25 Sobre llegar profundo... en varios sentidos

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Aún no sé si me odiarán o amarán por esto pero... >///< Ya lo hice, ¡así que no hay marcha atrás! Hola a todos, aquí Coco, quien desde ya va avisando que el capítulo de hoy está bien intenso, y que necesitarán muchos pañuelos para detener las lágrimas y el sangrado nasal  °///° Hoy por fin veremos el pasado de Meliodas y Eli rebelados, el último gran misterio que guardaban entre ellos y que les permitía avanzar. Ahora nuestra pequeña pareja de conejitos cachondos será imparable ^///^ (en varios sentidos). Pero no me crean aún, mejor pónganse cómodos, vayan por su ración extra de chocolate y pañuelos y, como siempre digo, ya saben qué hacer. 

Posdata: advertencia de temas fuertes como prostitución, abuso sexual y aborto, más una escena controversial de sexo anal. ¡Leer con precaución! 

***

Era un día hermoso. Un gentil sol de primavera brillaba sobre el jardín botánico dándole una apariencia etérea, y el joven escritor caminó, buscando algo que no sabía qué era. Una inspiración, un alivio, un consuelo para su alma. Y ahí estaba ella. Venía en dirección contraria, tan perdida en sus pensamientos que tampoco lo había visto. Levantaron la mirada del piso en un movimiento sincronizado, barriendo de abajo hacia arriba a la persona que tenían enfrente. Cuando sus ojos se encontraron y se dieron cuenta que eran un espejo del corazón del otro, ninguno pudo resistirlo. Rompieron a llorar al mismo tiempo, y se abrazaron como dos niños perdidos que por fin se han encontrado.

—Lo siento —empezó ella—. Lo siento. Lo siento tanto —No tenía porqué decirlo, pero aunque no entendía la razón de la disculpa, él igual sonrió mientras asentía—. No tenía porqué ser así, ¿cómo pudo...? ¿Cómo es posible qué...? Eras solo un bebé. No tenían... Tú no tenías qué...

Estaba tan alterada que solo podía balbucear incoherencias. Meliodas en cambio no encontró palabras. Se había quedado sin ellas, y mientras la hermosa albina optó por recurrir a lo físico para expresarse y besar cada centímetro de su rostro, él lo único que hizo fue tomar sus dos manos con fuerza. Mucha fuerza. De hecho, tanta que ella sintió que no volvería a dejarla ir nunca. Y eso era justo lo que deseaba. Unió sus bocas mezclando el sabor salado de sus lágrimas con el té dulce de girasol que habían bebido, y al separarlas para respirar, escuchó una sola palabra de boca de la primera persona a la que le permitía consolarla de verdad.

—Ídem —dijo el rubio con una voz ronca por las lágrimas contenidas y el desuso. Y Elizabeth entendió perfectamente. "Yo debería decir lo mismo sobre tí", proclamaba su elocuente locución en latín. Ella rió por su ocurrencia dada la situación y, de nuevo, se lanzó sobre él para besarlo y tocarlo, de hecho, de una forma un poco más atrevida de lo que era razonable en un lugar así—. Espera, Ellie...

—Lo sé —respondió soltándolo a medias mientras reía de su travesura—. Luego, en casa —Una cabezada para afirmar, un abrazo mutuo por la cintura y, tras poner sus frentes una contra otra, cerraron los ojos y suspiraron a la par—. Fue una estupenda recomendación la de Monspeet.

—Sí. Recuérdame llevarle un poco de ese té en agradecimiento. —Otra afirmación, un beso en su frente, y entonces por fin se separaron lo suficiente como para echarse a andar. Tenían mucho de qué hablar ahora que el ejercicio por fin había terminado. Aún recordaban cuando el buen doctor les había hecho la propuesta el viernes anterior.


*

—¿Escribir una carta?

—Sí —respondió el psicólogo, y los idénticos gestos dudosos de sus pacientes lograron sacarle una sonrisa mientras anotaba algo en su bloc de notas—. Creo que esto podría ayudar a que ambos se sientan más cómodos para abordar un tema que en otras circunstancias tal vez sería muy difícil de tratar. No sé si lo han notado pero resulta que, en su caso, ambos tienen gran habilidad verbal. —Meliodas y Elizabeth se miraron el uno al otro, y no pudieron menos que asentir pensando en lo irónica que era su situación.

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