CAPÍTULO 36| Adrián

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No podía ver a Belén hecha un ovillo en la cama mientras lloraba y se abrazaba el estómago como si hubiera metido un puñal ahí. No la culpaba, pero ella tampoco podía culparme a mí.

Antes de esa tarde había pensado en dejar mis responsabilidades de la manada para dedicarme a la curación de Belén, pero luego de su crisis había acordado con Nahsary y sus padres que lo mejor para ella sería una separación.

Restregué mi rostro antes de levantarme y caminar al otro lado de la cama. Su padre me odiaba, no creía que hubiese otra persona en el mundo que tuviera su odio tanto como yo y, aunque en sí no había hecho nada, también me odiaba por permitir que Belén estuviese en ese estado.

—¡No me toques, Adrián Daniel! —gritó dando un manotazo para quitar mi mano de su rostro. La hice sentar en la cama para abrazarla, pero lo único que hizo fue separarse de mí. No la obligué porque temía lastimar sus manos vendadas desde la palma hasta el hombro por la cantidad de cortadas que se hizo.

Belén, descubrí en ese momento, cuando se metía en su trance para sanarme o se enojaba por ese mismo tema, sacaba la fuerza que nunca había mostrado. Recordaba muy bien la fuerza que tuvo el día que no la quería dejar curarme, cuando mis padres le dieron la autorización para hacerlo sin saber que llegaríamos a ese punto de no retorno. Ese día incluso me había ganado a mi en fuerza, su adrenalina disparada por una causa que no podía entender a la perfección.

Mandó patadas hacia mí mientras se acurrucaba en la cabecera de la cama. Su llanto nunca frenó mientras abrazaba sus rodillas e intentaba alejarse más de mí.

Me senté un poco más cerca de ella e intenté tocarla de nuevo, pero gritó, asustándome y logrando que retirara mi mano.

—Bel... déjame intenta calmarte, por favor. Debemos hablar.

—¿¡Que me calme!? ¡Me estás dejando, Adrián! ¡Me dejas aun después de todo lo que he hecho por ti!

Resoplé y restregué mi rostro con frustración.

—Cosas que no te pedí que hicieras y que, por el contrario, te prohibí... Belén, ¿te das cuenta del lugar en el que estamos? ¿Te das cuenta de tu estado?

Mi voz se quebró cuando dije lo último.

—Estoy así por ti —gruñó y negué—. ¡Estoy así porque siempre escoges la manada por sobre mí! —Sollozó y se golpeó la frente con su puño. La detuve antes de que se hiciera más daño—. ¿Qué hay de malo en mí para que nunca me escojas?

—Bel, sabes que sí te escogí. Pasé días en casa contigo, enfocándome en ti.

Me alejó con un golpe en mi pecho.

—¡Dos días duró tu luna de miel! ¡Dos días! ¿Y dices que la dejarías por mí? En cuanto Chelem te llamó corriste a él.

—¡Pero no fui solo yo, Belén! ¡Casi todos los licántropos que tienen edad y pueden pelear salieron a ese llamado! Iba a dejar todo bien, hablaría con Chelem y volvería contigo. Te iba a proponer conseguir un lugar para vivir juntos cerca de tu universidad y así comenzar a darte lo que querías... Pero ahora no, Belén. Ahora cualquier herida que veas en mí será motivo para que te vuelvas loca y quieras curarme a toda costa, sin medirte.

—Me sé medir en mis acciones, Adrián... No me dejes, por favor, necesito cuidarte —rogó con un dejo desesperado que solo me causó dolor de cabeza.

—¿Te sabes medir tanto que por eso estamos aquí, Belén? Desde los dedos hasta casi el hombro, todo ese recorrido lo tienes con heridas. No te pusiste en riesgo solo a ti, Belén. —Mis ojos se volvieron a llenar de lágrimas al recordar el charco de sangre en el suelo de la habitación. Despertar y enterarme de que mi esposa estaba en el hospital por mi culpa no había bonito, sino todo lo contrario, traumatizante—. Estarías ahora mismo siendo remitida a un psiquiatra por intento de suicido si Nahsary no me hubiera descuidado por unos minutos para cerrar alguna de tus peores heridas. No te estoy pidiendo terminar nuestra relación, no te estoy rechazando tampoco, pero sí debes alejarte de mí.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Where stories live. Discover now