19 Sobre cómo empezar de cero

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 Hola a todos, aquí Coco, corriendo porque tiene prisa, pero lista para traerles un nuevo capítulo de esta sexy y tierna historia. No se preocupen, nada serio, es solo que una amiga me invitó a ver una peli y tengo que ir rápido con ella. Los dejo para que disfruten, y como siempre digo: ya saben qué hacer ♥️ ^u^

***

Tal vez no fue una buena idea después de todo. Meliodas llevaba más de una hora frente al teclado de su computadora, tratando de escribir el siguiente párrafo de su novela, cuando tuvo que admitir que no podía hacerlo. Desde que Elizabeth y él habían "terminado", el bloqueo de escritor se había alzado ante él como un muro que le impedía alcanzar su meta. Tal vez se había precipitado al ser tan valiente como para confesarle a Elizabeth sus sentimientos. Pero eso había sido lo correcto, ¿o no? Después de todo no le había mentido, ni exagerado, simplemente le había dicho la verdad que había estado ocultando por mucho tiempo, y no se arrepentía de ello.

Aún así, trabajar en la novela erótica sin la doctora a su lado estaba resultando un trabajo mucho más difícil de lo que había esperado. Creó un guión, ya tenía planeado sus capítulos, e incluso había dado una fecha tentativa para entregarlos a Mael. Sabía lo que tenía que hacer; sin embargo ahora que le tocaba hacerlo sólo, la inspiración simplemente no acudía. Podía tener todo el material erótico que quisiera, una lista de cosas románticas para cada escena, e incluso una pluma nueva. Pero sin la albina, aquello no era más que un puñado de palabras vacías y tinta borrosa.

Basta —dijo para sí mismo—. Fuiste tú quien decidió liberar a Eli de esta situación, no puedes retractarte ahora.

No lo hacía. Pero la extrañaba tanto que apenas podía pensar en otra cosa. ¿Ella estaría bien? ¿Seguiría enojada con él? ¿Ya lo habría borrado de su lista de pacientes? ¿Ya habría conseguido a alguien más para seguir su investigación? No, no podía permitirse pensar de esa forma. Para comenzar, Elizabeth no fue la que había iniciado ese proyecto, lo hizo él. Y para terminar, Meliodas sabía que no tenía ningún derecho para sentirse celoso. Ella no le pertenecía. A lo mucho... más bien era al revés.

Pero, ¿cómo podía demostrárselo? Su peliplateada había dejado muy en claro que no estaba interesada en una relación romántica, y que tampoco buscaba nada que fuera más allá del vínculo médico-paciente. Entonces, ¿cómo podía demostrarle que estaba loco por ella? ¿Cómo, si no le daba una oportunidad? ¿De qué servía ser tan valiente, si tenía que enfrentar ese camino solo? Estaba pensando seriamente en pedirle a Mael unos días de vacaciones para poder pensar sobre todo eso, cuando el sonido de unos golpes en la puerta lo trajo de regreso al presente.

—Tarde como siempre, cabra —dijo el escritor mientras iba quitando los seguros—. Aunque supongo que por ahora no importa. La verdad es que no he escrito ni una pala... —Pero no era Gowther el que estaba parado frente a él.

—Ho... Hola —La albina se recogió el pelo detrás de la oreja en un adorable gesto de timidez, y sonrió suavemente con la vista clavada en el piso—. ¿Puedo pasar? —No era posible.

Él estaba tan impactado de verla ahí que por un momento no supo qué responder. Se quedó quieto, con la boca abierta, el pelo despeinado y su pijama verde, y sólo pudo reaccionar cuando la escuchó reír suavemente— Perdón, tal vez estoy siendo inoportuna, si quiere puedo regresar lue...

—¡No! —gritó él en respuesta—. Eh... es decir... yo... ehem, pase doctora. —Los ojos azules de la dama se cristalizaron un poco al oírlo decir eso, como si le doliera el título de su profesión. Tal vez había esperado que él la llamara por su nombre. El rubio se sintió tentado de hacerlo, pero al final, decidió que lo mejor era que no. No guardaba ningún rencor hacia ella, pero tampoco ninguna esperanza, y aunque estaba muy feliz de verla, no supo decir qué era lo correcto y que no. ¿Cómo saludar a la mujer de la que estás enamorado, cuando la situación real es que no hay nada entre los dos?

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