CAPÍTULO 67| Belén

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Logré retrasar la presentación de mis bebés a la manada durante cinco meses, pero sabía que no lo podía hacer por siempre.

Alan y Trevor estaban saludables y listos para ser conocidos por todos. Sus cuerpos se habían engordado y crecían con cada día que pasaba. Trevor en especial estaba muy pegado a un mordedor, parecía que él le saldría antes sus dientitos que a Alan, porque se desesperaba si le quitaba ese aparato. Mi otro hijo, en cambio, dormía en mis brazos mientras caminábamos hacia el edificio de entrenamiento, más precisamente hacia el claro fuera de este, en donde ya había un cúmulo de personas esperando por nosotros.

Respiré profundo.

En total, esa noche de luna azul nacieron cinco bebés dentro de la manada, dos siendo míos. Los otros tres nacieron entrando casi la una de la madrugada o pasando de ella, así que serían fuertes, pero no tanto como mis hijos. Ellos ya se habían presentado juntos, pero nosotros, gracias a mi renuencia, pedimos hacerlo por separado con la excusa de ser la familia beta.

Durante un tiempo todos pensaron que yo había salido muy mal del parto y por eso nos tomamos un tiempo, luego exageramos una pequeña infección que le dio a Alan y de la cual se recuperó en un santiamén, luego fue el turno de Trevor con una fiebre que también le bajamos en un día, pero que dijimos que le duró toda una semana. Siempre encontramos una excusa hasta ese día. No quería a la familia McCall cerca de la mía, ni al bebé de nueve meses ni a los padres. Loren quizá era la persona que más soportaba de ahí, pero que ella se acercara significaba que también lo haría su marido.

Adrián fue a la boda de ambos mientras yo me quedé en casa con la excusa de no querer arriesgar a los bebés cuando lo cierto era que no quería verlos. Con todo lo sucedido le había tomado algo de rencor y recelo a Chelem, así que lo evitaba. Los alfas se casaron en una ceremonia grande, con casi todas las familias de la manada invitadas junto a los líderes de las manadas cercanas, yo fui una de las pocas personas que se perdieron semejante espectáculo.

—¡Oh, pero si son los consentidos de la abuela! —Adrián y yo nos giramos hacia la voz de Marta. Ella se acercaba con prisa, pero hizo una mueca al ver a Alan dormido en mis brazos—. Lo siento, no había visto que estaba dormido. ¿Están listos?

Yo negué viéndola coger a Trevor, quien, al tenerla cerca, dejó su juguete para morder el hombro de mi suegra. Ella se rio quitándolo y le dio de nuevo su mordedor.

—No imagino lo que le deben picar y dolor las encías.

—Cada que puede intenta morder algo más duro que el mordedor —dije un dato que ella no conocía, luego suspiré y miré a todos el lugar—. De verdad no quiero hacer esto.

Adrián, al tener sus brazos libres de niños, me abrazó por los hombros desde atrás.

—Solo serán unos minutos, ya verás que se pasará el tiempo rápido.

Su intento no fue muy bueno porque no dejé de sentirme estresada. No eran nervios, me sentía era abrumada por tener que hacer eso. Eran mis hijos, no un producto de exhibición o un animal extraño como para hacer, pero debía hacerlo.

Ellos eran afortunados por haber nacido en esa luna, pero a la vez su suerte se reducía a ser instrumentos para la manada, para la guerra. No quería eso para ellos.

Trevor comenzó a hacer sonidos y a removerse en los brazos de Marta. Adrián lo tomó, pero tampoco lo quería a él, así que mi suegra me recibió a Alan para yo tomar a Trevor antes de que comenzara a llorar. Sabía lo que quería antes de que me comenzara a pegar en el pecho y tomara mi blusa con fuerza.

Adrián no pudo evitar reírse.

—Justo le dio hambre cuando debemos ir pronto.

Puse los ojos en blanco y busqué un lugar donde sentarme. Trevor solía desesperarse pronto, aunque el más impaciente era Alan, así que no demoraría en llorar y no quería que el otro se despertara.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Where stories live. Discover now