CAPÍTULO 31| Belén

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Los sonidos de la noche se filtraban por la ventana medio abierta. Me quedé con la mirada fija en ella mientras escuchaba la respiración profunda y pesada de Adrián. Una de sus manos me rodeaba y la otra se mantuvo sobre la piel de mi pierna.

Solté un suspiro suave, sin hacer ruidos que pudiesen despertar a Adrián. Esa tarde él se desapareció por todo el día. Fue a sus clases y luego a hablar con Chelem para que lo dejara sin nada qué hacer esa tarde y esa noche. Tuvo que explicar, sin mí, la razón por la que necesitaba ese tiempo: debíamos hablar sobre lo que haríamos al estar viviendo juntos. Y no solo juntos, sino en casa de sus padres.

Mis ojos se llenaron de lágrimas contenidas de nuevo. Me sentía muy mal, no me sentí feliz de estar con Adrián así... Quería de verdad un esposo, un compañero de vida que me mimara y consintiera.

Le erguí con cuidado de no moverlo mucho. Recosté mi mentón en su pecho para verlo.

Adrián era muy atractivo. Su cabello negro siempre lo organizaba bonito, me recordaba al estilo de Hugh Grant, y siempre brillaba por lo negro que era. Para ser tan joven su rostro estaba marcado mientras yo seguía pareciendo una niña. Mantenía serio y sus cejas siempre lo hacían ver enojado, incluso dormido, pero era muy lindo, sexy, atractivo, pero, si por mí fuese, cambiaría un poquito de ese atractivo por más atención hacia mí.

Marta, cuando escuchamos que su hijo se fue sin despedirse, me consoló diciéndome que Adrián había estado bajo mucha presión con todo lo de Chelem, los cambios, la universidad y, también en poca medida, nuestro enlace que le quitaba libertad. Yo no quería que él se sintiera atado y tampoco creía que se sintiera de esa manera porque de ser así no me habría propuesto casarme, sin embargo, todo era confuso para mí. Parecíamos una pareja de novios... o más una enfermera interna con su paciente. No entendía el cambio de Adrián en actitud y esperaba que lo que me mostró antes de ser novios no hubiera sido solo una máscara.

Me volví a acomodar para esperar a que el sueño me embargara, lo cual pasó unos minutos después en los que solo me dediqué a escuchar la noche y la respiración de Adrián, y pensar.

A la mañana la alarma sonó. Me desperté asustada porque yo entraba a clases antes que Adrián, pero unas manos en mis hombros me detuvieron de levantarme. Me relajé cuando ellas comenzaron a dejar un mensaje en mi piel y un cuerpo se puso sobre el mío.

—He sido muy malo contigo —susurró aun con sus manos acariciando mi piel—. Y lo siento, solo me siento... frustrado.

—¿Por qué? —pregunté. Me sentí dormitar. Adrián se quedó en silencio por un rato.

—Creo que en lo profundo quiero tener la manada a mi cargo. —Me sorprendí ante su revelación. Giré mi rostro solo para lograr verlo por el rabillo del ojo. Su mirada estaba perdida en el movimiento de sus manos—. Y sé que Chelem no la liderará como debe, solo... quiero asegurarme de que está haciendo las cosas bien. Me gusta la manada, Bel, me gusta lo que hago, no pidas que renuncie a eso, por favor.

No respondí nada hasta que no pensé en cómo me sentiría si él me pidiese que renunciar a la herbolaria.

Suspiré y metí mi cabeza entre mis brazos cruzados para evitar verlo.

—No te lo pediré —susurré—, pero tampoco me pidas cosas que sabes que no cumpliré.

Besó mi hombro.

—Ya tenemos un acuerdo, ¿no? Nada de curar con tu sangre cortadas pequeñas, lesiones sin importante.

Mordí mi labio aun sin verlo. No le respondí y no hubo necesidad de hacerlo porque se levantó para comenzar el día.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon