CAPÍTUO 42| Adrián

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Belén se veía emocionada mientras me mostraba el uniforme de su facultad con el logo de la universidad gravado.

Se lo probó con emoción mientras yo solo sonreía y la veía modelar.

—Se me ve genial, ¿no? —Asentí porque así era. El uniforme se pegaba a sus curvas e incluso me sentía emocionado porque verla me estaba creando una fantasía de hacerlo con una médica en uniforme. Lo mejor de todo eso es que ella lo sería, así que mi fantasía estaba casi que cumplida porque mi novia sería una maravillosa doctora.

Sí, ya podía imaginarme muy bien diciéndoselo al oído.

—¿Crees que puedas usar el uniforme hoy? —me miró con los ojos entrecerrados, confusa—. Como que me gustó mucho como se te ve y me gustaría jugar un poco con él a la noche.

Viró los ojos y se lo comenzó a quitar.

—No lo ensuciaré solo por hacer el amor contigo... mejor esperamos a que tenga un consultorio u oficina —añadió con picardía tintando su voz. Reí y asentí. Si eso era lo que ella quería, no me negaría. Aunque presentía que cuando ese uniforme llevara unos días en su cuerpo igual lo podría sacar en un momento de calentura.

Belén terminó por empacar su ropa luego de haberme mostrado su uniforme. Era nuestro fin de semana del mes y había pensado en llevarla a ese hotel donde fue nuestra primera vez. Tenía pensado algo ahora que las cosas estaban mejores entre ambos, incluso me conseguí la misma habitación en la que nos quedamos por última vez.

El viaje sería en auto por la cercanía entre las ciudades, pero sí tenía pensado que, para más adelante, Belén montara por primera vez en avión.

En casa solíamos hacer un viaje por una semana a un lugar diferente por vacaciones, hacía poco más de un año que no lo hacíamos por todo el tema de la constructora y la manada teniendo más tensiones, pero esperaba poder llevar a Belén unos meses después al lugar que ella misma escogiera.

Debía admitir algo: no tenía casi dinero. Cuando hablé con mi padre sobre el apartamento aceptó hacerme un préstamo para poder comprarlo, pero los arreglos corrían por mi cuenta y no era algo barato, además de que debía pagarle a él. Sí, la constructora estaba dejando buenos ingresos, pero mitad de los que tenía se los di a Belén, así que debía seguir ahorrando para lo que tenía pensado. Lo bueno de todo eso, es que todavía faltaba tiempo para que Belén pudiese vivir, de nuevo, conmigo.

Hacía unos días había salido a comprar materiales que necesitaba para las clases. Por alguna razón resulté con un montón de cosas y entrando a una joyería solo porque uno de los anillos me llamó la atención. Mi padre, hacía mucho tiempo atrás, me dijo que cuando viese el anillo indicado para mi mujer lo sabría, y justo eso me sucedió al ver el solitario con un diamante algo grande para un solitario, ovalado y de un tono verde translúcido. Tuve que comprarlo, no podía dejarlo pasar, mucho menos cuando la dependienta me mencionó que ese diamante era raro por tener la coloración natural. No era una esmeralda sino un diamante que luciría hermoso en el dedo de Belén. Junto con el anillo, que me costó poco más de lo que me entró ese trimestre por la constructora, llegó el certificado de que sí era de oro blanco y el certificado del diamante. De igual forma me lo tuvieron que comprobar, porque era un valor muy elevado como para llevarme algo falso.

En todo caso, quería pedirle matrimonio, de nuevo, a Belén, esperando los meses que sean necesarios para poner una fecha, pero pudiendo adelantar todo. Por alguna razón, no soportaba saber que ya no era mi esposa, creaba un vacío en mi estómago que me molestaba. Sentirla lejos y solo siendo mi novia, algo tan volátil, me angustiaba. Me arrepentía mucho de haberla dejado curarme con su sangre, porque eso fue lo que nos separó en un primer momento.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora