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El piso de madera lacada del Fertitta Center, en Houston, tiembla ante el ajetreo que se acentúa sobre él.

La gente se vuelve completamente loca al saber que Walls tocará allí en menos de cinco minutos.

Y Harry, un estúpido que se arrepiente cada vez menos de haber metido sus manos donde no debía, se encuentra escoltado por dos enormes bloques de piedras a los que la gente generalmente llama "guardaespaldas".

No está muy contento de mantenerse de pie, contra las barreras que separan el escenario del público, tan sólo porque hubiera preferido esperarlos a todos en el tour bus y ahorrarse esta parte tediosa de fingir ser un amante feliz por alentar al pedante del cantante principal, que, como dato no menor, lo tiene babeando como si fuera un San Bernardo.

Resopla, con los brazos cruzados y su espalda media apoyada contra el frío metal de la barricada. Puede sentir los nudillos sudorosos de alguna fan, que a él le encanta llamar groupie, rozar contra la parte desnuda de su bíceps derecho. 

Con la punta de su dedo índice, y aún con la vista fija en el escenario vacío frente a él y a un público de casi 10,000 personas, golpea repetidamente, como si fuera un niño pequeño, la parte más alta del brazo del guardaespaldas que se encuentra a su derecha. 

—Hola —saluda, con la intención oculta de ser cortés, porque podrá ser insoportable, pero su madre lo ha enseñado bastante bien como para saber que debe ser respetuoso siempre, porque nadie es su sirviente.

El guardia hace un sonido un tanto extraño, procedente desde el fondo de su garganta. 

Es parecido a un gruñido, y hace que Harry se encoja tan sólo un poco en su lugar. Aunque todavía siga manteniendo su postura relajada y de soberbio.

—No le hables —el guardia de su izquierda interrumpe a Harry. Su voz es dulce y suave, tierna. Le hace acordar a la de su mamá cada vez que le canta una canción de cuna los días lluviosos—. Soy Rafael, por cierto —su mano, blanca y aterciopelada a simple vista, es extendida hacia Harry.

Harry no duda ni un segundo cuando la toma, estrechándolas. 

Un chispazo le recorre la espina y lo hace cerrar los ojos inconscientemente.

Tras sus párpados apretados sutilmente, como si estuviera en el auge de su descanso, divisa lo que parece ser un firmamento azul, rodeado de nubes, y destellos que provienen de algunos objetos dorados que están repartidos por aquel espacio, como si formaran parte de los muebles de una casa.

Realmente, no puede detenerse demasiado a descubrir aquel lugar misterioso, fantasioso, ya que el tal Rafael suelta su mano en el instante en que todo parecía volverse nítido de repente.

—Harry —el viajero en el tiempo se presenta, sonriendo igual de amplio que el guardaespaldas. 

—Un placer —Rafael asiente con la cabeza, colocando sus manos al costado de su cuerpo. El guardia a la derecha de Harry vuelve a gruñir, logrando que hasta la parte más recóndita del cuerpo de Harry tiemble—. ¿Necesitás algo?

—Sí —Harry afirma, dándose la vuelta para mirar de frente a Rafael.

Su cabello es rubio y largo hasta los hombros, rizado en ondas que parecen dibujadas con un pincel. Dos ojos celestes coronan sus facciones, siendo acompañados por cejas pobladas que son el marco de aquel de rostro estoico y angelical. 

Labios bermellón apretados en una línea que forma una sonrisa apenas curva, amable, cálida.

—Estoy para servirte —contesta Rafael entonces, con su tono de voz manso.

Physical [L.S] ✔Where stories live. Discover now