CAPÍTULO 47| Belén

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—Belén, las manos —susurró Adrián por segunda vez en un lapso de media hora.

Volví a abrirlas porque de nuevo las había cerrado sin quererlo.

—Lo siento, lo hago de forma inconsciente.

El médico —sí, un médico de verdad que tuvo que enyesar su pierna e inyectarle medina por medio de un catéter que tenía en su mano— nos miró, en especial a mí. Era un médico licántropo, así que no había mucho problema con ocultar lo que éramos.

Adrián se fracturó la tibia y el peroné. Según me dijeron, como estaba convertido, al volverse humano fue que se alargó la fractura. Fue una fractura simple, aunque desplazada, pero claro que le dolía y molestaba porque lo habían tenido que enyesar. No lo había visto en el proceso, apenas es que me dejaban entrar a su habitación, sin embargo, lo imaginé con la piel amoratada e hinchada, así como estaban otras partes de su cuerpo.

—¿Cuánto tiempo le dejarán el yeso? —pregunté. Adrián era un licántropo con una curación rápida, incluso podría curarse de una fractura en muy poco tiempo. No sabía si me habían dicho mentiras y la fractura fue más grave para tener que llamar un médico, drogarlo y enyesarlo, pero al menos no veía heridas abiertas, esas se le cerraron en el transcurso de la noche, por lo que supuse que no habían sido tan graves.

—Adrián suele recuperarse muy bien y rápido, así que calculamos que en seis semanas podremos quitarle el yeso. —Mi boca se abrió de la impresión al escucharlo.

—¿Seis semanas? Es mucho tiempo, ¿no?

—No para la herida que tiene —dijo por única respuesta, lo que me dejó un sinsabor en la boca. ¿Entonces sí me habían dicho la información más ligera para que no me asustara y desesperara?

Mi prometido tomó mi mano desde la cama. Masajeó y me di cuenta de que, de nuevo, estaba cerrando el puño.

Tomé su mano y la besé mientras el doctor daba algunas indicaciones y yo escuché e intenté guardar en mi memoria para poder cuidarlo como se debía. Pronto guardó todo lo que llevó consigo y nos dejó a solas.

En cuanto la puerta se cerró, Adrián suspiró y me jaloneó con cuidado de la mano. Me acosté con cuidado a su lado y acaricié su cabello negro. Volvió a suspirar y giró su cabeza para mirarme mejor.

—Tengo mucho sueño. —Solté una risita por lo notorio que sus palabras resultaban. Tenía los párpados caídos y el cuerpo adormilado gracias a los fármacos que le suministraron—. ¿Sabes algo gracioso? De pequeño, cuando el médico venía a verme, siempre me llamaba «campeón» y me daba alguna paleta o dulce, ahora que soy adulto no hay nada de eso.

Volví a reírme.

—¿Estás haciendo un berrinche porque no te dieron una paletita siendo un chico grande, campeón? ¿Quieres una paleta? —pregunté con la mayor inocencia y burla del mundo. Él asintió de inmediato y sonrió, una sonrisa malévola y ladina. Sin que lo esperara, subió la camiseta que estaba usando hasta que descubrió mis senos sin nada que los tapase—. ¡Oye!

Se rio y se inclinó lo suficiente para besar alrededor de las cimas.

—Me preguntaste si quería una paleta.

—Dije paleta, no mis senos. —Se encogió de hombros y sacó su lengua para pasarla por encima de mi pezón. Me alejé de golpe y bajé la camiseta. Adrián estaba cansado, lo notaba, y también adolorido, no me cabía en la cabeza que estuviese pensando en sexo y no lo quería lastimar por dejarme llevar de las hormonas.

—Igual ambos los puedo lamer, para mí es lo mismo siendo ahora grande.

Viré los ojos y volví a su lado asegurándome de que no hiciese lo mismo con mi camiseta. Lo miré con seriedad desde arriba, acariciando de nuevo su cabello.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Where stories live. Discover now