5 Cómo auto erotizarse correctamente

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Hola a todos, aquí Coco, derrapándose para llegar en el último momento a actualizar XD ¡Uff! He tenido tanta tarea que mi espalda y mis ojos me duelen de estar pegada a la laptop, pero como siempre, aquí sigo fiel a mis cocoamigos que han esperado pacientemente ^u^ Hoy tenemos un capítulo dulce y sexy 7u7 espero que les guste mucho y que disculpen el retraso. Ya saben qué hacer °u^

***

Apenas su paciente se fue de su consultorio, la doctora Liones colgó la llamada en la que estaba y se sentó con una mueca de confusión en la cara.

—Vaya, que extraño, salió con mucha prisa de aquí. Bueno, no importa. Le mandaré un correo con su próxima cita y sus nuevos libros de estudio.

A continuación la médico tomó sus notas, revisó las pruebas que le había hecho, y mientras repasaba todo el material de estudio que le daría... sonreía feliz. Mientras más lo pensaba, más extasiada se sentía. Aún no entendía cómo era posible que el señor Demon no se hubiera dado cuenta de que era una criatura tan naturalmente sensual. La forma en que inhaló su perfume con los ojos cerrados, sin saber que tenía su escote a solo diez centímetros; la manera glotona en que comió las fresas que le ofrecía; su piel erizándose al escucharla gemir, y las expresiones de placer que hacía cuando ella lo tocaba indirectamente. Aún recordaba lo conmovida que se sintió al ver que había logrado que tuviera una erección, y... lo mucho que había deseado metérsela a la boca. La albina abrió los ojos con sorpresa y agitó la cabeza tratando de apartar esos pensamientos.

—¿Pero qué me pasa? Esto no es propio de mi.

La terapeuta frunció un poco el ceño, enojada consigo misma, y en cuanto se calmó se puso a reconsiderar sus pensamientos al respecto. La verdad... es que lo deseaba. Había deseado sexualmente a su paciente, ahí mismo, en su consultorio. Y eso no era normal. Porque a pesar de ser una profesional del sexo, a pesar de que había causado el mismo efecto en otros hombres muchísimas veces, siempre había mantenido la distancia profesional, en especial con aquellos que ella sabía que tenían la tendencia a ser románticos. Estarossa, por ejemplo.

Ella nunca lo había tocado directamente, todo se trataba de pláticas y ejemplos visuales, y jamás se había acercado a más de un metro de él. Sin embargo, el pobre igual se había "enamorado". Incluso arruinó su matrimonio arreglado, que fue la razón para llegar al consultorio, y ahora la acosaba con regalos e intentos para establecer una relación formal. Estaba comenzando a sentirse francamente harta, y al recordar la sensación de fastidio que le provocaba sus asedios, por alguna razón, recordó otra vez la cara de su nuevo paciente. ¿Cómo se sentiría si los regalos e invitaciones a salir no fueran de Estarossa, sino del señor Meliodas? Al pensar en esto, su corazón latió con fuerza, la respiración se le agitó y comenzó a sentir mariposas en el estómago.

—¡Aaah no, por supuesto que no! Soy una profesional, nada de amor ni de romance, ni ninguna de esas cosas absurdas. El señor Demon es solo un paciente más, un consultor sobre erotismo, una persona con una meta, y eso es todo.

Pero esta vez, ni ella se creía lo que estaba diciendo. Los detalles de esa sesión volvieron de nuevo a su memoria, y a pesar de lo mucho que intentó resistirse, la doctora terminó ruborizada. Su boca de labios sensuales, su suave cabello rubio, su cara infantil y tierna, y su cuerpo... al darse cuenta de que comenzaba a mojarse, la médico decidió usar una estrategia diferente y abordar la situación desde otro ángulo.

—N... no. No estoy enamorada. Solo lo deseo como hombre, es simplemente eso, y nada más.

Pero de nuevo, era una mentira. Recordó su timidez, lo gentil y pausado que era, y su introversión, acompañada de un valor gigantesco. Era culto, inteligente, honesto, tranquilo, ¡sencillamente adorable! Al darse cuenta de que sus propios dedos habían viajado inconscientemente hasta el punto dulce entre sus piernas, supo que tenía un gran problema entre las manos. No podía ser, era sencillamente imposible que se hubiera enamorado. Tal vez si se quitaba las ganas, esos molestos sentimientos se irían. Tal vez... si cogía con él, se daría cuenta de que no era lo que pensaba, y podría olvidarse del asunto.

Letras y SexoWhere stories live. Discover now