CAPÍTULO 46| Belén

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Supe que no quería ser médica forense cuando me dio mucho asco ver cómo abrían a una persona muerta con su piel con un aspecto no tan bueno. Había un compañero ayudándole al profesor por petición del mismo estudiante mientras los demás nos encontrábamos alrededor. Yo podría decir que tenía una buena visión e intentaba recordar mis notas de las clases teóricas. Para mi fortuna, recordaba casi todo, así que no estaba tan perdida con los nombres y las posiciones de lo que el profesor señalaba y explicaba.

No era muy buena dibujando, así que recordar mi pésimo dibujo era difícil, por lo menos tenía buena retentiva, pero le diría a Adrián que me enseñase porque él sí sabía. Había dejado de dibujar tanto por falta de tiempo, sin embargo, los pocos dibujos que hacían le quedaban muy lindos. Y sabía, al menos en cuanto a dibujo, de anatomía.

Esa fue mi última clase, así que en cuanto nos dieron luz verde para irnos, y habiéndome lavado y todo el protocolo, guardé mis cosas en mi mochila y me fui hasta el baño. Seguía con mi uniforme, así que solo me organicé el cabello y me puse un poco de labial antes de salir. Me encontré con unas compañeras que podría decir se habían convertido en mis amigas, Cristina e Irene. Les sonreí y frené frente a ellas que estabas conversando con dos chicos más.

—¡Belén! ¿Tienes tiempo para ir a una fiesta? —parpadeé. Bueno, sí, era viernes y no tenía muchos pendientes, mis tareas las podría hacer en el resto del fin de semana, pero ya tenía un pendiente.

—Lo siento, hoy me veré con mi novio.

—Oh, ¿tienes novio? —Las chicas se rieron ante obvia pregunta del chico. Yo también me reí y alcé mi mano con el anillo de nuevo en ella.

—Prometido, de hecho.

—Puedes decirle que venga con nosotros —dijo Cristina, una castaña de piel algo morena.

Sonreí y volví a negar.

—Mis suegros quieren verme y mañana debemos despertar temprano para ir donde los míos.

Los planes habían cambiado a lo largo de esa semana. Marta y Daniel prefirieron vernos a la noche el viernes y luego sería muy tarde para donde mis padres, así que me quedaría en casa de Adrián y luego, a la mañana, saldríamos hacia donde mis padres para hablar con papá.

—¿Y eres querida por tus suegros? —Aunque no supe qué vino la pregunta, sonreí y asentí.

Justo en ese momento mi teléfono comenzó a sonar dentro del bolso. Lo busqué apresurada para que no se perdiera la llamada bajo la atenta mirada de todos, en especial del rubio que no sabía cómo se llama.

Contesté con una sonrisa.

—Amor —dije y el rubio alzó una ceja, lo noté por el rabillo del ojo. Carraspeé y me alejé un paso de ellos para más privacidad.

—Hola, chiquita, estoy afuera de tu bloque, ¿ye terminaste tu clase? —me reí.

—Si no la hubiese terminado no te hubiera contestado. Dame cinco minutos y estoy contigo. Te amo. —No esperé su respuesta, solo corté y me volví a integrar al grupo—. Bueno, llegaron por mí. Quizá una próxima ocasión.

Antes de que me pudiese ir o despedir bien, el rubio extendió una mano hacia mí.

—Ya sabemos que te llamas Belén, pero no has escuchado nuestros nombres. —Me reí nerviosa aceptando su mano.

—Tienes razón, que maleducada.

—Oliver.

—Belén —susurré aunque ya lo supiera. Irene se metió a la conversación separando nuestras manos.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Where stories live. Discover now