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Seattle es tan bella, que Harry cree que podría tatuarse su nombre en alguna parte del cuerpo. Incluso se dibujaría la Aguja Espacial.

Tiene un par de tatuajes estúpidos que le gustaría cubrir, como por ejemplo el nombre de su primer novia cerca del hueso de la cadera, así que considerar la idea de hacerse algo relacionado a éste Estado, comienza a llamarle la atención.

Es temprano, demasiado a su parecer, y hace frío.

En realidad, lo que siente son los efectos colaterales de alejarse de Louis, de querer borrarlo de su mente como si jamás hubiera existido.

Está sentado en una banca, con las piernas cruzadas debajo de su trasero, y un cigarrillo a medio fumar consumiéndose entre sus dedos. 

El aroma al humo de ese mentolado le hace acordar tanto a Louis, que por un segundo se siente acompañado en la magnífica soledad de Seattle. 

«¿Alguna vez te pusiste a pensar de qué están hechas las nubes?»

Y ahí está otra vez su cabeza intentando difuminar pensamientos que lo llevarán a caminar hasta el borde del precipicio, que luego terminarán por empujarlo al espiral de ideas nefastas que sólo quieren acabar con su cordura.

Respira profundamente a través de su boca, mirando hacia el cielo con la tonta creencia que las lágrimas que se agolpan en sus ojos no saldrán como cascadas de ellos en el momento en que se detenga a pensar.

Le duele el corazón y le pesa el alma. Se siente estafado en algún punto, y sabe que no es nada más que por su propia culpa, por idealizar de más a alguien que no lo valía.

¿En qué momento creyó que un cantante de rock podía darle a él todo lo que no le dio a alguien más? ¿Cómo fue tan iluso de pensar que con él podía ser diferente?

Suspira llevándose las manos a la cara.

Está tan cansado que no sabe si esperar su agónica y lenta muerte, o si apresurarla jugándole una emboscada al destino.

El sol comienza a atravesar las nubes, anunciando el inicio de una bella mañana.

Harry piensa que ya deben estar siendo más de las 8 y que, cuando menos se dé cuenta, la gente comenzará a llenar el espacio.

Realmente, no le molesta. Es más, está deseando camuflarse entre los centenares de personas que transitan aquel espacio a diario.

Desde que es chico, le gusta jugar a adivinar cómo es la vida de la gente que pasa a su alrededor. Se había vuelto un juego divertido cuando su padre lo llevaba al trabajo y no le prestaba mucha atención.

Es lindo imaginarse que hay alguien que la está pasando mejor que él y que, por lo menos, es feliz.

Para cuando vuelve a buscar el cigarrillo que se mantenía encendido entre sus dedos, se da cuenta que está casi acabado, así que simplemente lo deja caer al suelo y baja uno de sus pies para asegurarse de que quede bien apagado.

«Para mí, las nubes están hechas de los suspiros de los ángeles que tienen el corazón roto.»

De repente, la paz del silencio matutino de Seattle, se ve interrumpida por el molesto ruido de motores de autos y bocinazos sin sentido.

«¿Acaso ellos no sabrán que la vida pasa rápido, que de un momento a otro podrías estar haciendo algo que no te gusta en lo absoluto?»

A Harry le encantaría poder gritarles que dejen de vivir apresurados, que se tomen un segundo para apreciar lo que tienen frente a sus narices. Uno nunca sabe cuándo tu vida puede dar un drástico giro y terminar cuarenta años en el pasado.

Physical [L.S] ✔Where stories live. Discover now