»BERTH«

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Una semana después...

Olivia

Me estaba matando el aburrimiento. Llevaba algunos días escondida en un barco de carga que viajaba de Rusia a San Francisco y quedaba muy poco para bajar, solo necesitaba que quitaran los vagones que me estaban estorbando y que se distrajeran un rato para bajar corriendo. No iba a pagar un boleto, además no podían verme, y... La comida era gratis. Cada tanto me hacía pasar por tripulación a la hora de la comida, o viajaba por la ventilación y robaba cosas a los marineros. En fin, quería volver a Estados Unidos pues era el segundo lugar en donde creía que Morgan podría estar.

Bajé con cautela del barco y corrí, corrí y corrí hasta una casa abandonada.

–¡Ya sé que me equivoqué!– Grité entrando rápido al escuchar ruidos adentro– ¡Pero te amo con todo el corazón!

Y... Quedé como estúpida porque no era Morgan, era un estúpido vagabundo tosiendo y temblando de frío en el suelo. Debía dejar de entrar corriendo y gritando a casas.

–¡No me interesa!– Contestó en un gritó seguido de toses y flemas.
–No era para ti, idiota– Dije resbalando por la pared hasta sentarme– Creí que eras otra persona.

Veía como lentamente se desinflaba el hombre con tanta tos.

–Lárgate, planeo... Morir pronto– Dijo entre tos y más tos.

Rodé los ojos y salí de la casa... Obvio no iba a dejarlo morir, ya era otra persona, una bueeeeena. Además había prometido proteger a las personas ooootra vez y no podía llamarme princesa de algo si dejaba morir a alguien, y a mí me encantaba llamarme princesa... Me volví narcisista con tanto tiempo que me junté con Morgan.

Salí, busqué comida, ropa, mantas, agua y regresé.

–Levántate anciano, no vas a morir hoy– Dije tomando su camiseta y sentándolo de un jalón– Hueles horrible y te ves de lo peor.

Le puse en el regazo la ropa limpia y me miró con un ojo lleno de lagañas, el otro era acusador.

–Tienes la delicadeza de un mandril y la amabilidad de un tejón– Gruñó entre sus disparejos y escasos dientes.
–Perdón cielito, ¿Quieres que te arrope para dormir?– Pregunté dulcemente y luego rodeé los ojos– Madura, anciano, esto no es Burguer King, las cosas no son como quieres.

Me dí la vuelta por un rato laaaargo en el que se cambió con dificultad, luego con mi magia colgué toda la ropa mojada cerca de una ventana. Él me vió y no pareció importarle en lo más mínimo.

–Come– Dije acercando los trastes de comida hechos de unicel, había sopa caliente, ensalada, pollo, puré de papas.

Rodó los ojos y empezó a comer mientras yo sacaba mi propia comida y me sentaba junto a otra pared.

–¿Qué haces aquí?– Preguntó el anciano abriendo una botella de agua– ¿Por qué entraste gritando todas esas cursilerías?
–No seas chismoso, Gary– Contesté negando y después tomé agua.
–No me llamo Gary ¿Qué ridículo nombre es ese? ¿El de un caracol? No niña, mi nombre es Albert Eugene Emerald Rosthern Walsh– Dijo después de una bocanada de aire y después tosió mucho hasta casi desinflarse– Fui un hombre muy... Importante...
–Un momento, Rosthern Walsh... Eras uno de los ministros de CRUEL, el encargado Londres– Dije recordando ese nombre, veía su rostro, arrugado y quemado por el sol, alguna vez fue blanco, su cabello y barba eran blancos y maltratados, sus ojos azules y casi sin vida.
–No pienses en... Juzgarme... He pagado mis crimenes, viviendo años en la calle, buscando comida y ropa en la basura, siendo maltratado por la gente, soportando sus burlas– Dijo tocándose el pecho, se veía que le dolía mucho. A pesar de lo que había dicho de pertenecer a CRUEL... No lo odiaba, había dejado eso atrás y me apenaba su estado– Muy tarde me dí cuenta de lo que CRUEL era en realidad, para entonces ya no tenía familia, pero nadaba en dinero, en lujos...– Mucha tos y tos y tos y tooooos, una tos de moribundo, bocanada de aire– Vine a dar la cara a la central, quería renunciar, decirle al mundo lo que le hacíamos a esos niños... Ahora todos lo saben, pero... No por mí... Los niños lobo escaparon, destrozaron a CRUEL... Le arrancaron las entrañas y empezaron a sanar al mundo como... Querían ser sanados ellos mismos.
–Con todo el caos ya no pudiste volver a casa– Dije pensativa y asintió.
–Pero no quedaba nada a lo cuál volver, las revueltas, los radicales, quemaron todas las casas de los ministros, de igual manera yo no quería esas porquerías, lujos arrebatados de las manos rígidas de muertos infectados– Explicaba y me parecía increíble el valor de corazón y la fuerza que tuvo para renunciar aún sabiendo que todo el que lo hacía era asesinado– Prefiero morir antes de volver a Inglaterra.

I'MM- LADY HEART OF THUNDER (Mini Libro)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant