saber, pero ella no respondió.

Me acerqué a ella y aparté el cabello del rostro para que pudiera vomitar a gusto, sin la molestia de tener que mancharse el pelo. Cuando vi que sus arcadas y vómitos habían cesado la solté, pero no me aparté, cosa que si hizo ella.

Una vez más volvía a rehuir de mi toque, estaba a punto de cabrearme cuando me di cuenta de que su cara estaba tan roja como pálida, evitaba mi mirada todo lo que podía, entonces entendí, tenía vergüenza, vergüenza de que la viera así de vulnerable. Pero eso no podía importarme menos, no iba a dejar de amarla solo por algo tan simple, además no era la primera vez que la veía vomitar, aunque seguramente no se acuerde de eso.

La tomé en mis brazos, ella no opuso resistencia y dejó que la cargase de vuelta a la habitación, donde la deposité en la cama con suavidad. Después se cubrió con las mantas para cubrir su cuerpo desnudo, seguía sin mirarme.

—¿Cómo te sientes? ¿Necesitas algo?—me ofrecí, quería poder aliviar su angustia, aunque únicamente fuera un poco.

—agua—murmuró sin levantar la vista y yo asentí, saliendo de la habitación en dirección a la cocina.

Tomé una botella y un vaso y volví a subir a mi habitación, Laura seguía en la misma postura que la dejé, lo que me alivió de una manera extraña, supongo que feliz por qué no se hubiera ido.

Le serví el agua en el vaso y miró este con cierto recelo y desconfianza, ¿Creía que le había echado algo? ¿En serio me veía capaz de algo así? Bueno, vale, le di motivos, pero joder, nunca la haría daño, antes prefería ponerme a mí en peligro que a ella. ¿Acaso no le mostré que ella lo es todo para mí?

—no está envenenado—solté con más brusquedad de la que deseaba.

Me senté en el borde de la cama y la acerqué el vaso a sus labios, ella entreabrió su boca y comenzó a beber a pequeños sorbos hasta terminarla.

—¿Más?—la ofrecí y ella asintió con la cabeza.

Serví otro vaso y repetí la secuencia y volvió a beber de poco hasta terminarla.

—¿Mejor?

Laura volvió a sentir apoyando la cabeza en el cabecero de la cama y para mí su cara estaba de todo menos bien, así que volví a preguntar.

—¿Cuánto bebiste?

—no mucho—respondió con voz débil cerrando los ojos.

¿No mucho? Yo diría que mucho más de ese no mucho y mira que se lo pedí, siempre llevándome la contraría, como siempre, intenté controlar mi creciente mal estar, no quería presionarla y tampoco discutir, lo que más me importaba en este momento, era que se recuperara.

La hora pasó y todavía no había signo de mejora, ella seguía igual o incluso peor que antes, lo que empezó a preocuparme seriamente, le propuse ir al hospital, pero se negó rotundamente, así que intenté ser paciencia, aún a sabiendas de que eso no era lo mío.

Pero cuándo dieron las siete de la mañana mi paciencia se terminó y la llevé muy a regañadientes al hospital.

—¿Por qué siempre tienes que exagerar las cosas? Estoy bien, ¿acaso nunca te has emborrachado?—puntualizó con tono molesto.

—no me dirías eso si te vieses la cara, la tienes igual o peor que un muerto.

—eso es porque bebí mucho y no comí nada amortiguar el alcohol—intentó explicarse, pero solo hizo que me riera.

¿Estaba intentando darme clases de los efectos de tomar alcohol? Sí, era realmente divertido, teniendo en cuenta la trayectoria que llevaba yo, que empecé a beber a una edad mucho más joven que ella. No era algo de estar orgulloso, claro.

—¿De qué te ríes?—quiso saber, frunciendo el ceño y haciendo un mohín mirando en mi dirección.

—de nada—dije intentando ponerme serio de nuevo.

Se veía demasiado adorable a pesar de parecer un maldito fantasma, además que era la primera vez que me miraba desde que la encontré vomitando en el baño.

¿Quizás se arrepentía o sentía vergüenza de lo que hicimos? No quería que eso pasará, sé que la gustó, sé que lo disfrutó como nunca antes, aún podía recordar sus fuertes gemidos y como me pedía más y se corría gritando mi nombre.

Me revuelvo un poco en el asiento, mi polla se siente de acuerdo con mi imaginación demasiado pervertida, pero no era el momento de dejarme llevar por el deseo.

Llegamos al hospital, aparqué el coche y con cuidado la ayudé a bajar entrando al lugar, como era de esperar la sala de urgencias estaba abarrotada, nos sentamos a la espera de que nos atendieran.

—por este motivo no quería venir, ahora tendremos que estar aquí todo el día—se quejó apoyando su cabeza en mi hombro ajustándose, la capucha de mi sudadera negra, que llevaba puesta.

—eres tan gruñona—le dije con una sonrisa, tocando la punta de su nariz.

—mira quién habla, el que se pasa la vida enfadada con todo el mundo—contraatacó poniendo los ojos en blanco.

—¿Así es como me veo, enfadado con todo el mundo?

—sí, bueno, ahora solo te enfadas conmigo—confesó ocultando su rostro con su cabello.

Eso no me lo esperaba, no era así como deseaba que me viera, aunque sé que tenía cierta razón, me cabreaba muy rápido con ella, pero era por qué siempre quería llevarme la contraria y eso me molestaba mucho, también sé que no hice muy bien las cosas. La amenacé con aquel video para que dejara de hablar con el imbécil de su ex y se quedara conmigo, pero no tenía planeado llevar a cabo tal amenaza.

No iba a dejar que una panda de pervertidos vieran a mi chica en ese estado.

Después de lo que me pareció las horas más largas de mi vida, por fin nos tocó a nosotros. Laura, cómo era de esperarse, no quería que la acompañara, pero ya debía saber que intentar eso era una batalla perdida, quería ir con ella, así evitaría que me ocultase cosas.

Al atenderla la hicieron varios análisis y preguntas de rutina a los que ella respondía, con recelo, pero la cara del doctor cada vez se iba arrugando más y más.

—¿Acaso querías provocarte un coma etílico? —preguntó el doctor con mirada sería y bastante molesta.

Las mejillas de Laura se pusieron rojas de la vergüenza y miro al suelo, no le gustaba cuando alguien la echaba la bronca, pero esta vez, sé que se lo tenía bien merecido.

—no-no, solo quería beber un poco y pasarlo bien—dijo en un susurro.

—¿Tan bien que incluso te olvidaste del bebé que tienes en tu vientre?—la reprendió nuevamente.

¡¿Qué acaba de decir?!

—¿¡Un qué?!—gritamos al unísono Laura y yo.

 Mía [CORRIGIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora