CAPÍTULO 48| Belén

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Los ojos de Adrián me rogaban no bajar del auto. Reí y le di otro beso en su nariz.
—Déjame ir, mañana nos volveremos a ver —dije en un intento por convencerlo, pero su aflicción era clara en su rostro.
El yeso se fue después de las seis semanas que dijo el médico. Adrián estaba en perfectas condiciones desde hacía días, pero me había quedado con él por un poco más de tiempo para terminar con sus cuidados y terapias.
Metió su cabeza entre mis pechos con un quejido.
—No quiero que te vayas —admitió abrazándome más fuerte. Reí y acaricié su cabello.
—Nos veremos mañana.
—No es lo mismo —rebatió y volvió a mirarme—. Recupérate pronto para que nos vayamos a vivir juntos, te extraño.
Sus palabras lograron derretir mi corazón. Tomé su rostro entre mis manos para llevar su boca a la mía y besarlo con todo el amor que podía.
—Pronto, solo faltan unos meses —dije segura de mí misma y confiada en el proceso de recuperación.
Suspiró. Sus ojos se bajaron, derrotados, pero no dejó de abrazarme.
—¿Y si me quedo hoy contigo? Francisco ya se fue, ¿verdad? —Reí sobre su cabello que olía a su champú combinado con su olor.
—Sí, desde la primera semana estuve en tu casa —me burlé—, y no es seguro que te quedes, te pueden llamar a pelear.
Hizo una mueca, pero por fin me dejó ir. De verdad se veía renuente a que no estuviéramos juntos, así que acaricié su mejilla con ternura y paciencia.
—Adri, solo serán unos meses. Marta incluso ya estaba hablando sobre ayudarme a planear todo y no es como si pudiese negarme, ellos pagarán todo. —Soltó una risilla sin perder la congoja.
—Sigues sintiéndote incómoda por eso, ¿no?
—¿Cómo no estarlo? Una boda no es barata y ellos se están ofreciendo a pagar todo… o más que ofreciendo lo harán, ya lo dictaminaron.
—Sabes que nada se hará si no lo quieres así, ¿cierto? Tienes la confianza suficiente con mamá para que le digas si algo de su propuesta te gusta o no, es tu día especial, amor.
Lo sabía, pero igual me sentía extraña con el hecho de yo gastar y gastar y ellos estar de acuerdo con todo.
—Quiero pagar mi vestido —avisé recostándome sobre él todo lo que el asiento me dejaba. Para cualquiera quizá estábamos haciendo cosas indebidas en espacio público, pero lo cierto es que solo estábamos dando algo de cariño inocente.
—Chiqui, podrías solo ahorrar el dinero para seguir pagando tu universidad, no tienes que gastar nada en eso, lo sabes.
Asentí aun en su pecho.
—Lo sé, pero quiero uno costoso, con mucho brillo y mucho encaje, y un velo larguísimo. —Volvió a reír.
—¿Cómo quieres que te dije ir si sigues haciéndome reír? —Quité mi cabeza de su pecho para mirarlo.
Ese mes que vivimos juntos me recordó las razones por las que me había enamorado de Adrián. Sin la constante presión de la manada encima las cosas eran tan fáciles para él. Quizá todo era más idílico por vivir en casa de sus padres con una señora que cocinaba algunas veces para ellos, pero las charlas cotidianas, los juegos, las risas, incluso las molestias pequeñas que teníamos con el otro serían cositas que extrañaría también durante ese tiempo que siguiésemos viviendo separados.
Toda mi vida quise una familia, ser la señora de mi hogar, tener a niños corriendo por un patio y un esposo al cual esperar. Sabía que mi carrera era demandante y que si conseguía trabajo en un hospital no sería tan sencillo, pero muchas veces me preguntaba qué prefería, ¿estar en casa con mi familia o atendiendo a otras en mi trabajo? Debía admitir que esa balanza se inclinaba mucho a favor de mi familia. Quería una familia.
Puse mis manos en su pecho e hice un masajito camino arriba, hasta su cuello, y masajeé también su nuca.
—Cuando nos casemos, ya me dijiste que me construirás un lugar para mis vinos, así que yo te prepararé comidas ricas que sepan bien con ese vino que tú me compres. Cuando estemos más grandes, viajaremos por muchas partes y por cada lugar que conozcamos me regalarás una botella nueva. —Sonrió.
—¿Y yo qué obtengo a cambio? —Como respuesta bajé una de mis manos hasta perderla entre nosotros. Toqueteé su bulto creciente mientras susurraba mi respuesta en su oído.
—Mucho amor —dije y él solo pudo volver a reír.
—Pensaba que dirías que sexo.
—El sexo es amor —rebatí e iba a seguir con mi trabajo si no hubiera sido porque él me detuvo cuando comenzaba a sentirlo mucho más erguido.
—Bel, estamos en la calle, frente a tu casa, no te haré el amor aquí. —Hice un puchero porque lo quería. Otra ventaja que tenía de vivir con él: el sexo casi en el momento en el que se me antojaba.
No podían culparme, Adrián era muy lindo, atractivo, de buen mirar, de músculos definidos, seductor… y era mi novio en una etapa de la vida en donde siempre —o casi siempre— quería sexo.
Esperaba que eso no cambiara cuando tuviéramos bebés.
—Entonces mañana —sugerí y de inmediato asintió. Fue ese momento en el que abrí la puerta del auto, tomé mi mochila del asiento del copiloto y, luego de darle un último beso, me bajé. Él encendió el auto y no entré a casa hasta que no lo vi desaparecer por la calle. En todo momento lo despedí con mi mano.
Largué un suspiro al saberme sola. No pasaron ni cinco minutos de nuestra despedida y ya lo extrañaba.
Encontré a Miranda en la sala con una revista. Ella, en el último tiempo, había cambiado sus revistas de cotilleos por revistas de bodas. Ella y mi suegra si que estaban emocionadas por una boda que no sabríamos cuándo se llevaría a cabo.
Sacó de su boca la paletita que estaba disfrutando e hizo un sonido para llamar mi atención. Me acerqué a ella que ya ponía la revista en la mesa y pasaba las páginas hasta que encontró lo que quería mostrarme.
—Canapés de salmón y volovanes de carne.
Sonreí de lado sentándome a su lado.
—¿Te gustarían para los aperitivos de la boda? —Su cabeza por poco se cae de su cuerpo por la fuerza con la que la movió al asentir.
—Y he visto vestidos preciosísimos. —Buscó otra revista que tenía varias páginas señaladas.
Miranda conocía muy bien mis gustos, así que le atinó a todos los vestidos que me mostró. Nos quedamos un buen rato hablando emocionadas del momento en el que tuviésemos que ir en persona a buscar los vestidos.
Terminamos riendo mientras cenábamos y veíamos las revistas.
—No lo sé, creo que lo mejor será buscar el vestido con poco tiempo para la boda. Algo me dice que no debería buscarlo ya, ¿qué pasa si engordo o enflaquezco?
—Belén has estado igual por años, y sigues sin cumplir ni los diecinueve… ¿Qué haremos para tu cumpleaños?
Suspiré. Pronto sería de nuevo mi cumpleaños, sí, pero me preocupaba más por el de Adrián.
—Me estoy enfocando es en Adrián, ya casi cumple veinte y no sé qué regalarle.
Miranda lo pensó, pero de pronto frunció el ceño y me miró.
—Adrián y tú ya llevan un año saliendo —dijo como si yo no fuese conocedora de ese dato. Asentí—. ¿Y no lo celebraron?
Sonreí con tristeza y también solté una carcajada corta y sin humor.
—¿Te digo un secreto? Ni siquiera recuerdo la fecha en la que Adrián me pidió ser su novia. Fue tan… extraño ese momento que no me preocupé por anotarlo o aprendérmela. Siempre esperé una propuesta más linda, pero ahora estamos comprometidos, así que creo que no llegará, pero no importa, hablé con él de eso y dijimos que solo celebraríamos a lo largo del mes, en cualquier fecha, porque él tampoco lo recuerda.
Resoplé.
—Bueno, al menos ninguno de los dos se ofenderá si el otro lo olvida —se burló Miranda, quizá para subir el ánimo que recordar la propuesta de mi novio me bajaba—. Puedes regalarle un reproductor de música, él no tiene uno, ¿o sí?
Negué y pensé que sería un buen regalo para él.
—¿Me acompañas el fin de semana a comprarlo?
No tuvo problema con eso.
Pronto estaba yéndome a la cama, cansada de las clases del día y ansiosa por comenzar uno nuevo, uno donde volvería a ver a mi novio.
La mañana siguiente pasó sin complicaciones. La semana anterior había quedado con Cristina e Irene para estudiar, teniendo en cuenta que teníamos unos cuantos exámenes en algunas materias. Irene había pedido el favor de dejar que su hermano estuviera. Me sentía incómoda con ese hecho porque noté que Oliver se me insinuaba en algunas ocasiones, pero era un chico que tenía muchos conocimientos y nos podía ayudar a estudiar, así que acepté que fuese a mi casa con ellas. Lo que me tranquilizaba era que Adrián iría y estaría conmigo esa noche, vería, si es que de verdad intentaba algo conmigo, que no podía comprarse con mi prometido.
Todas nos fuimos en el auto del Oliver, yo, por supuesto, atrás con Cristina. Parloteamos de varios temas en los que el hombre entre nosotras poco participó. Intenté que no supiera que notaba sus miradas hacia mí por el espejo retrovisor.
Al llegar pude respirar tranquila. Seguía estando temprano, por lo que debía aguantar un poco más de tiempo con Oliver y sin mi ex y futuro marido.
Él intentó sentarse a mi lado, pero en un momento me cambié de sitio. No podía decirme nada, era mi casa y yo vería dónde me sentaba.
Miranda, luego de algunos minutos, entró con Kyle, quien miró al grupo, en especial a Oliver que también lo miró a él.
—Oh, les presento a mi mejor amiga y a su novio, Miranda y Kyle —dije levantándome y señalándolos. Los de medicina levantaron la voz en un saludo.
—Sí, mucho gusto, ¿se están divirtiendo con los apuntes? —preguntó el recién llegado sin esperar una respuesta en realidad—. Bel, ¿a qué hora dijo Adrián que llegaba? Debo hablar de algo con él.
Miré el reloj que se alcanzaba a ver desde la cocina.
—Como en media hora, ya su última clase debe haber terminado, así que llega pronto. Te avisaré cuando llegue.
Mi amigo asintió y se fue con Miranda a su habitación, dejándonos solos de nuevo.
Volví a mi puesto al lado de Irene y seguimos con los apuntes. Oliver nos explicaba lo que no entendiéramos muy bien y también añadía algunas cosas. Al final sí le saqué provecho a su presencia.
Pasados algunos minutos, la puerta se abrió y por ella entró Adrián. Al parecer llovía porque entró sacudiendo su cabello de algunas gotas de agua. Me levanté de inmediato y corrí hacia él, que estaba algo pasmado por ver a más personas en mi sala.
Salió de su distracción para alzarme, como era costumbre, para besarme.
—Hola a ti —susurré feliz de verlo. Él también sonrió y dio una mirada disimulada al grupo.
Hice que me bajara y lo tomé de la mano para llevarlo conmigo hasta ellos.
—Bueno, chicas y Oliver, por fin les presento formalmente a Adrián, mi novio y prometido. Andy, ellas son mis compañeras Cristina e Irene, y él es Oliver, hermano de Irene. Estamos estudiando y Oliver nos ayuda.
Al primero que al mi novio le tendió la mano fue al chico frente a él, quien no dudó en tomársela.
—¿También estudias medicina? —preguntó luego de haber saludado a mis compañeras. Su brazo se enredó en mis hombros y mi brazo salió al encuentro con su cintura.
—Sí, mi hermano está a punto de entrar a internado. ¿Puedo decir algo sobre ustedes? Me pareció supertierno como la cargaste.
Adrián sonrió y me miró, obvio bajando su cabeza para poder conectar sus ojos con los míos.
—Es que ella es mi chiquitina por eso mismo, es muy baja para mí, pero lo que le falta en estatura lo tiene de graciosa, buena y tierna.
Sonreí y lo abracé más. Mis amigas soltaron un sonido enternecido mientras nos veían.
De pronto recordé que Kyle necesitaba a Adrián, así que me solté del abrazo de mi novio.
—Kyle te necesita —informé y me fui a buscar al novio de mi mejor amiga.
Toqué la puerta y dice por fuera que Adrián había llegado. Kyle no demoró en llegar a la sala, donde ya mis amigas conversaban con mi novio.
Adrián me tomó por la cintura al pasar y me sentó en sus piernas. Ignoró por un segundo a mis amigas para preguntar a todos algo.
—¿Tienen hambre? Creo que demorarán algo aquí, así que mejor me iré a conseguirle alimento a mi mujer… y a ustedes, si tienen hambre.
Ellas asintieron de inmediato.
—Podríamos comer pizza. —Solté una carcajada al escuchar a Cristina.
—Adrián no suele comer ese tipo de cosas, es más… gourmet.
—Puedo acompañar a Adrián, así él puede comprar algo que le guste comer y yo puedo ir por sus pizzas —acordó Kyle. Yo miré a Adrián para ver si estaba de acuerdo. Él me miró a mí.
—¿Quieres pizza o te traigo algo de otra parte? —preguntó y de nuevo las chicas soltaron ese sonidito que me hizo calentar las mejillas.
—Algo de otra parte, de donde tú compres.
Besó mi sien y me dejó libre. Le hizo una seña a Kyle para que lo siguiera y ambos salieron. Me pregunté qué sería lo que tenía que conversar, pero me relajé al segundo; Adrián luego me lo diría.
Continué con los chicos en el estudio, el tiempo pasó sin que me diese cuenta y, luego de casi dos horas más, me percaté de que Adrián no volvía.
Una mala sensación se acentúo en mi pecho, pero intenté ignorarla por el mayor tiempo posible, hasta que la puerta se volvió a abrir y Kyle entró cargando dos cajas de pizza y Adrián con dos bolsas de papel que suponía llevaban nuestra comida, pero su expresión no era la mejor. Intenté no decir nada y él intentó disimular su perturbación.
Mis compañeras se quedaron por otras dos horas más, dos horas en las que no me pude concentrar mucho y en donde Adrián se quedó hablando con Kyle en susurros que no pude escuchar.
Solo cuando Adrián y yo estuvimos solos, en la intimidad de la habitación, fue que pudimos hablar. Y lo que me dijo nunca me lo esperé.
—Chelem le fue infiel a Loren con Julia —soltó de golpe.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Where stories live. Discover now