CAPÍTULO 18| Adrián

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Suspiré, dejando la carta debajo de la puerta de la casa de Belén y su familia.

Extrañaba a mi novia y a mi amiga. Luego de una semana sin hablarnos y sin saber de ella me sentía desesperado. Había sido un idiota, lo admitía y no podía sacarme de la cabeza la mala idea que había tenido.

No quería volver a hacerle daño a Belén. No me sacaba de la cabeza su expresión de dolor, lo rígida que se puso entre mis brazos, y la sangre. Recordaba haberme metido al baño y, antes de poder abrir la llave del agua, ver la sangre en mi pene. Sabía que le había hecho daño, pero no esperé ver toda la sangre en la sábana. Había tenido la esperanza de que solo hubiera sangrado lo que había quedado en mí, pero no fue así. Aunque la sangre era escandalosa sí había notado la incomodidad que sintió el resto del día en su cuerpo, aunque intentó disimularlo.

Me había quedado pensando en qué pasaría si ella volvía a proponer hacer el amor. No quería lastimarla de nuevo y no tenía experiencia al tratar con una mujer. No puedo echarle la culpa a Chelem esa vez, él ni siquiera sabía que había tenido mi primera vez con Belén, pero una conversación con él me había dado una idea: estar con otra mujer para cuando volviese a estar con Belén poder cuidarla como quería.

Luego de haber ejecutado la idea era que veía lo idiota que era, además de que todo se había complicado cuando al tener frente a mí la figura de Sarah solo podía pensar en la de Belén, con más curvas y más relleno en partes importantes para mí. Solo pude hacer algo cuando imaginé a Belén conmigo. Convertí los sonidos de Sarah en los de mi novia y, por supuesto, toda caricia que le estaba dando a Sarah se convirtió en una dirigida a Belén. Hasta que la ilusión sobre pasó la realidad cuando, al adentrarme en ella con cuidado, solo pude suspirar el nombre de mi novia ausente en ese momento.

Todo había sucedido en los vestidores, ahí donde la había visto desnuda. Por supuesto que ella se había alejado de mí, impactada de que estuviera pensando en otra mientras estaba con ella. No había sido consciente de la palabra que dejó mis labios hasta que no la tuve a ella frente a mí, con una expresión de horror y tristeza.

Pero su expresión no había causado nada en mí más que arrepentimiento, a comparación de los ojos llorosos y heridos de Belén que solo pudo hacerme desear devolver el tiempo y no hacer nada, ponerme de rodillas para rogar perdón y también se había formado un nudo en mi garganta.

No sabía muy bien si me había terminado o no, solo que había renunciado a su cargo. Esa misma noche, luego de que se fuera y de que yo intentara curarme con las medicinas que había dejado, hablé con Sarah. No la quería cerca, pensando que tenía algún tipo de poder o derecho sobre mí y mi vida. Era una buena chica, no era malvada como Julia, por lo que solo se puso a llorar luego de que yo le dijese que no quería tenerla en mi vida, ni siquiera como mi amante, la propuesta que había ido a proponerme.

No le había dicho a nadie que Belén había renunciado a mi cuidado ni lo haría. Chelem había preguntado por ella cuando me vio distraído en los entrenamientos, pero no contesté nada. Le había pedido dejarme solo con mi grupo en la redada para llevar a cabo el plan que tenía en mi cabeza desde hacía semanas. Aprovecharía que Belén estaba enojada para acumular enojos y no pelear por ello, como sabía que pasaría de ella enterarse.

Había llegado esa noche hacía cuatro días atrás con los chicos de mi equipo detrás de mí. Muchos de ellos no habían asistido a eso, porque preferíamos tener todo bajo control y no presionar a los vampiros con más presencia licántropa de la que se requería. Aunque lo intentábamos no podíamos controlar en todo momento la creación de vampiros, menos cuando los humanos se enteraban de ellos y los buscaban, pero sí podíamos controlar las muertes de algunos humanos y la alimentación para que no se salieran de control, algo que pasaba, pero no en su mayor medida.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Where stories live. Discover now